Capítulo 2: Niñeras

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Me desperté con un gran dolor de cabeza

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Me desperté con un gran dolor de cabeza. No quería ni siquiera moverme para no sentir ningún síntoma de resaca. Pero el movimiento en la cama a mi lado me obligó a abrir los ojos y mirar la cabellera castaña que estaba sobre mi pecho desnudo.

No recordaba mucho de anoche, pero sí podía tener varios destellos de escenas. Juniper estaba en todas ellas. Bebiera cuanto bebiera ella estaba ahí atormentándome. Tardé solo unos minutos en volver a buscarla y querer besarla para quitarme de encima la frustración que llevaba conmigo a todas partes.

Pero cuando lo hice ella ya no estaba ahí. Ya había ido a bailar otra vez con mis amigos. Dominic ya se había calmado, pero Theo todavía quería joder. Los vi bailar y coquetear toda la noche y aunque sabía que él lo hacía apropósito porque sabía que yo no le quitaba los ojos de encima, lo que me molestaba era que ella no se diera cuenta y siguiera en su juego.

No era mi intención llevarme a la cama a una de las bailarinas, pero me dejé llevar por la embriaguez y frustración.

No me sorprendió para nada verla enojada cuando entró a mi habitación. No estaba asombrada de verme con otra mujer, lo que me dio indicios de que ya había entrado antes.

—¡Levántate, holgazán!—agarró ropa de mi armario y la tiró con brusquedad sobre la cama— tienes hijos que necesitan que los atiendas.

La bailarina saltó de la cama con rapidez y se tapó con la sábana.

—¿Tiene hijos?

—Si—contestó furiosa— cinco, para colmo.

—¡¿Cinco?! Dios mío —salió disparada por su ropa— lo siento, lo siento, yo no sabía.

—Está bien. No te preocupes, estamos divorciados.

—Le juro que no pasó mucho, señora— la chica estaba toda temblorosa mientras se metía en su vestido. Yo volví a cerrar los ojos, me dolía la cabeza—. Se lo juro por Dios. Lo intentamos, pero él no quería y me dejó quedarme a dormir. Él ni siquiera está desnudo, se lo prometo.

Juniper levantó la sábana con brusquedad para ver qué efectivamente tenía un bóxer puesto.

—¿Solo se manosearon?

—Si. Discúlpeme, por favor.

—Ya, ya. ¿Y a mí qué me importa si no estamos juntos? Ve, cariño, y abrígate que hace frío afuera.

¿Tenía que resaltar que no estábamos juntos? Eso ya lo sé, me lo repito todos los días para alimentar mi autocontrol. Es más, ni ebrio puedo dejar de decirlo. Mira cómo espanté a esta chica que ni siquiera pude dejar que me tocara porque pensaba una y otra vez que esas no eran las manos que me gustan. Esa no es la mujer que me gusta. Esa no es la mujer a la que quiero follar continuamente. Si, no hace falta que lo repita siempre que puede.

La chica de nombre desconocido se marchó pidiendo disculpas y unos largos segundos después escuché un suspiro.

—¿Te dormiste?— le dio un golpe en el pecho— te dije que te levantes. Te estoy llamando desde la mañana y tú aquí tirado semidesnudo y casi follando con la pobre chica.

Ni Que Fuera Por Nosotros [#3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora