Capítulo 32: El amor que no se devuelve

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Dedicado a Jeanny. Bendita seas, hermosa.

Mi respiración está calmada, todo mi cuerpo está sereno

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Mi respiración está calmada, todo mi cuerpo está sereno. Les pedí a todos que se fueran y respetaran mi espacio. Ahora estoy sola otra vez. Yo y un teléfono sin llamadas. Le envié un mensaje a Xavier que no respondió, pero claramente si vio.

Mi masoquismo me hizo mirar otra vez el vídeo. Y otra. Y otra. Y se sigue viendo igual de horrible y doloroso en todas las anteriores. Tantas preguntas surgen, tantas respuestas que yo misma me invento. Tanto dolor en mi columna que me hace sentarme varias veces y levantarme cuando siento que me ahogo.

Abro todas las ventanas para que entre el aire frio y me sirvo un vaso completo de la primera botella de alcohol que encuentro.

Esto no es lo que creo. No es lo que creo. No es lo que creo.

¿Pero dónde carajo está? ¿Por qué no llama para justificarse? ¿Qué está haciendo?

Levantó el teléfono, pero no para llamarlo a él.

—Busca a la francesa—le pido a mi guardaespaldas—. Se llama Linda.

—Si, June.

Subo al último piso de la casa donde está la terraza más grande que mi balcón. Me dejo caer en la tumbona con la botella y el teléfono apoyado sobre mi pecho.

Toda la noche me quedo despierta y no llama. No hay señales de él, ni de ella, porque Kevin solo tiene una noticia y es que ella estuvo en la fiesta y luego se volvió a su habitación de hotel. No dijo sí sola o con alguien. Y más le vale haber ido sola.

—¿Necesita algo más?— me habla Kevin a mi espalda.

Cinco horas y media pasaron desde que apareció la primera foto en internet y he contado más con mis empleados que con mi novio. Me han escrito más desconocidos que él. Me han llamado más extraños que él. No se me ha caído una lágrima y solo porque tengo la garganta cerrada del shock que tengo encima.

—¿Crees que lo hizo? ¿Me engañó?

—Te mira de una forma en la que no es creíble que haga una cosa así.

—¿Me engaña o no?

—No.

Cuando giro veo que no está ahí parado solo. Chuck y Nikolai, guardaespaldas de Mateo y Ethan, están detrás de él.

—Nadie pasa ese portón si yo no lo autorizo, ¿Entendido?— los tres asintieron —déjenme sola.

Sigo la noche allí esperando algo y no pasa nada. Se hacen las cinco de la mañana y muerta de frío me apoyo en el barandal, pestañeando varias veces veo desde la altura el portón principal igual de cerrado que siempre. No entró por ahí así que probablemente haya tenido que entrar por la puerta trasera de los empleados. Levanto mi dedo para que no se acerque más cuando escucho sus primeros pasos en la terraza.

Ni Que Fuera Por Nosotros [#3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora