Capítulo 13 | Tormentas

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Nil

No la había cagado a propósito. Desde que las cosas salieron tremendamente mal esa noche me culpé de haberla metido en aquel mundo de mierda. Se lo había dicho, tanto si lo sabía como si no, para que lo supiera, para recordárselo, para que viera dónde estaba y con quién. El mundo en el que nos movíamos era muy peligroso, aunque Ciro no era mala persona. De hecho, tenía un corazón de oro.

Lo que nos había pasado, las circunstancias, miles de cosas, como a todos, nos cambian y nos hacen hacer cosas que jamás pensamos que haríamos.

Mireia se sorprendió y vi su mirada de terror al oír la palabra «capo», pero lejos de lo que pensaba no había salido huyendo. Al menos eso me relataba Ciro aquella mañana.

Había venido a verme a mi lugar favorito. Llevaba yendo allí desde el asesinato de mi padre porque me recordaba a él. Cada vez que iba me repetía lo mismo.

Luchó por mí hasta el final..., me vengó y lo pagó con su propia vida.

Los barcos se mejían con el viento helado de esa mañana, el mar estaba más turbulento que de costumbre y las nubes oscuras presagiaban una gota fría. Ciro llegó andando hasta el muelle y se dejó caer a mi lado.

—Víctor está muerto —pronunció sin titubear—. Tienes que tomar las riendas.

—Lo sé. —Asentí—. Iré a la reunión del viernes para cerrar el trato y coger la ruta. Le he dicho a Miguel que venga conmigo, él será el encargado del transporte.

—¿Crees que es buena idea dejar que sea él? —inquirió inseguro—. Eres la última persona a la que quiere ver liderando la banda.

Me encogí de hombros.

—Es el único que podría hacerlo. —Resoplé—. Joder, Ciro, me has metido en un marrón. Els Brétols no está especializado en ese tipo de trabajos...

—Te recuerdo que todo esto es culpa tuya.

Me tuve que callar. Ciro podía ser mi mejor amigo, pero el trabajo era el trabajo. Lo peor es que tenía toda la razón del mundo. Si no fuera porque me llevé a Mireia de la discoteca, no habría tenido que vender esa fábrica y tampoco que matar a Víctor... Sin embargo, los dos sabíamos perfectamente que tarde o temprano íbamos a tener que tomar alguna decisión en el norte de Cataluña.

Habían fotografiado el lugar durante un encargo y no habría faltado demasiado para que las cosas comenzasen a salpicarnos.

—¿Cómo lo vas a hacer con Mireia?

Sabía que esa chica lo traía loco y la verdad es que nunca lo había visto tan feliz. A ver si al final yo había hecho bien al cometer ese error.

Mi mejor amigo dejó salir el aire sonoramente.

—No puede volver a pasar. No puedo tener una relación con ella.

—No vas a soportarlo, Ciro.

Cuando dije esa frase su respiración se detuvo en seco.

—Lo haré si con eso la mantengo a salvo —habló sin girarse.

Se levantó con la intención de marcharse del puerto.

—¿Has pensado en lo que dije? —Me miró de nuevo, intentando acordarse—. Puedes ser más listo, joder. ¿Acaso vas a dejarla escapar ahora que la has encontrado? Veo cómo te cambia la mirada cada vez que me hablas de ella, cómo reaccionas cada vez que la nombro. Tú no hubieras removido cielo y tierra para encontrar a Víctor en tan poco tiempo. Temías que a ella le ocurriera algo, te lo veía en la cara, tío. Mireia es alguien especial.

El lobo de la mafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora