Capítulo 51- Por Stefan Brown.

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—¿Tiene que ver con la empresa? —me pregunta serio.

—No, —le respondo.

—¿Quieres hablar? ¿Vamos por unos tragos al club? —me ofrece.

—No hermano hoy no, estoy cansado, hablamos mañana, de hecho ya me marcho, tuve un día muy agitado —me excuso poniéndome de pie y yendo a buscar a mis padres y a Camila, para despedirme de ellos.

Cuando llego al apartamento, vuelvo a ducharme y me pongo ropa cómoda para dormir, pero antes de eso me voy al despacho a revisar algunos correos y sobre todo, a ver si Any me envió algo con carácter de urgencia, pero no, todo parece normal.

Me sirvo un vaso con whisky y salgo a la terraza, hace una noche agradable, el clima está frío y el calor de la bebida me sienta bien.

Viene a mi mente Bianca, y me pregunto qué habrá escuchado sobre mi viaje, ¿estará cabreada o lo tomará con indiferencia?, ¡si ella supiera!, que desde la primera vez que la tuve entre mis brazos, mi cuerpo solo desea volver a estar con ella, se me ha metido prácticamente en las venas y para nada me ayuda que todos vengan a mí defendiéndola.

«¿Qué voy a hacer contigo Bianca Winston?, o más bien dicho, ¿Qué estás haciendo conmigo?», me pregunto.

Me termino el whisky y vuelvo a entrar, tengo que descansar, de verdad que me siento agotado, pero creo que es más emocional que por el viaje. Recuerdo a Cristian Fox sintiéndose mal en la suite del hotel y desconozco como siguió, ojalá que no se haya puesto peor, cojo el teléfono y llamo a Wilson en cuanto me contesta, le pido.

—Investiga cómo siguió Cristian Fox, quiero saber si no se puso mal después de que salió del hotel

A los minutos me llama, y me informa que le reportaron que está bien, que se regresaron a su casa en cuanto yo los dejé. Por alguna razón eso me hace sentir mejor, ¡tampoco quiero causarle un infarto a un hombre de avanzada edad!, cuando ya es bien avanzada la noche, me voy a mi habitación a intentar dormir, aunque sea un par de horas.

Al día siguiente, llego a la oficina y ya están Bianca y Any en sus cubículos, me saludan en cuanto me ven.

—Señor Brown, buenos días.

—Buenos días, Bianca, buenos días, Any —las saludo a las dos, luego le digo a Any—. Ven a mi oficina.

—Sí, señor —Dice siguiéndome.

—¿Alguna novedad ayer? —le pregunto cuando ya estamos en mi despacho.

—Novedades ninguna señor, solo llamadas, el señor Fonseca llamó preguntando por usted, pero dijo que le llamaría hoy, también le llamó la señora Chavarría, para invitarlo a una cena benéfica a favor del hogar de ancianos, es el próximo viernes.

—Dile que ya tengo un compromiso para ese día, y encárgate de hacerle llegar una contribución, ¿alguien más llamó? —le pregunto.

—Sí, la señorita Smith, dijo que llegó ayer a Seattle, que le gustaría cenar con usted, pidió que le llame, aquí está el número que dejó —me dice entregándome un post-it con el número de Adriana.

—Guárdalo, te lo pediré más tarde, ¿algo más?

—No Señor.

—Muy bien, ¿cómo vas con El entrenamiento de Bianca? —le pregunto.

—¡Excelente señor!, es muy receptiva y aprende rápido, ya maneja casi todo, solo me falta explicarle un par de cosas, pero vamos muy bien.

«¡Si lo sabré yo, cuan receptiva es!», me digo a mí mismo recordando sus caricias.

Señor Brown no firmaré ese contrato.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora