Capítulo 73 | Caminar a oscuras

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Mireia

No todo es blanco o negro, hay una infinita escala de grises en medio. Y ese es el problema: que, si todo fuese A o B, la respuesta sería más sencilla. Como en los test donde ya, por lo menos, sabes que una respuesta es correcta.

Pero en la vida real no ocurre así. En la vida real hay distintas alternativas y ninguna es del todo correcta o buena. Siempre y por diminuta que sea, hay una pieza que no encaja con tu idea perfecta y que da lugar a una retahíla de consecuencias que desconoces en el momento en el que tomas la decisión.

Puede que estuvieras años ahorrando para comprarte un coche con la idea de que así no tendrías que pedir un préstamo, sin embargo, conforme pasaron los años los precios subieron. Deberías haber cogido el préstamo y haberlo comprado antes. Aunque fuera una buena alternativa, había una incógnita que truncó tu camino.

En la vida, el riesgo está presente en cada segundo. Por pequeño que nos parezca.

Compartir esos días con Nil después de todo lo que había ocurrido no había sido nada fácil. Ya conocía el riesgo de estar a solas con él, lo que podía pasar si no mantenía las distancias. Ingenua de mí que por un momento pensé que había cambiado, pero no había sido así. Me seguía encontrando entre la espada y la pared. Nil seguía poniendo una afilada hoja en mi garganta y continuaría haciéndolo hasta que me cortara.

En un momento de debilidad, acepté que lo hiciera. Las cosas se estaban volviendo demasiado turbias en ese tira y afloja que manteníamos. Uno de los dos acabaría muy mal, puede que incluso los dos. Lo peor es que quería hacerlo. Deseaba terminar con todo, fundirme con él en el infierno y acabar lo que había surgido sin querer, lo que esa noche empezamos.

Estaba segura de que una noche de desenfreno culminaría la atracción y que todo volvería a ser como antes. Y estaba tan segura de que él pensaba igual... Sí, lo estaba.

La noche anterior había regresado a Barcelona y Ciro y yo habíamos hablado con sinceridad. Fue la mejor elección que pude hacer. Estaba muy alterada por lo que estaba pasando con Nil, no quería que sucediese (no del todo al menos), pero tampoco sabía ya cómo evitarlo. Casi entro en un ataque de ansiedad cuando le dije la verdad, sin saber cómo leches explicarle que, aunque hubiera pasado, yo no quería separarme de él.

No lo merecía. No me merecía un corazón tan bueno. Ciro se había puesto en mi piel y me había comprendido. No creí que nadie en el mundo pudiera hacer eso, y él lo hizo. Y no mentía. Ciro cumplía, siempre. Era sincero y me amaba tanto que siempre pondría mi felicidad por delante de todo lo demás.

Nos quedamos hablando hasta las tantas y vimos fechas para el viaje de novios. Estábamos deseando hacerlo, estar los dos juntos lejos de todo.

Sin embargo, ojala haber partido esa misma noche... Porque las noticias que nos trasladó Mateo esa mañana fueron la gota que colmó el vaso. Apenas había empezado a amanecer cuando me di la vuelta en la cama en busca de Ciro. Abrí los ojos al darme cuenta de que no estaba.

Justo entonces entró por la puerta que da al balcón con el rostro descompuesto. Nada más verme se pasó una mano por la cara y dejó el móvil de mala forma en el mueble del rincón.

—¿Ha pasado algo, Ciro? —logré articular.

Tragó saliva, moviendo su nuez.

—Qué no pasa... ¡Mierda! —gritó fuera de sí y cerró de un portazo.

Me levanté y me acerqué corriendo a él para que no se fuera.

—Dime, ¿qué ocurre? —insistí reteniéndolo por el brazo.

El lobo de la mafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora