Capítulo 45 | Confesiones

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Nil

Cuando desconoces lo que sientes, toda tu vida se vuelve una espiral de vacíos que anhelas llenar como sea. Por suerte, con un poco de cabeza puedes evitar cometer algunas locuras que desembocan en errores.

Cuando Ciro me dijo que me fuera con ellos y sus amigas no me lo pensé. Después del desastre que había ocasionado con Mireia en la boda de Neus, había regresado a España con una percepción distinta de todo. Creo que recibí una lección esencial que no había aprendido bien.

Había hecho daño a alguien a quien quería. Mireia no era sólo la novia de Ciro, bueno, su prometida. Ya había ido aceptando que no podía evitar esa boda. Porque sí, interiormente, aunque no me hubiese dado cuenta, seguía empeñado en que Mireia cambiase de opinión. La verdad es que ella se había convertido en algo más que una amiga.

En la cabaña, había mezclado la atracción que sentía con la empatía que ambos teníamos con el otro. Mireia despertaba emociones que no había sentido nunca. Es como esa mejor amiga a la que deseas y a quien no puedes mostrárselo por miedo a que todo cambie. En mi caso, había hecho todo lo contrario y la había cagado. Se lo había dicho alto y claro cuando la había besado en el río y más aún cuando la había besado la noche siguiente.

Lo peor es que olvidar esos besos era imposible.

A pesar de todo, necesitaba seguir adelante como si nunca hubiesen ocurrido. Ella conseguía hacerlo, pues de verdad estaba enamorada de Ciro. ¿Por qué iba a fijarse en mí? No era más que un problema. Estaba siempre cagándola y le había hecho daño.

Creo que ella podía entenderme. Muy en el fondo lo hacía. Si no, no hubiese permitido que Ciro me invitase a la cena después de lo que pasó en el baño del hotel.

Había ido a la cena con más motivos de los que aparentemente había. Quería hacerle un regalo por su boda, pero llamarla al móvil resultaba penoso y encontrarme con ella a solas podría empeorar las cosas. Llegué tarde a propósito. Necesitaba ver su reacción. Lejos de lo que imaginaba se había mostrado normal. Durante la cena la vi tranquila, riéndose con todos nosotros y disfrutando de la velada.

Hasta entonces, parecía haber ignorado la complicidad que tenía con Ciro. ¿Había estado ciego? Su relación había crecido y no me había dado cuenta. Lo que tenían era mucho más de lo que yo había podido ver meses atrás.

Iban a dar el paso y no era algo sin importancia. Se iban a casar. Serían marido y mujer, algo que me asustaba a la vez que me emocionaba. Desde el principio supe que los dos estaban hechos para estar juntos, lo veía en Ciro cada vez que me hablaba de ella y luego pude verlo en Mireia cuando me confesó lo que sentía por mi mejor amigo.

Después de cenar fuimos a tomar unas copas a un pub de la zona, todos menos ella que pidió solamente un refresco. A su amiga Lucía le había caído en gracia y volvió a tomar asiento a mi lado en el reservado. Me gustaba su estilo. Le gustaba vestir pija y maquillada y al mismo tiempo llevar tatuajes y tallas dos veces más grandes que ella. Llevaba el pelo largo y tintado en color rubio ceniza, aunque podía vérsele un poco la raíz con su tono natural castaño oscuro.

—¿Quieres otro? —me preguntó inclinándose hacia mí en el sofá de cuero.

Se había percatado de que mi bebida estaba ya en las últimas.

—Sí, ¿vas a pedir?

Asintió y se levantó a por otra ronda. Aproveché la oportunidad para acercarme a Mireia, que se había sentado al otro lado de Lucía, y decirle lo que había pensado para su regalo de bodas. Ella estaba algo distraída de la conversación de Sole, Eros y Ciro. Era mi momento.

El lobo de la mafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora