Capítulo 68 | El juego de la vida

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Mireia

¿Cuánto estamos dispuestos a soportar con tal de no traicionar a las personas que queremos? No conocía la magnitud de esa pregunta. Todavía. Pero siempre hay alguien que nos lo expone, desnudándonos con una sola pregunta.

Me vestí rápida en el dormitorio y dejé la toalla sobre la mampara para que se secara. Me resultó raro estar allí de nuevo y no sabía qué hacer en aquel espacio. Me senté en el sofá e intenté tranquilizarme. No había hecho más que salir de casa, nos habían perseguido, había sufrido un accidente en la carretera y me había besado con Nil.

Sumergida como estaba en mis pensamientos, no reparé en que había dejado sobre la mesa unas tostadas con queso crema y aguacate y había ido a por un botiquín hasta que se arrodilló a un lado y me cogió la mano. Hice amago de rescatarla, pero él apretó un poco el agarre para evitarlo.

—Voy a curarte.

Cedí y le permití que me echara antiséptico y le pusiera una venda.

—Déjatela puesta para que no se te infecte. ¿Te duele algo?

Negué, todavía sin pronunciar palabra.

—¿No te duele esto? —alargó una mano y presionó ligeramente sobre el hombro.

Solté un alarido. No había caído en la cuenta de que antes, cuando había salido de la ducha, se había percatado del hematoma que ya me estaba saliendo. Se volteó y sacó del botiquín una caja de pastillas. Sacó una y me la tendió.

—Ten, tómate un analgésico.

—¿Es que eres médico?

—No me hace falta ser médico para tomar un ibuprofeno —contestó recogiendo.

Me tomé la pastilla mientras él se duchaba y luego me zampé mi tostada. Nil tardó un poco más, supuse que estaba curándose las heridas que tenía en el cuello. El accidente no había sido para menos, aunque eso sí: podría habernos costado muy caro... Por no hablar de que Nil acababa de matar a alguien. En defensa, sí, pero había un cadáver de por medio y eso ya era algo muy fuerte.

En cuanto salió de la ducha le lancé la pregunta que me atormentaba.

—¿Qué vas a hacer con... lo de esta mañana? Pueden encontrarlo.

—Lo tengo bajo control —profirió bastante tranquilo, pero luego sacó una sonrisa burlona y me soltó—: Espera, ¿estás preocupada por mí? ¿Temes que puedan pillarme?

—¡No seas idiota! —grité, exasperada—. Estaremos en mitad de la nada, pero has mat...

No pude terminar la frase porque Nil me tapó la boca.

—Ni se te ocurra decir eso en voz alta. Jamás.

Gruñí contra su mano y forcejeé para que me liberara.

—¡Suéltame! —conseguí decirle después de morderle un dedo.

—Au. ¿Puedes mantener un secreto o no?

—¿Acaso no te sirve de ejemplo todos los que ya te he guardado? —escupí todavía molesta.

Parece que se conformó con mi respuesta. Me dijo que me acomodara mientras él salía a hacer unas llamadas y a asegurar el perímetro, por si acaso. Me preguntó si sabía usar un arma y, cuando respondí que no, puso los ojos en blanco. Finalmente sacó una pistola (por si acaso) y le quitó el seguro.

—Está cargada, sólo tienes que apretar el gatillo.

Asentí, tragando saliva. Se fue algo más tranquilo y me dejó a solas con un arma a punto sobre la mesita del salón. Empecé a cuestionarme si de verdad estaba preparada para aquello. Ciro estaba dándome facilidades, pero Nil era todo lo contrario. Nil me ponía a prueba.

El lobo de la mafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora