Capítulo 44: Sobreprotector nivel Lord

8.7K 813 238
                                    

MARATÓN 4/4

Me devolvieron una parte de mi felicidad y nada más lindo que agradecerle al procreador de esa linda niña con besos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Me devolvieron una parte de mi felicidad y nada más lindo que agradecerle al procreador de esa linda niña con besos.

Sobre él en la cama, le lleno el cuerpo de besos y los disfruta acariciándome el cabello. Así paso las siguientes semanas, ya no puedo permitirme estar triste, voy a recuperarme de esto y nada mejor que hacerlo con mi familia y el hombre que amo.

Aaron y yo lo seguimos intentando incansablemente. No vamos a parar, no nos vamos a dejar vencer por nada ni nadie. A pesar que duele visitar a Carla y ver la progresión de su embarazo cuando cumple meses y se le nota cada vez más. Yo podría estar como ella a esta altura. Sin embargo, sigo delgada y con mi peso normal.

Aaron me recuerda que no peso nada cada vez que me levanta con un solo brazo sin problemas. Cómo ese fin de semana que me llevó a la suite de uno de sus hoteles en el centro de la ciudad y pasamos la noche solos.

Es pleno día y parecemos dos locos amantes que se esconden en un motel para follar y tal vez sí lo seamos, pero es divertido escaparnos de nuestros hijos. Se vuelve una rutina de estrategia y rapidez cada vez que queremos privacidad. Incluso terminamos haciéndolo en el coche porque no podemos estar dentro de casa sin que nos estén persiguiendo.

Ese día después de llegar del trabajo me dejo caer en las sillas del jardín a tomar sol. Termino de leer uno de los manuscritos para corregir mientras tengo a los niños y a las mascotas jugando a mi alrededor.

Me alertan que llegó su padre cuando los oigo gritar emocionados.

—¡Papi llegó!

Viene como todo un galán, con los lentes de sol puestos, su camisa sin terminar de cerrar y dando pasos firmes y seguros de sí mismo. Me enamora con solo verlo todos los días, con o sin ropa, da igual.

Y está vez no viene solo.

Trae en su brazo un pequeño perrito de color negro. Los niños van a él rápidamente y me le acerco despacio atándome mi falda de playa a la cintura.

No veo sus ojos por la oscuridad de sus lentes, pero estoy segura que primero me ve las tetas oprimidas, como dice él, por mi bikini, y luego a los ojos.

—¿Qué es eso?

—Un perro.

Los niños no lo tocan para no asustarlo, pero le están alrededor viéndolo enternecidos mientras el pequeño cachorro olfatea el césped.

—¿Por qué tú puedes traer perros y yo no?

—Tú traes cualquier cosa. Yo tengo buen gusto.

El cane corso me olfatea los pies y lo levanto del césped. Es hermoso, lo abrazo contra mi pecho y lo acaricio sintiendo las manitas de mis hijos intentando llegar a él, pero toqueteandome el cuerpo a mí.

Ni Que Fuera Por Nosotros [#3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora