Capítulo 33 | Impulsos

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Nil

En el fondo, no quería que Mireia se casara con Ciro. Sabía que eso la expondría al peligro, pero lo cierto es que ya lo estaba y no había vuelta atrás. Aunque Ciro pensase que el matrimonio la protegería, la verdad es que ni él ni yo podríamos haber sabido con certeza lo que llegaría a pasar. La Careta era muy impredecible, una incertidumbre que jamás jugaría a nuestro favor.

Sin embargo, por otro lado, una parte de mí sabía que no podía interponerme entre los dos. Mireia ya sabía con quién se estaba juntando y Ciro era perfectamente consciente de lo peligroso que es ese mundo.

Cuando regresamos a la cabaña, Mireia se metió en el baño y cerró de un portazo. No me había dirigido la palabra desde la hostia que me dio. Y sí, me la merecía. Me la merecía por haberla metido en todo esto.

Por eso quizás me sentía en la obligación de llevarla al extremo, de que se enfrentase con sus mayores temores, de prepararla para lo peor, de hacerla dudar un poco. El amor nubla el juicio y quería que estuviese completamente segura de lo que iba a hacer cuando llegase el momento. Porque si algo tenía claro es que iba a aceptar la propuesta de matrimonio.

El problema de todo es que, con ese último beso, yo había empezado algo irrefrenable. El beso del ático fue un impulso pasajero, pero ahora había surgido algo más entre los dos. Había algo especial y no estaba del todo seguro de qué era lo que me hacía anhelarla. Querer más de ella, querer enfadarla y hacerla reír al mismo tiempo. Pero sólo pensarlo me erizaba la piel.

Aquello podía convertirse en un aprieto. Debía actuar con la cabeza, en frío. Ella tenía razón con todo. Era la novia de Ciro y la besaba sin escrúpulos... Pero había algo en lo que esperaba no equivocarme. Al fin y al cabo, los impulsos son los que nos mantienen vivos.

El lobo de la mafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora