Capítulo 11: La familia que elegí

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ADVERTENCIA+18
(por fin)

Me observó durante minutos hasta que llenó su pecho de aire y acto seguido me besó apasionadamente

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Me observó durante minutos hasta que llenó su pecho de aire y acto seguido me besó apasionadamente.

Llevaba tanto tiempo deseando aquello que no me cabía la emoción en el pecho, sentía que en cualquier momento se me iba a salir el corazón por las orejas.

—¿No que ibas a ir despacio?—lo molesté en cuanto empezó a subirme la falda y a manosear mis tetas. A ver, no me quejo en lo absoluto, solo me gusta muchísimo molestarlo.

—¿Quieres que vaya despacio ahora?— me retó con la mirada, pero no estaba dispuesta a que parase justo en ese momento. Volví a besarlo y a desabrochar los botones de su camisa.

Estábamos tan acelerados que ni siquiera sé cuándo fue que la ropa empezó a caer. Ya me encontraba en el sofá sin falda ni top cuando me di cuenta. Besé todo su pecho y bajé hasta su pantalón, lo desabroché y lo bajé.

Me gustaría decir que había olvidado lo bien que se sentía estar en sus brazos, pero no sería cierto, jamás olvidaría eso. Sus caricias y sus besos no pueden ser igualados por nadie más.

Se levantó para sacarse los pantalones y yo lo esperé pacientemente. Dejé que se deshiciera él mismo de mis bragas y se posicionó entre mis piernas cuando estuvo listo. Entonces, antes de empezar, me observó atentamente como si esperara algo de mí.

—¿Qué? No me mires así. No te voy a decir que no ahora, eh.

Rodó los ojos.

—Ya sé. Es que no tengo preservativos.

—¿No tienes?

—Te dije que no estuve con nadie. ¿Para qué necesito algo que no uso?

Miré a los costados, de modo culpable, mientras abría el cajón de la mesa de luz donde había una tira de condones.

—Yo tampoco los uso, pero siempre estoy preparada. Ya sabes, por si te apareces en mi puerta en algún momento.

Se rió mientras agarró uno y se lo colocó.

—¿Estás cómoda o quieres ir a…?

—No, ya mételo de una vez, hombre —agarré su cintura y lo bajé hasta la mía—. Dios mío, hablas demasiado. ¿Tengo que darte clases a esta altura de la vida de cómo meter un…¡Ay, mamá!

No hizo falta ninguna clase de nada. Lo metió de una vez demostrándome que la única que necesita callarse soy yo. Mi respiración se entrecortó, mis ojos dieron una vuelta y mis uñas se clavaron en sus hombros.

—Perdón, ¿Te interrumpí? ¿Lo saco así terminas de hablar?— y sacó su miembro hasta la punta mientras pasaba su brazo por debajo de mi cuello para hacerme de almohada —No te quedes callada ahora, necesito clases. ¿Qué debo hacer ahora? ¿Meterlo? —lo introdujo otra vez hasta el fondo haciendo que mi espalda se arquee y mis pechos presionen el suyo —¿Sabes? Si no me dices que hacer voy a tener que improvisar.

Ni Que Fuera Por Nosotros [#3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora