Capítulo 43 - Por Bianca Winston.

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Llegamos a la sala de juntas con veinte minutos de anticipación para asegurarnos que los de IT hayan hecho las pruebas de sonido y proyección.

Stefan como siempre es muy puntual y viene unos cuantos minutos antes de que inicie la reunión y saluda cordialmente a todos; cuando la reunión comienza Any y yo nos sentamos a la par de él y cada una va tomando sus notas para luego hacer nuestras minutas y comparar apuntes.

En la reunión se revisa el cumplimiento de ventas, según proyecciones en cada país en que tenemos presencia y se acuerda presentar para el viernes, un plan con cursos de acción correctivos, para aquellos en que no se está cumpliendo dicha proyección.

No sé si el que Stefan no la haya agarrado conmigo, me alegra o me enfurece, dudo que lo haga por profesionalismo, creo que más bien quiere que sea yo quien explote y le reclame, ¡pero se equivoca!, si él sabe actuar con indiferencia, le voy a enseñar que en eso, ¡yo tengo un diplomado!

A las cinco y cuarto se da por concluida la reunión, Any ya tiene un borrador de la minuta, lo lee a los asistentes y se los envía al correo electrónico, si alguien tiene alguna modificación se lo hará saber al correo, de igual forma ella revisará contra la grabación y enviará un documento final mañana en la mañana. Nos despedimos de todos y nos vamos hacia nuestros cubículos y Any me dice.

—Recuerda que debes de archivar un dosier con toda la documentación, que se utilizó en la reunión y mañana debes de incluir la minuta final.

—Ok. —Le respondo buscando el archivo correspondiente a reuniones de ventas.

Aby nos pregunta si todo bien y si necesitamos ayuda, quince minutos después se retira a su casa, diez a las seis Stefan llama a Any para decirle que se quiere reunir unos minutos conmigo para revisar unos documentos.

Tomo la información de la reunión y voy hacia su oficina, sospechando que no es precisamente esa información la que quiere revisar.

—Señor Brown, me dijo Any que quería verme —Le digo aparentando tranquilidad, aunque me están comiendo los nervios porque temo no ser fuerte y terminar rendida ante él, y para empeorar la situación la mirada que me da lanza dagas, logrando que pierda todo el valor que llevo recolectando desde ayer que se marchó de mi apartamento.

—Sí Bianca, tenemos unos documentos que revisar, toma asiento —dice levantando nuevamente el auricular—. Any puedes irte a descansar, la señorita Winston y yo no tardaremos mucho verificando el informe —Cuelga y me mira.

Y así sin más, me he sentado tal como él me lo pidió, ¡tan sumisa como él pretende que sea!

—Tú y yo tenemos un asunto pendiente —me dice sacando un fajo de papeles que supongo deben de ser copia del estúpido contrato.

—No quiero tocar más ese tema y mucho menos aquí —le respondo sarcásticamente.

—Bien, ¿lo hacemos en tu apartamento o en el mío? —me pregunta cerrando su computadora y mirándome fijamente, en su rostro no hay ni un asomo de cordialidad, «se ha puesto en modo, ¡negociador implacable!», me digo a mí misma

—En ninguno, hoy ya tengo planes —le respondo viéndolo también de manera retadora, «¡a este juego podemos jugar los dos, cariño!», le digo en mi mente.

—Bien, tú decides, o pospones esos planes o agendas una reunión mañana por la tarde para que revisemos los documentos y me des una respuesta.

—¿Y si no te pienso dar ninguna respuesta? ¿Y si lo que quiero es hacer de cuentas de que no ha pasado nada entre nosotros? —le pregunto.

—Esa en sí, es una respuesta Bianca —me responde con sarcasmo.

Lo observo sin saber si besarlo o aporrearlo, ¡creo que me quedo con lo último!

—Sin embargo, si realmente decides tomar esa decisión, serias una mentirosa porque sabes que sí pasó, y que puedes irte al último lugar de la tierra, puedes tener los amantes que quieras, pero siempre pensarás en mí, ¿y sabes por qué? —Me pregunta con énfasis—. ¡Porque la atracción que existe entre ambos es inevitable! —Continúa diciendo, podría jurar que hay una nota de enfado en su voz—. Te garantizo que si en estos momentos me acerco a ti, tu pulso se acelerará y nuestras bocas no tardarán en unirse, ¡nuestros cuerpos buscarán el calor del uno en el otro, porque ha sido así desde el principio! ¿O vas a negarlo también? —me pregunta con toda la seriedad del mundo.

Y sé que tiene razón, nuestros cuerpos generan una atracción irrefrenable el uno por el otro, pero debo de poner resistencia, que yo sepa, ¡no ando cargando un cartel en la frente que diga a la venta!; así que no viene a la cuenta un contrato como si le estuviese prestando mis servicios, y si no lo quiere entender, ¡que se joda!

—No quiero que estemos solos, así que ni en tu apartamento ni en el mío, pero tampoco podemos dejarnos ver en público, ¿Qué opción tenemos? —Le doy como respuesta, recordando la cláusula de confidencialidad, tampoco es que yo me esté muriendo de ganas, porque nos vea todo el mundo juntos y sepa que me dejé follar por él.

—Siempre hay opciones, nena —dice levantando el auricular—. Que me preparen una sala de reuniones —hace una pausa—. Luego te explico, la quiero para dentro de media hora —hace otra pausa—. Deja el sarcasmo y sí que me manden cena —hace más silencio—. Sería algo para dos —hace otra pausa—. Ahora no estoy de humor, hablamos mañana y que me tengan lista la sala —Cuelga la llamada.

—¿Será que en parvularia no te enseñaron las palabras mágicas? —le pregunto con sarcasmo cuando vuelve a verme, no es por nada, ¡pero hasta enojado se ve sexi!

—Las únicas palabras mágicas que quiero escuchar son, ¡si acepto tu propuesta Stefan!, y las tienes que decir tú. Así que te concederé un lugar neutro, saldremos en cinco minutos.

—Lo siento tendrá que ser otro día, ya te he dicho que para hoy ya tenía planes, y lejos están de ir a discutir un estúpido contrato con el que quieres convertirme en una muñequita follable, —le respondo poniéndome en pie—. Y como mi tiempo libre no te pertenece, voy a hacer uso de él como y con quien yo quiera, —me aliso la falda que se me ha subido un poco por estar sentada y continuo diciéndole—. Así que si no me necesitas para nada más que sea de carácter laboral, voy a retirarme porque me esperan.

Lo veo apretar su mandíbula y esa vena que me encanta cuando se le salta, comienza a palpitar más de la cuenta. Su mirada tiene un brillo perverso que me dice que me voy a arrepentir por mi atrevimiento, sin embargo no voy a dar marcha atrás, así que me dirijo hacia la puerta y la encuentro con llave. «Maldición, me olvidé de esto», digo en mi mente.

—¿Me permites salir por favor? —le pido volteando a verlo.

—Muy bien Bianca, será como y al ritmo que tú digas, pero que te quede claro algo, ¡tú eres solamente mía! Y tarde o temprano firmarás ese contrato —asegura poniéndose en pie y dándome la espalda, viendo hacia afuera del edificio.

—¡Lo siento Stefan!, para mí firmar ese contrato, significaría darte el control de mi vida y eso nunca lo haré —le respondo—. Las relaciones de parejas, se basan en la confianza mutua, nada por obligación y mucho menos estipulado por medio de un contrato —mi voz suena indignada—. Y si lo que estás buscando es comprar una muñequita sumisa que sea follable, ¡te has equivocado de persona! —Él de inmediato voltea a verme y sus ojos ahora parecen lanzar dagas—. Me abres la puerta, por favor —vuelvo a pedirle, dándome la vuelta para salir, y rogando porque el nudo que siento en la garganta no me delate, escucho el clic de la puerta y sin voltear digo—. Buenas noches Señor Brown.

—Buenas noches, Bianca —responde con voz ronca—. ¡No olvides que eres mía!, resístete cuanto quieras, ¡pero eres mía! Y sé que me deseas tanto como yo a ti —me dice sin la menor duda en su voz.

Señor Brown no firmaré ese contrato.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora