Capítulo 93 por Stefan Brown,

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—Sí, ¡y terminaste con dos puntos en tu pómulo!

—¡Fue un accidente!

La observo y no sé, si enojarme o reírme de su carita, opto por quedarme serio y ella lo interpreta como que estoy enojado.

—No te enojes, estoy bien, ¡ya se me pasará! —me dice con voz suavecita.

Y de escondidas mete su mano entre nuestras piernas, y agarra mi mano, eso me hace sentir muy bien y le doy un leve apretón, nos quedamos así viendo el partido.

A este punto el marcador lo tienen veintidós a veinte, le hacen un pase a carolina, que va en el equipo de Bianca, ¡y sabrá Dios que mosca le picó a la pobre!, que comete un error garrafal, y en lugar de bloquear a la defensora rival, se confunde y va hacia el aro equivocado.

Todos comienzan a gritarle.

—¡Carito en ese aro no!, ¡en el del otro lado!

—¡En nuestro aro no! —le gritan sus compañeras

—¡Carito no! —le grita Bianca desde aquí.

Pero la dichosa Carito está totalmente ida y continúa su camino, lanzando la pelota directamente hacia el aro equivocado, ¡el aro de su propio equipo!, el balón entra limpiamente en la canasta equivocada, mientras todos nos quedamos observando con incredulidad, y todo se queda en silencio.

Hasta en ese momento la tal carito, cae en veinte de lo que acaba de hacer, y suelta a reír a carcajada abierta, y junto a ella, lo hacemos todos los demás, convirtiendo el anterior silencio, en un rugido de risas, y en cuestión de segundos todos estamos riendo.

Incluyendo al equipo de la tal Carito, y por supuesto que el equipo contrario festeja con más entusiasmo, ya que esa pequeña distracción les dio el empate; el árbitro detiene el partido por unos minutos, mientras las chicas luchan por recuperar la compostura y parar de reír.

Cuando reanudan el partido, ya en los últimos segundos, una de las chicas de mercadeo, ¡no sé cómo se llama!, le hace un pase a Clary y ella, con un giro rápido y un dribling espectacular, logra deslizarse entre los defensores rivales, y se encuentra frente al aro contrario.

Sin dudarlo encesta la pelota y recupera la ventaja para el equipo, todos en las gradas se ponen de pie, y entre ellos Bianca, yo la jalo para que se siente, pero no me hace caso.

Mi chica está feliz, e incluso se le olvida que acaba de recibir dos puntos en su rostro, ella brinca de alegría, tanto así que me abraza frente a todos y grita.

—Ganamos, ¡ganamos!, ¿viste que ganamos?

—Si... —le respondo riendo, y envolviendo mis manos en su cintura.

Lorena la jala y con entusiasmo le dice.

—¡Felicidades! —Luego en voz más baja le dice —todos los están observando.

Bianca voltea a ver a su alrededor y vuelve a la realidad, para disimular abraza a Lorena y a continuación a los que están cerca.

Me cabrea ver como el idiota de Javier la aprieta tanto que la levanta.

Las chicas que estaban jugando la llaman para que vaya a celebrar con ellas, este triunfo también es de ella, pues se esforzó mucho en los dos partidos anteriores, y de no ser por esos dos puntos, que tiene en su rostro hermoso, habría hecho un gran juego hoy también.

Así que sin pensarlo se va con ellas, y se abrazan y felicitan entre ellas.

Se ve feliz, y por primera vez, me doy cuenta de cuanto repercute su felicidad en mi estado de ánimo.

Finalizamos el torneo con la premiación de los equipos ganadores, en las diferentes disciplinas deportivas.

Sin lugar a dudas, este torneo va a pasar a la historia, no solo por el blooper que protagonizó Carolina, sino también por el golpe que se llevó mi ninfa de ojos verdes.

—Wilson se va a llevar tu coche, tú te irás conmigo —le digo cuando vamos camino al estacionamiento.

La mayoría se ha quedado bailando y disfrutando en la fiesta que quedó.

—¡No, como crees! —me dice asustada.

—Bianca por favor, no puedes manejar así como estás.

—Sí, pero no me pueden ver marchar contigo, le voy a pedir a Lorena que se lo lleve ella, ¡vino con Julio!

—No seas cabezota, además quiero que te quedes en mi apartamento, voy a cuidarte —le digo haciéndola a un lado, cuando veo a unos niños que vienen corriendo, y pueden golpearla.

Se toca el rostro y me dice.

—Los chicos se quieren ir conmigo, puedes llegar por mí más tarde, o mañana en caso de que me quede dormida —me pide haciendo ojitos.

—No, prefiero llevarte yo mismo y asegurarme que descanses, con tanto brinco que diste se te ha desangrado la herida, y hay que revisar que no se te haya roto un punto y luego cambiarte la gaza.

—¿Y vas a hacerlo tú? —me pregunta.

—No es necesario, yo puedo hacerlo —dice la metida de Sofía, que apareció de quién sabe adónde.

—No, quiero hacerlo yo, y estar seguro de que estás bien —le digo a Bianca, sin voltear a ver a Sofía.

—Estoy bien, en cuanto llegue me tomaré un calmante y lo más seguro es que me quede dormida pronto.

Julio y Lorena se acercan también.

—Nosotros nos quedaremos con ella —me dice la metida de Sofía, que ya me tiene hasta los cojones.

—Yo voy a conducir —le dice Lorena.

Bianca me mira con ojos suplicantes, y me cabrea que me ponga en esta situación.

—No, definitivamente, solo voy a estar tranquilo de que estés bien, si estás conmigo, vamos a mi apartamento, si quieren pueden venir con ella —les concedo a los tres.

—¿Por qué iría a tu apartamento?, ¿no crees que como su jefe, te estás tomando muchas molestias? —me cuestiona Sofía.

Volteo a verla, deseando mencionarle un par de cosas, del porqué, no tiene que meterse en la vida de los demás, y ¡mucho menos en la mía!

—¿Te parece que estoy actuando como su jefe? —le pregunto taladrándola con la mirada.

Escucho a Bianca gemir y vuelvo a verla, se ha recostado en su auto y se ha cubierto el rostro con ambas manos.

—¿Quieres decir que Bianca y Tú?

—¡Stefan por favor! —me pide Bianca.

Y su actitud termina de cabrearme, sus amigos no son parte de la empresa, ¿por qué la insistencia de mantener lo nuestro en secreto hasta con ellos?

—¿Qué, fui indiscreto? —Le pregunto al ver su cara de espanto—. ¡Disculpa!, ¿sabes qué?, has lo que quieras! —le digo dirigiéndome a mi auto.

—¡Stefan! —me grita ella, pero esta vez con voz suplicante.

—¿Qué? —le digo sin voltear a verla, mi voz sin lugar a dudas, le da a conocer lo cabreado que estoy.

—¡No te enojes!, en verdad voy a estar bien.

—Me llamas si quieres que vaya por ti —le digo subiéndome a mi coche.

Lo enciendo y me marcho, sin prestarle atención al círculo que prácticamente le han hecho sus tres amigos.

¡Al parecer, tienen mucho de que platicar!, digo viéndolos por el retrovisor del auto.

Señor Brown no firmaré ese contrato.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora