Capítulo 16 | Encontrarse

112 3 7
                                    

Mireia

Lo que no terminas acaba regresando, una y otra vez. Definitivamente está corroborado por mi propia experiencia. Ese día no me lo podía creer cuando Ciro fue a buscarme una semana después con una propuesta. Había estado llamándome desde el sábado al teléfono no-rastreable que aún conservaba en mi poder y yo había ignorado todas y cada una de sus llamadas.

En aquel momento estaba segura de que él también podía notar la inquietud y el temor. Me temblaban las piernas y daba gracias a que hubiese una pared detrás en la que sostenerme. Ciro me tenía prácticamente entre su cuerpo y la pared y yo no podía olvidar las palabras de Nil diciendo que era el capo de la mafia.

Se lo veía un poco acalorado, así como iba, ataviado con una camisa celeste metida por dentro de unos pantalones azul marino. Lo peor es que estaba tremendamente bueno y su perfume había inundado el espacio que nos rodeaba. ¿El jodido pretendía que me diese un infarto? Porque no podía reaccionar después de todo lo que me había dicho.

—Di algo.

La propuesta de Ciro era, por un lado, tentadora y, por otro, aterradora. Tenía miedo de que aquello fuese una enorme mentira. Los distintos escenarios se desarrollaron en mi cabeza: Ciro llevándome allí para pasárnoslo bien y que después volviese a dejarme tirada, Ciro llevándome allí porque le suponía un problema y quería deshacerse de mí... Eso último me puso los pelos de punta.

—¿En secreto? —Mi voz era apenas un aullido. ¿Y si quería matarme? Después de haber visto esa mancha de sangre me surgieron muchas preguntas sobre lo que había ido a hacer en esa granja.

—En secreto —afirmó con determinación—. Es la mejor alternativa si quieres esto.

—¿Va en serio? —salté de pronto con una pequeña risa sarcástica porque no sabía si echarme a reír o a llorar—. ¿Esto? ¿Qué es esto? ¿Qué es lo que quieres, Ciro? Te juro que...

Lo sentí más cerca y apenas pude continuar hablando. Sus labios rozaron los míos, confundiéndome. No, no iba a ir con él. Quería tener eso en mente, pero todo se nubló cuando dijo unas palabras:

—Esto será lo que tú quieras que sea.

—Ciro... —agonicé.

Conseguía atravesarme, llegar hasta lo más profundo de mí y hacerse con todo. No podía resistirme, y ya no a Ciro, sino a lo que sentía por él, a ese cúmulo de sensaciones que me invadían cuando nuestros cuerpos se tocaban, cuando abría su vida a mí sin darse cuenta y me contaba un poco de él. ¿Podría hacerlo? ¿Podría acercarme al fuego sin quemarme?

—No quiero obligarte a venir. Aunque me duela no volver a verte, no lo haré si me lo pides ahora. Pero créeme, por favor, que nunca he estado tan seguro de algo como lo estoy ahora mismo.

Quizás podría. Podría decírselo... O podría acercarme, aprovechar la oportunidad para conocerlo mejor, para leerlo entre líneas, para decidir si aquello era lo que quería, si sentía con él tanto como para cometer aquella locura. Estaba claro que la otra opción no me gustaba nada. Alejarme de él era como escoger la pastilla azul de Matrix y atragantarme con ella*.

Me pregunté si alejándome volvería a ser esa chica a quien para desnudarla había que quitarle la ropa, a quien una mirada no era suficiente para ver sus miedos... porque nunca verías su alma con sólo mirarla a los ojos. O si por el contrario jamás podría olvidarme de lo que Ciro me había hecho sentir.

Porque él sí lo hacía. Ciro podía escarbar en los rincones más oscuros sólo con mirarme.

—¿Qué pasará después? —solté la pregunta que me quemaba la lengua.

El lobo de la mafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora