Capítulo 44 - Por Bianca Winston.

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No le respondo y salgo de su oficina, llego a mi cubículo y preparo mis cosas para retirarme, luego voy por mi pichi y nos marchamos a casa, no era cierto que tuviera planes para más noche, ¡simplemente no se me da la gana de que quiera mandar en mi vida como si fuera mi amo y señor!.

Cuando llego a casa enciendo la televisión para escuchar algo de bulla, y encuentro un noticiero en el que están pasando la nota de la subasta, que fue catalogada como todo un éxito, hacen mención de los asistentes más sobresalientes y de las donaciones más generosas. Y por supuesto matan mi ego con la nota.

"El multimillonario y uno de los solteros más codiciados de Seattle hace importante donativo por medio de una subasta ah... pero no crean que gano un cuadro de algún reconocido pintor o alguna obra literaria, ¡NO! Su premio fue abrir el baile de gala"

—Sin lugar a dudas, Stefan Brown debe de amar bailar para que haya hecho semejante donativo solo por abrir un baile —dice una de las presentadoras

—Oh puede tratarse más bien de con quien realizo ese baile —sugiere la otra presentadora.

—La encargada de relaciones públicas, del Codiciado Señor Brown, descarto esa posibilidad diciendo que ganar la subasta del baile fue en sí solo un medio para hacer una donación —comenta la primera presentadora—. Aunque seamos honestas, a qué mujer no le gustaría ser ese medio y bailar con él.

—Sin lugar a dudas —dice la otra presentadora riendo—. Y por supuesto semejante donativo es muy generoso de su parte —luego concluye—. Nos alegra que la gala haya sido todo un éxito —a continuación cambian de tema.

—¡Si muy generoso el hombre! —le digo a la televisión, ¡no se imaginan cuánto!

En cuestión de minutos me suena el teléfono y es Lorena.

—Holaa —respondo

—Arréglate, llegamos por ti en media hora, Julio nos va a llevar a una cafetería que ha descubierto y ¡dice que está genial!

—No quiero salir, no tengo hambre y estoy cansada —le respondo a media verdad, no quiero interrogatorios sobre lo ocurrido el sábado con Stefan y sé que mis amigas me lo harán en cuanto me vean.

—Por eso mismo, salir te sentará bien y te relajará ¡después de un arduo día de trabajo!, —me sugiere—. Hazme caso, yo sé lo que te digo.

—Ok —le respondo concediéndole que tiene razón, salir y hablar me va a ayudar a divagar mis pensamientos.

No me sirve de nada quedarme sola pensando en lo ocurrido con el gilipollas de Stefan, así que me voy a la habitación y me cambio de ropa, me quito la falda y las medias y me pongo un jeans, cambio los zapatos de tacón por unas plataformas y me dejo la misma blusa que andaba, me aplico un poco más de loción y me retoco el maquillaje.

Cuando pasan los treinta minutos me vuelve a sonar el teléfono y ahora es Sofía.

—Hola —respondo.

—Baja Bianca, ya estoy aquí y los chicos no tardan en venir —me comenta.

—Ok. Ahorita —le respondo, tomo mi cartera y me dirijo al estacionamiento en donde está Sofía con su coche, ella baja en cuanto me ve.

—Dejaré aquí a mi nena, nos iremos con Julio —me cuenta.

—Y de dónde vienen esos dos —le pregunto a Sofía.

—Julio fue a la universidad y paso a recoger a Lorena a su apartamento, quedamos de reunirnos aquí para ir en un solo coche —me cuenta.

—Buena idea —le respondo.

Señor Brown no firmaré ese contrato.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora