Capítulo 60 por Bianca Winston.

2.4K 174 1
                                    

En cuestión de media hora estoy lista y me sirvo un tazón con cereal y leche, para no tener el estómago vacío, porque ayer cené casi nada y puede comenzar a dolerme el estómago.

Escucho que suena el timbre, y no tengo ni la más mínima idea de quién se pueda tratar a estas horas de la mañana, cuando Julio pasa por mí me llama al teléfono para avisarme que ya está aquí y pedirme que baje.

«¿Será doña Juanita otra vez?», me digo a mí misma recordando que ayer realizaron la reunión y que se me fue por alto asistir.

En cuanto abro me llevo la sorpresa de mi vida, es Stefan enfundado en su tan bien tallado traje ejecutivo, ¡y se ve sexi y caliente!, ¡No puede ser!, «había escuchado hablar de hormonas alborotadas a fin de mes, ¡pero las mías, las había tenido controladas!», ¡Habías...!, se burla la chica traviesa en mi mente.

—Tenemos que hablar —me pide en tono suave.

—No, no tenemos que hacerlo —le respondo tajante—. ¡Ya dejaste claro cuáles son tus pensamientos sobre mí!

—¿Quieres que hablemos aquí afuera, para que todos tus vecinos se den cuenta de lo que ocurre?, ¿o me dejas pasar y hablamos tranquilamente? —me pregunta.

Me hago a un lado y lo dejo que pase, porque honestamente no se me antoja que los vecinos estén al tanto de mi vida privada, ¡y menos de mis líos amorosos!

—¿Qué tienes que decir?, dilo pronto y márchate que tengo que terminar de alistarme para ir al trabajo —le digo caminando hasta la cocina, y agarrando el tazón con cereal para ponerle más leche.

—¿Eso piensas desayunar? —me pregunta con tono de desaprobación.

—Sí, ¿algún problema? —le respondo con cara de no te importa, ¡y no te metas!

—¡Ese no es un desayuno saludable!, y dudo que hayas cenado anoche —me reprocha.

—Y yo dudo que hayas venido hasta aquí para saber qué desayuno, y mucho menos creo que lo hayas hecho para darme una clase de nutrición, ¡así que ve al grano y di lo que tengas que decir! —le pido cabreada, porque incluso en esto quiera controlarme.

—Debo de pedirte disculpas por lo que pasó ayer, realmente me comporté como un idiota.

—¡Qué bueno que al menos lo reconoces!, y yo no soy quién para discutírtelo —le digo mirándolo a los ojos—. Si solo eso querías, ¡ya puedes irte!, tengo que desayunar y terminar de arreglarme para irme al trabajo, quiero llegar temprano, ¡por si al energúmeno de mi jefe le da por andar fregando a todo mundo en la oficina! —le reprocho con sarcasmo.

—¡No suelo comportarme así!, ayer, me estaba matando el coraje al pensar que estabas jugando conmigo, a mí me rechazaste y de pronto te veo de lo más cariñosa con otro tipo, ¿cómo querías que reaccionara?

—¿Del gran Stefan Brown?, hubiese esperado que me preguntaras civilizadamente y ¡que no montaras semejante show en mi lugar de trabajo! —le reprocho con mayor indignación—. ¡Es más!, no sé cómo dices que te rechacé, si me entregué a ti por primera vez, ¿eso te parece que es un rechazo? —le pregunto viéndolo a los ojos.

—¡No quieres firmar el contrato que te propuse y eso me cabrea! —me responde mirándome fijamente también él.

—No me pareció verte molesto porque no lo hubiese firmado, ¡cuando me follaste! —le recuerdo cortante, prestándole atención al tazón de cereal.

—¡Moría de deseos por estar contigo!, si no te hacía mía ¡iba a enloquecer de ganas! —me responde acercándose, rápidamente me quito y me distancio de él.

Señor Brown no firmaré ese contrato.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora