Capítulo 8: Desesperación

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Dedicado a Karen C, gracias por leer y por querer a esta historia tanto como yo ❤️
Te mando un Aaroncito por paloma mensajera.

Dedicado a Karen C, gracias por leer y por querer a esta historia tanto como yo ❤️Te mando un Aaroncito por paloma mensajera

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Cuando despierto en la mañana es gracias a Megan que subió a la cama y se acostó junto a mí. Con su nariz pegada a la mía, sus ojos verdes son lo primero que veo al abrir los míos. Me sonríe tiernamente y deja su mano sobre mi mejilla.

—Bun día, mami.

—Buen día, amor.

Pasa su dedo índice por las bolsas de mis ojos, posiblemente, están hinchados de tanto llorar anoche. La abrazo y nos quedamos así unos cuantos minutos hasta que recompongo mi energía y me levanto. Le enciendo la televisión para que se entretenga mientras me cambio de ropa.

Dejé el móvil sobre la cómoda con la pantalla hacia arriba mientras me abroché la camisa celeste. Aaron no había escrito, supongo que no escucho mi mensaje y me alivia un poco, solo fue un momento de debilidad. Estoy bien, todos estaremos bien y voy a resolver nuestros problemas antes que él regrese. Ya tuvo suficientes días frustrantes como para que yo lo atosigue con esto. Yo puedo.

Yo puedo. Yo puedo. Yo puedo. Bajo las escaleras de la casa repitiéndome esto. Yo puedo, tengo que resolverlo sola.

No tengo apetito esa mañana. Termino de peinar a Violett y a Megan mientras desayunan y luego recogen sus mochilas antes de ir al coche. Los llevo a clases y dejo a los mellizos en la guardería con las niñeras de paso hacia la editorial.

—June, cariño, ¿Cómo te ves en una firma de libros?—Lucinda me intercepta con esa pregunta que me llena de alegría, pues siempre quise tener mi propia firma de libros, conocer a la gente que leyó lo que escribí y escuchar sus opiniones en persona.

Pauso mi alegría recordando los conflictos familiares que tengo. No es momento para que yo ande con estas cosas que no tienen importancia. Niego con la cabeza y Lucinda borra la sonrisa.

—¿Qué ocurre?— me agarra del brazo cuando desvío la mirada y me lleva hasta su oficina. Salí de casa con la mente centrada, pero a la primera pregunta que me hacen ya quiero llorar—. ¿Nena, qué pasa?

—Es que…es que…

Me abraza cuando contraigo el rostro para no derramar lágrimas, pero no lo consigo cuando estoy con la cabeza sobre su hombro. Me acaricia la espalda.

—Ya, ya, tranquila. Lo que sea que pase, lo resolverás.

—No sé cómo hacerlo.

—Encontrarás la manera. Te ayudaré, cuéntame qué es y lo resolveremos juntas.

Me senté en el sofá, ella frente a mí sosteniendo mis manos y limpiándome las lágrimas y el maquillaje corrido con servilletas. Le conté lo ocurrido el día anterior y no pudo creerlo, estaba indignada. Me intentó consolar, pero comenzaba a creer que ya nadie podría hacerlo si ni yo misma puedo.

Ni Que Fuera Por Nosotros [#3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora