Capítulo 53: Seis

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Duele como si mil demonios estuvieran dentro mío martillándome desde adentro

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Duele como si mil demonios estuvieran dentro mío martillándome desde adentro. Había olvidado el dolor del primer embarazo y eso que fue doble. Sentía la necesidad urgente de pujar, pero me decían que todavía no era momento.

Estaban acomodando todo a mi alrededor, conectándome a los aparatos y vistiendo a Aaron con el delantal y la cofia celestes. Vino a buscar tan rápido como terminó y entrelazó sus dedos con los míos.

—¿Estás bien?

Asentí sin fuerza para responder con palabras.

—Bueno, señorita, cuando le diga hará la fuerza como lo practicamos, ¿De acuerdo?—me dijo una partera y asentí otra vez.

Había fantaseado con este momento durante meses, día tres día esperé ansiosa estar aquí teniendo a mi bebé en mis brazos. Pero ahora…solo tenía miedo, tanto miedo como la primera vez en la que tuve que hacerlo sola y ahora no es por esa razón, sino porque me da miedo no ser tan fuerte para resistirlo.

—Los niños…los niños…

—No pienses en ellos ahora, están bien. Concéntrate en esto —me exigió Aaron, escuché sus palabras y me las repetí.

Miré al amor de mi vida y entendí que estaba más asustado que yo. Sus manos temblaban entre las mías, sus ojos estaban desorbitados mirando todo a su alrededor, sin entender nada, pero sin perder de vista a ninguno para que nada se salga de control.

—No te vayas a desmayar.

—No lo haré, no trajeron otra camilla y no pienso tocar este suelo —su broma llegó en el momento correcto, haciéndome reír entre lágrimas.

Vi cómo la partera terminó de acomodarse y apreté la mano de Aaron con fuerza.

—June, ya puedes pujar.

Lo hice con todas las fuerzas que tengo y las que no también. El dolor es insoportable, desgarrador, aprieto los dientes con tanta fuerza que me duelen. Cuando tomo aire para descansar me limpian la frente de sudor y Aaron me besa la mejilla dándome fuerzas.

—Más fuerte.

—No puedo…

—¿Qué dices? Si que puedes —me aseguró mi prometido, pero negué —No, no. Si puedes, hazlo. No me niegues así. Necesito que lo hagas, amor.

—No puedo…

—Si puedes, si puedes. Yo sé que sí —me centró los ojos en él—. Confía en mí, yo sé que puedes traer a nuestro hijo a este mundo.

Lo intenté por él y volví a pujar con fuerza. Y otra vez y una más. Porque él tiene razón, siempre la tiene, soy la única que puede traer a nuestro hijo a este mundo.

La sala estaba llena de ruidos, los pitidos de las máquinas, las indicaciones de los médicos y mis gemidos agonizantes que me eran incontrolables.

—June, necesito que respires profundo y lentamente y vuelvas a empujar —me indicó la médica firme, pero cargada de preocupación. Asentí dispuesta a obedecer, agarrándome con fuerza de las sábanas y la mano de Aaron triturándola.

Ni Que Fuera Por Nosotros [#3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora