Capítulo 22 | 16 de junio

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Mireia

La verdad duele, pero es la verdad. Antes solía recordármelo a mí misma. No porque los demás me hubiesen mentido alguna vez, sino para evitar engañarme a mí misma.

Parecía que había pasado una eternidad desde la última vez que supe de Ciro, pero no había pasado ni una semana. La tarde del viernes, me llamó al teléfono no-rastreable que ya era definitivamente mío. Dudé si coger la llamada, puesto que el domingo cuando me fui del ático habíamos tenido una conversación bastante seria sobre nuestra relación secreta.

—Aunque me encantaría, no pretendo cambiarte y tampoco creo que puedas hacerlo a estas alturas —le dije después del desayuno tardío.

La noche anterior habíamos visto una película y luego habíamos estado despiertos, compartiendo mil cosas sin necesidad de palabras, hasta que el sueño nos venció. Sin embargo, apenas había podido dormir una o dos horas y me había pasado el resto de la noche dándole vueltas a mi relación con Ciro.

No dejé que hablara. Tenía que soltarlo todo de una o no lo haría nunca.

—No sé por cuánto tiempo vamos a seguir así y tampoco sé por cuánto tiempo me será suficiente. Por ahora me basta, pero puede que el día de mañana quiera algo que no puedas darme nunca. —Carraspeé para deshacerme del nudo de garganta que me provocaba verlo mirarme de ese modo, tan rígido que no estaba segura de si iba a echarme de su casa de un soplido o a romperse en pedazos—. Ciro, yo quiero estar contigo para todo.

Durante unos segundos se produjo un silencio inquietante. No estuve segura de si decirle todo eso había sido lo correcto, no obstante, lo que tenía claro es que le había dicho la verdad. Él merecía saberla.

—Yo también quisiera exactamente eso —pronunció sin moverse y con una firmeza en la voz que hizo que me temblaran los huesos—, pero no sé cómo hacerlo ahora mismo, después de todo lo que ha pasado con Nil y su padre no puedo hacer otra cosa más que mantener esto en secreto. Y no quiero mentirte: no sé si puedo dártelo algún día. Ante todo, voy a protegerte, incluso si en un futuro eso significara no estar contigo.

—Creo que necesito pensar qué diablos estoy haciendo —balbuceé casi echándome las manos a la cabeza. Bajé la mirada porque sabía perfectamente que no podía alejarme de él, pero quería seguir luchando contra mis sentimientos y ver si era posible—. Quieren herir a Nil y esto, aunque no vaya con él, es muy próximo...

Vacilé antes de preguntar. Mi relación con Ciro, la mirara por donde la mirara, se basaba en Nil y en lo que había pasado antes de que nosotros comenzáramos algo.

—¿Qué fue lo que pasó con el padre de Nil?

Ciro guardó silencio.

—No me corresponde a mí decidir si contártelo o no. Si quieres saberlo, tendrás que preguntarle a él. Te aviso de antemano que es un tema muy delicado.

Asentí, cogiendo mi bolsa del suelo. Aunque un miedo me carcomía por dentro, no dudé en acercarme a él y besarlo antes de irme. Todavía podía notar su mano sosteniendo mi cintura.

Justo antes de que se cortase la llamada, descolgué. No me dijo demasiado. Quería que lo acompañara a un lugar dentro de media hora. Si quería ir con él, tendría que ir allí. Le dije que me lo pensaría y me dio una dirección.

Tampoco tuve tiempo de pensármelo mucho, puesto que el metro hasta allí ya duraba unos quince minutos. Me di una ducha rápida y decidí aceptar su cita. Después de varios días meditándolo, no había llegado a ninguna conclusión y como ya tenía bastante con el trabajo final de la universidad pasé de chamuscarme el cerebro con algo que seguramente no tendría la respuesta que esperaba.

El lobo de la mafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora