Capítulo 57 - Por Stefan Brown.

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«¡Maldita sea!, ¿Bianca por qué me haces esto? ¿Por qué no puedo quitarme esta obsesión contigo?», me digo yendo hacia el mueble del bar y sirviéndome un vaso con whisky, le doy un par de tragos y el resto termino estrellándolo contra la pared.

Me pueden las ansias por salir atrás de ella y rogarle que no se vaya, que me explique qué fue lo que ocurrió, y de ser necesario que me mienta, que no me confirme que me vio la cara, «¡Tú no Bianca!, no juegues conmigo», le suplico mentalmente, me siento en el sofá y estrego mi cara con las manos, en señal de frustración.

—¿Se puede saber qué demonios está pasando aquí? —me pregunta Javier entrando como juan por su casa en mi oficina.

—¿Señor se encuentra bien? —me pregunta una muy preocupada Any que va a tras de él.

Cuando la veo entrar con ese semblante y recuerdo su condición, reflexiono sobre la magnitud de lo que acabo de hacer, realmente es imperdonable que haya perdido así la razón y mucho más que haya sido en la oficina.

—Sí Any, todo está bien, se me resbaló un vaso de vidrio, puedes irte a casa no te preocupes —le digo sin verla a la cara porque aunque no lo admita frente a ella, se me cae la cara de vergüenza.

—¿Está seguro señor?, ¿no quiere que llame a los de limpieza para que recojan lo que se le cayó? —me pregunta muy amablemente.

—No, no te preocupes, ¡todo está bien!, disculpa por preocuparte, ve a casa —le pido, con cierto cargo de conciencia.

—No te preocupes, vete a casa, ya los llamaremos luego —le responde Javier a la vez, su tono de voz nada de su típica tranquilidad tiene en estos momentos.

—Bien, me retiro entonces —nos dice saliendo de mi despacho.

Escucho la puerta cerrarse atrás de ella y quedamos Javier y yo incomunicados del mundo, porque las ventanas continúan cerradas.

—Se puede saber de qué va todo esto, ¿a qué se debe este show que montaste?, no, ¡espera!, ¿no me digas que por tu culpa Bianca iba llorando?, ¿Qué le hiciste gran cabrón? —me dice con tono cabreado.

—Nada, no le hice nada, ¡bueno sí!, discutimos porque no logramos ponernos de acuerdo en algo, ¡eso fue todo! —le respondo esperando que no continúe con el interrogatorio, suficiente cabreado estoy ya para que él venga a intentar psicoanalizarme.

—Y ese algo es de aspecto laboral o ¿hay algo más? —me pregunta yendo al bar y sirviéndose un whisky.

—¡No es de tu incumbencia! —le respondo viéndolo retadoramente a la cara.

—¡No lo era querrás decir!, pero desde que la cagaste como un gran imbécil y montaste un show en la empresa en donde trabajo y también soy socio, se convirtió en mi incumbencia, así que respóndeme, —demanda.

—Vete a la mierda Javier —le pido poniéndome en pie y yendo al bar nuevamente para servirme otro vaso con whisky, le doy un par de tragos y me asomo al ventanal, dándole la espalda al gilipollas de mi entrometido hermano.

—No, ¡idiota!, el que pareciera estar yendo rumbo hacia ahí eres tú, así que ahora contéstame, porque si mañana es posible que amanezcamos con una demanda laboral, quiero saberlo —me pide sentándose cómodamente en uno de los sofás.

—Me vale un carajo una demanda laboral en este momento, y si surgiera ya se ocupará de ella Gabriel y Carol —le respondo, consciente de lo que eso significa para la compañía.

—No te portes como un imbécil y dime que sucedió con Bianca, por si no te diste cuenta iba llorando y se notaba cabreada, escuchó el ruido de los cristales cuando intentaste llamar la atención de todo el edificio y me pidió que viniera a ver qué te ocurría.

—¡Es claro que le valgo un bledo! —le respondo con sarcasmo.

—¿Eres imbécil o qué?, ¡no escuchaste que iba llorando!, iba cabreada por lo que sea que ocurrió aquí, así que dime que pasó, ¿Por qué discutieron?

—¡Porque no le bastó con restregarme a ese hijo de puta en la cara!, sino que viene y lo defiende a capa y espada.

—¡Espera un momento!, aclárame algo —me pide Javier—. ¿Entonces Bianca y tú, si están en una relación? —me pregunta en tono incrédulo.

—Si... bueno no realmente, ¡a estas alturas no sé qué hay entre los dos!, ¡no tenemos nada serio!, si eso es lo que quieres saber —le respondo tomándome de un solo trago todo el líquido que queda en el vaso.

—No sabes qué hay entre los dos, ¿y le montas semejante show?, ¡sí que eres imbécil hermano! —Me regaña moviendo la cabeza en señal de desaprobación—. ¡Aunque a decir verdad, me alegra que comiencen a gustarte las mujeres de nuevo! —dice ahora riendo.

—¡Vete a la mierda Javier!, no me jodas que ahora mismo no estoy para ser tu burla ni la de nadie, ya suficiente tuve por hoy, así que déjame solo —le pido levantándome de nuevo y dirigiéndome al bar para agarrar más whisky.

—¡Bravo!, embriágate cuanto quieras, y hazlo en la oficina y quiebra más cosas —dice aplaudiendo desde donde está sentado—. Creo que el vaso anterior que quebraste, solo Any lo escuchó, ¡porque por suerte ya todos se habían retirado en esta área!, ¡pero si pones más esmero puedes salir hasta en los noticieros! —dice aún aplaudiendo, volteo a verlo y sopeso hacerle caso, pero esta vez estrellaría el vaso en su cabeza.

—¡No me mires así energúmeno!, se me hace difícil de creer que hayas montado semejante escándalo, solo porque Bianca haya salido a comer y haya andado del brazo con su hermano, Camila nos lleva así por donde sea que vayamos con ella, ¡y no quiero que ninguna loca venga a montarme una escena por eso! —dice, hoy con su típica tranquilidad.

—¿Su qué, dijiste? —le pregunto suavemente, esperando no haber escuchado bien y no haber montado en cólera por una estupidez.

—¡Su hermano!, ¡imbécil!, oíste bien, ¿acaso no te lo dijo Bianca? —Me pregunta incrédulo—. ¡No me digas que asumiste en lugar de preguntar!

—¡Su hermano!, ¿de verdad es su hermano? ¿Y tú como sabes eso? —le pregunto sin prestar atención a todo lo demás.

—Ella me lo dijo en la dulcería, fueron a comprar unos chocolates para su cuñada, —guarda silencio por breves segundos y luego disparando dagas en su mirada me dice—. ¿No me digas que todo el veneno que destilaste durante la reunión fue porque creíste que Bianca estaba con ese tipo?

—¡No precisamente! —Me defiendo—. No me convencieron los datos que presentaron, y tienen que trabajar en mejorarlos —le respondo no queriéndole dar la razón, mientras proceso el hecho, de que acabo de cometer la peor pendejada de toda mi vida, Javier tiene razón, me porté como un imbécil y violé uno de mis principios, ¡asumir en lugar de preguntar!

Señor Brown no firmaré ese contrato.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora