Capítulo 39: Gripe

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Dedicado a Mirta R. Feliz cumpleaños, bonita. Sé feliz.

Cuando abro los ojos tengo a Aaron a mi lado arrodillado con mi cabeza en sus muslos y mirándome preocupado

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Cuando abro los ojos tengo a Aaron a mi lado arrodillado con mi cabeza en sus muslos y mirándome preocupado.

—No me digas que me desmayé.

—Si. Te bajó la presión. Ya llamé al médico, me dijo que debió ser por la gripe y el estrés del día.

—¿Lo llamaste así?—Tiene los pantalones bajos, tengo su cosa a poca distancia y mi vestido está hecho un desastre con mi cosa al aire libre también.

—¿Qué querías que hiciera? Te desmayaste en el peor momento.

Me ayudó a levantar con cuidado y me puso almohadas en el respaldo. Luego se quitó la ropa y se puso el pijama, me ayudó a mí qué aún sigo un poco estúpida y se acostó a mi lado dejándome apoyada en su pecho.

—Estoy bien —le aseguré acariciando sus pectorales desnudos. No respondió y me dejó dormir hasta el día siguiente sin interrupciones.

Cuando desperté ya no estaba en la cama, se estaba duchando y yo me preparé la ropa para salir. Me sentía mucho mejor que anoche, pero hoy es mi cita en el médico y sin duda le comentaré de mi malestar aunque probablemente no sea nada grave, más que una tonta gripe.

Una vez que elegí la ropa que me iba a poner, entré al baño mientras él salía de la ducha, le di la toalla y me quité la ropa.

—¿Te sientes bien? —preguntó amarrando la toalla en su cintura.

—Si, me duele la cabeza solamente.

Se hizo a un lado y me dió la mano para ayudarme a entrar a la ducha, abrió la canilla para mí y se quedó ahí esperando la invitación.

—Tú ya te bañaste —le recordé como toda una sabelotodo.

—No me lavé los pies —tiró su toalla sin esperar más—. Permiso.

Se metió conmigo. Perdón, corrijo, ambos se metieron conmigo, él y su polla mega despierta. Le di la espalda sonriendo y busqué mi shampoo tranquilamente.

Casi se me cae de las manos cuando sentí cierta cosa rozar mi espalda baja y luego su voz ronca en mi oído.

—¿Me pasas la esponja?

No había entrado al baño con esta intención, pero si insiste…

—Por supuesto —dejé el shampoo y agarré la esponja. Se la pasé por encima de mi cabeza sin voltearme a verlo y cuando la quiso agarrar se resbaló entre las manos de ambos y cayó en mis pies —Ups. Deja que te la alcanzo.

Sin doblar las piernas y con total intención de lo que estoy provocando, me incliné hacia abajo para alcanzar la esponja y dejarle a su disposición mi trasero. Me acarició la espalda y me agarró de la cintura, apretando sus dedos en mi piel, escuché una leve risa ronca.

Ni Que Fuera Por Nosotros [#3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora