Capítulo 41: Hadita

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Feliz cumpleaños, Keili. Te mando un beso, un abrazo y un Aaron de regalo.

MARATÓN 1/4

La sigo con la mirada mientras está haciendo dormir a Megan en la sala y luego la acuesta en la silla rodeándola de almohadas

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La sigo con la mirada mientras está haciendo dormir a Megan en la sala y luego la acuesta en la silla rodeándola de almohadas. La veo frotarse la espalda y estirar los brazos antes de comenzar a juntar del suelo los juguetes que dejaron tirados.

Me sofoca pensar que si le aparto la mirada algo ocurrirá que me la quitará y otra vez me lo perderé. Apenas tiene un mes, pero desde que lo sé no puedo dejar de verla con cara de embarazada aunque ni siquiera se le note. Para mí ya le cambió el rostro, se ve más reluciente y sus mejillas más rosadas, pese a que su piel esté pálida. Sus pechos todavía le duelen y no me deja quitarle la molestia porque dice que yo le provoco más. Pero ahí está sin dejar de quejarse.

Todos los juguetes que recogió vuelven al suelo cuando sale disparada al baño. La sigo, sin borrar la sonrisa y le sostengo el cabello.

—No sé qué es tan divertido—me regaña mientras se lava los dientes y la espero en el lavabo.

—No es divertido, solo me agrada.

—¿Te agrada verme vomitar?

—Me agrada estar presente para verte vomitar por nuestro bebé —le paso la toalla para que se seque la boca—. El poco tiempo que estuve para los mellizos, no tuviste síntomas, los tuve yo.

—Eres muy raro.

Me encargo de terminar de recoger los juguetes mientras ella se acuesta en el sofá y levanta los pies sobre la pequeña mesa.

—¿Me haces un té de limón?

No suele gustarle ese té, pero igual se lo preparo y le hago masajes en la columna mientras lo bebe de a poco.

—¿Mejor?

—Si.

—¿Te avisé que mañana nos van a traer lo que se llevaron en el robo?

—¿Lo recuperaron todo?

—Al parecer.

—¿Hasta el dinero?— me miró sobre su hombro.

—Menos del que se llevaron. Según me dijeron, traerán unos quinientos y algunas de las joyas.

—¿Quinientas libras?—asentí y se sintió un poco más contracturada su espalda—. Dios.

—Tranquila, no es como si tuviera todo mi dinero guardado en un solo lugar.

Se giró entre mis piernas y me observó con los ojos entrecerrados.

—Cuando sales con esos comentarios de la nada me das un poco de miedo.

Riendo la quise besar, pero su dedo me lo impidió.

Ni Que Fuera Por Nosotros [#3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora