Mireia
Cuando uno está enamorado, empieza por engañarse a sí mismo y termina por engañar a los demás. Eso escribió Oscar Wilde en El retrato de Dorian Gray y podía corroborarlo.
Cuando volví de comprar el traje de mi madre, pasé por el ático a por una mochila de ropa. Haríamos una noche de chicas en casa de Lucía. Sus padres eran muy buenos con ella y nunca le ponían impedimento cuando se trataba de una pequeña fiesta de pijamas.
Todavía seguía pensando en lo que pasó en mi despedida, pero pasar la tarde como adolescentes cotilleando de cualquier cosa y viendo una miniserie me ayudó bastante. Menos mal que a mis amigas se les había ocurrido reunirnos la noche en que Ciro celebraba su despedida de soltero. No estaba preocupada. No por la despedida, al menos.
Lo que me preocupaba era lo que había hecho estando ebria. Jamás, en mi sano juicio, habría besado a Nil. No después de todo lo que había ocurrido entre nosotros. Incluso se me pasó por la cabeza que esa toxicidad había terminado contaminándome.
—Eros y yo estamos saliendo —exclamó Sole—. Es oficial, tenemos una relación.
—¿Eso significa que vendréis juntos a mi boda?
Sole contuvo una risita.
—Espero que me hayas puesto en su misma mesa...
—Sí, tranquila. Lucía colocó a todos los amigos de los novios en una misma mesa. Parece que estás más atenta a Eros que a la planificación... —me mofé mientras Lucía se quedaba al margen. Se había mostrado un poco ausente desde que había salido el tema de la boda.
Me quedé mirándola, intentando descifrar qué le ocurría. Iba a decirle que Nil podría hacerle compañía cuando Sole estuviese con su novio, pero su expresión cambió a una más seria y se me adelantó:
—No debería de decírtelo, pero sé que ya lo sabes.
Fruncí el ceño. Sole dejó de reírse.
—¿El qué? —pregunté preocupada. Por un momento pensé que había descubierto que eran mafiosos.
—Que Nil está enamorado de ti.
Toda arruga que había contorsionado mi rostro desapareció para dar lugar a un lienzo en blanco. Parecía mentira, pero escuchar la palabra «enamorado» junto al nombre de Nil era demasiado diferente a haberle oído a él mismo decirme que yo le gustaba cuando estuvimos en la cabaña. Podía comprender que pudiese sentir una atracción física, porque los dos tenemos ojos en la cara; sin embargo, de ahí a que hubiese otros sentimientos...
—¿Cómo lo sabes? ¿Nil te lo ha dicho? —musitó mi mejor amiga sin dar crédito.
—Sólo tuve que fijarme en él y en cómo te miraba... —confesó dirigiéndose a mí—. Cuando estuvimos hablando fue de eso.
Mi vista se había perdido en el suelo. Tenía que procesarlo.
—¿Lo sabías, Mireia? —pronunció la voz de Sole.
Mi nombre me despertó de la laguna negra en la que estaba sumergiéndome. Las observé a las dos y solté el aire de los pulmones lentamente.
—Supongo que sí. —Fue apenas un susurro—. Joder. Esto... es complicado.
Me mordí la boca.
—Espera, Nil te besó. En el río —recordó Sole.
—No ha sido la única vez —admití despacio y con la voz casi apagada—. Lo ha hecho más veces de las que quiero recordar. Es el mejor amigo de Ciro, joder.
ESTÁS LEYENDO
El lobo de la mafia
RomanceMireia no soporta las drogas, ni el alcohol, no desde que su padre las abandonó y su madre se volvió drogadicta. Ella se ha visto obligada a llevar su casa para adelante mientras estudia en la universidad. Ciro es el cabecilla de una de las mafias m...