Capítulo 77 por Bianca Winston.

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—Excelente idea, duchémonos juntos —me propone desabotonándose la camisa.

—¡Creo que no es precisamente en la ducha que estás pensando! —le respondo con sarcasmo, pero divertida de verlo siempre tan dispuesto.

—¡Mujer tan mal pensada!, soy todo decencia, solo quiero una ducha contigo, ¡porque tú insistes en que estás toda sudada!, ya si estando ahí adentro, se te antoja algo de lo que veas, puedo complacerte, ¡en permitir que lo tengas!

—¿Tú crees que se me pueda antojar algo de lo que vea? —le pregunto picándolo, sabiendo de más, que todo él, se me antoja siempre.

—Cuento con que sí, —dice sacándose la camisa, de forma sensual.

Yo lo observo y me pongo a reír, me siento en el espaldar del sillón y disfruto del espectáculo, pero el muy ingrato, solo se quita de esa forma la camisa y luego viene hasta adonde mí.

Dejo mi cartera en el sofá y me dirijo a la habitación siendo llevada de la mano por él, antes de entrar en el baño se quita por completo el pantalón, y me quedo admirando su monumental cuerpo que no me canso de ver, ni de admirar, y que por supuesto me prende rápido.

—Parece ser, que si te gusta lo que ves —me dice atrayéndome hacia él

—No, no te me acerques, estoy toda sudada aún, ¡guácala! —le digo intentando evitar que se tope a mí, de verdad estoy muy sudada, a pesar de que me cambié de camiseta.

—¡Me encantas sudada! —comenta con insinuación.

—Sí, ¡pero cuando tú me provocas el sudor! —lo contradigo.

—Estoy de acuerdo, así es mejor definitivamente, pero puedo lidiar con este —dice quitándome la camiseta y acariciando mi espalda—. Sí, ¡muy sudada! —concluye.

Desabrochándome el sostén y acariciando mi piel en los espacios, en donde lo va quitando, corre sus dedos hasta llegar a mis pezones, los acaricia y los presiona levemente, me escalofrío de inmediato, sus labios viajan a los míos y nos fundimos en un cálido beso, olvidando por completo lo pegajosa que estoy gracias al sudor.

Lleva sus manos hasta mi short y lo baja acariciando mis caderas, mientras tanto yo recorro con mis dedos su espalda, provocándole escalofríos allá por donde mis uñas van rozándo, muerdo de manera suave sus labios, mientras siento como él de manera diestra, acaricia mi centro y me hace gemir.

Sus labios bajan por mi cuello y de inmediato recuerdo mi cuerpo sudado.

—¡Baño! ¿Recuerdas? —logro articular entre gemidos.

—¡Como gustes! —me responde.

Separándose de mí y llevándome a la ducha, enciende el grifo y regula el agua para que caiga tibia, posteriormente se quita el bóxer dejando en libertad a nuestro apreciado amigo como él lo llama.

Aunque para mí no es solo apreciado, me tiene totalmente enviciada, al punto de que cuando pasamos más de dos noches sin estar juntos, mi mente soluciona su ausencia, dejándome tenerlo en mis sueños, aunque por lo general eso solo me produce frustración, porque como programada, despierto antes de llegar al clímax.

—Por tu mirada, parece que sí, ¡se te antoja lo que ves! —me dice divertido.

—¡Por supuesto!, ¿quién sería esta pobre humana, si no se le antojara semejante monumento? —le respondo divertida, comenzando a bajarme la braga.

—Deja, ya lo hago yo —me pide interrumpiéndome, y llevando él sus manos a ella, pero antes de hacerlo vuelve a acariciarme—. Monumento, ¡este!, —me dice.

Acariciándome con el dorso de sus dedos desde mis pechos hasta mis caderas, llega hasta adonde alcanza de mis piernas y sube acariciando con la palma abierta, se queda en mi centro y acaricia por encima de la braga.

Mientras tanto yo estoy que me muero por un contacto más profundo, sin querer quedarme atrás, lo agarro de su duro, pero suave miembro, lo acaricio al ritmo en que siento sus caricias y por fin siento mi braga bajar por mis piernas, y crece en mí, la emoción, porque sé que en breve, se viene lo que tanto anhelo.

Sin hacerse esperar me insta a subir en él, y yo obediente lo hago, sintiéndome por fin llena y completa, el gemido que se escucha es de ambos, y conmigo en brazos se dirige a la ducha, y siento como la calidez del agua acaricia nuestros cuerpos, mientras entre ellos hay una especial lucha, por dar y recibir placer.

Cuando terminamos nuestra tan exhaustiva y meticulosa ducha, nos ponemos ropa fresca, y cenamos lo que Mary dejo preparado, finalmente decidimos quedarnos a dormir en su apartamento, e ir mañana temprano al mío para que pueda cambiarme de ropa, y posteriormente dirigirnos al club, en el que se desarrollarán los juegos de la empresa.

A la mañana siguiente, ya en mi apartamento, me pongo el uniforme con el que jugaré y Stefan que está leyendo algo en su teléfono, voltea a verme.

—¡Lo dicho! —comenta—. El próximo año, las mujeres jugarán en pants, o utilizarán calzonetas más largas, ¡a la rodilla creo que estaría bien! —concluye, como si me estuviese dando la hora.

—¡Estás loco!, ¡a la mayoría nos gusta ir de corto!, y estas calzonetas están más que recatadas —le respondo mostrándole el dobladillo de mi calzoneta—. ¡Además no sería justo que las otras chicas paguen los platos rotos, solo porque tú quisieras que vaya con pijama por ahí.

—¡Un pants no es pijama!, y nunca te dejaría ir en pijama por ahí —comenta serio—. Y como no quieres que las chicas sufran por ir con algo más largo, deberías utilizar pants solo tú —dice levantándose de su asiento y viniendo hasta adonde mí.

Hace a un lado mi cabello y me da un beso en el cuello, cerca de la oreja, y a continuación mete sus manos adentro de mi calzoneta, viajando hacia abajo, en busca de mi deseoso sexo.

—Basta, estamos contra el tiempo, tenemos que irnos o no llegaremos a tiempo para que des tu discurso —le digo separándome de él.

Y metiendo otra mudada de ropa en mi bolso deportivo, para cambiarme después de jugar.

—Estás segura de que quieres que nos vayamos y te deje así —me pregunta sacando su mano y mostrándome la humedad que encontró allí abajo.

—¡No es como que tengamos mucha opción! —le respondo resignada.

Ya en el club, después de inaugurar el evento, luego de las palabras de discurso del CEO de la empresa, se inicia con la dichosa carrera, en la que Mariana logra llegar en décimo tercer lugar, de como treinta participantes, así que ella está feliz por semejante logro.

Después de eso, se da inicio a una variedad de juegos, en los que me he logrado librar de participar, hasta que al chistoso de Javier y a Diego se les ocurre llegar hasta adonde estamos las chicas y yo, y no cesan de insistir en que participe en el siguiente juego.

Obviamente, me niego en un inicio, pero luego de tanta insistencia y considerando que no pasa nada con que haga el ridículo un rato, termino por aceptar, al fin que todos los juegos anteriores han sido relativamente fáciles.

¡A...!, pero si he de hacer el ridículo, no lo pienso hacer sola, así que les digo que acepto si ellos participan también.

—Yo jugaré —me responde Diego.

—Yo voy a estar al pendiente por si acaso —comenta Javier riendo.

Algunas de las chicas con las que estamos, Aby y yo, se unen al juego y el organizador nos pide hacer parejas, hombres con mujeres, Diego, rápidamente escoge a una de las chicas, y a mí no me queda más que irme con Jimmy, un chico de finanzas, y hasta que el organizador nos explica en que consiste el juego, me doy cuenta a que se refería Javier, en que estaría al pendiente por si acaso.

Mi querido Señor Brown va a echar humo por los oídos y por la nariz y seguramente, ¡fuego por los ojos!

Señor Brown no firmaré ese contrato.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora