Capítulo 79 por Bianca Winston.

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—Fue una suerte que cayeras amortiguada entre los brazos de ese idiota —comenta con sarcasmo y sin tocarme, ni voltearse para verme.

—¿Estás muy enojado? —le pregunto, acariciando su pecho.

—Hiciste toda esa puta carrera abrazada a ese imbécil, quien por si fuera poco, te agarró de la cintura, a... y cuando le caíste encima te atrapó entre sus brazos, y te tomó de las caderas, para acomodarte en sus piernas, ¡seguro que le pasaste rozando las bolas con tu trasero!, ¿crees que debería de estar enojado? —me pregunta con mayor nota de sarcasmo en su voz, y sin tocarme aún.

—No fue un abrazo como tal, solo era para mantener mejor el equilibrio —le explico—. Si te fijaste, todas las parejas utilizaron la misma técnica para mantenerse en pie, si nosotros no lo hubiéramos hecho, no habríamos ganado.

—Si la cena en el hotel querías, podías habérmela pedido, ¡puedo darte eso y cuanto más quieras!, solo tienes que pedirlo, ya sabes que no me gusta que nadie te mire con deseo y mucho menos que te toquen, ¿cómo se supone que tengo que reaccionar a eso? —me pregunta con voz ronca.

—¡Lo has hecho muy bien!, al menos no montaste un alboroto —le digo instándolo a que se dé la vuelta y que me vea—. Y no se trataba solo del premio, la idea es participar y darle vida al evento, y si he de jugar y de mí depende, que sea para ganar, y eso lo he aprendido de ti —le comento, tratando de animarlo.

Me hace caso, volteándose y por fin envuelve sus manos en mi cintura.

—Me valen madre los juegos, tú eres mía, ¡y no quiero que nadie más te toque!

—Entiendo tu punto, pero tienes que saber, que no hubo la menor malicia en ningún momento, nadie más va a tocarme de esta manera —le digo agarrando sus manos y apretándolas a mi cintura—. Solo tú lo haces, y solo tú, provocas anhelo en mi cuerpo por tenerte tan cerca —le digo viéndolo a los ojos.

Sin decir palabras, me responde con un beso, que está cargado de furia, pero a la vez también con pasión y anhelo, y yo, aunque mi cuerpo me lo reproche, haciendo uso de un poquito de cordura, me recuerdo que la mayoría de compañeros de la empresa están en los alrededores de esta sala, y podrían descubrirnos.

—Puede venir a buscarte alguien y nos va a encontrar aquí —le digo tratando de evitar convertirme en una noticia mayor, al de los resultados de los juegos.

—Nadie tiene idea de que estoy aquí, solo a ti te avisé, —me dice quitándome la camiseta y bajando mi sostén para llevarse uno de mis pechos a la boca.

Gimo ante la sensación, y aunque sé que es una locura hacer esto aquí, cuando mis compañeras más cercanas, andan por ahí explorando el lugar, pero la sensación y la necesidad que tengo por estar con él, es mayor y no me importa y me dejo llevar, «Al carajo los demás», digo en mi mente.

Le desabrocho el cincho y el pantalón, para tomar pronto a mi querido amigo entre mis manos, mientras tanto, Stefan continúa dedicándole atención a mis pechos, sé que está tan urgido por mí, como yo por él.

—Puse llave a la puerta, ¿es seguro que nadie más vaya a entrar? —le pregunto, agarrándome a un mueble contra el que me tiene.

—Si pusiste llave al entrar, nadie más puede abrir desde afuera —me responde, sin soltar mi pezón, y mordiéndolo levemente.

Sus palabras me dan luz verde para lo que ambos anhelamos, y le quito la camisa, o bueno, comienzo a hacerlo y él termina, la pone a un lado y vuelve su atención a mis pechos, mientras mete la mano adentro del elástico de mi calzoneta y de mi braga.

—Um... me encanta como de rápido reaccionas a mis caricias, ¡eres mía, me perteneces! —me recuerda.

—¡Completita!, y ahora mismo, te necesito adentro de mí —le respondo.

Con voz cargada de excitación, mientras me muevo al ritmo del movimiento de sus dedos, que acarician el centro de mi cuerpo.

Él voltea a verme y sonríe.

—¿Tiene prisa, señorita Winston? —me pregunta.

—Sí por favor, no te hagas de rogar —le suplico.

—¡hacerme de rogar yo!, ¿Cuándo?, si soy tu esclavo —comenta, bajándome la calzoneta y la braga de una vez—. Súbete —me pide agarrándome de las caderas.

Yo encantada de que me complazca, brinco para enrollar mis piernas alrededor de su cintura, mientras él gira y me recarga contra la pared, al tiempo que une nuestros cuerpos; llenándome por completo, y arrancándome un suspiro de emoción, de satisfacción y quizá hasta de tranquilidad, porque esta haya sido su reacción y no montar un alboroto.

Además, con tanto toqueteo que me dio en la mañana, me dejó caliente, pero no teníamos tiempo para enfriarnos, sino, el Señor Brown no vendría a tiempo para dar su discurso; eso me hace recordar que todos están allá afuera, quizá buscándonos, y nosotros dándonos semejante banquete aquí.

Cada beso, cada caricia y movimiento, son urgentes, me agarro con más fuerza a sus hombros, y aprieto más mis piernas a su alrededor, como si en realidad temiera que me deje caer, mi espalda choca contra la pared una y otra vez, pero no me causa ningún dolor.

Solo siento placer, un enorme placer que se va acumulando y haciéndose cada vez más grande en mi vientre, en donde se están acumulando miles de sensaciones que no tardarán en estallar y llevarme a ver las estrellas, a pesar de que estamos casi a mediodía.

—Vamos nena, vente conmigo —me pide intensificando sus movimientos.

Como la chica obediente que me vuelvo cuando estoy desnuda y entre sus brazos, le obedezco, acompasándome a su ritmo y haciendo lo posible por llevarlo conmigo.

Ambos gemimos con fuerza, pero ahogamos nuestros ruidos, uno en la boca del otro.

Cuando por fin logro recuperar el aliento, bajo mi boca hasta su hombro, y lo muerdo suavemente sin causarle daño ni dejarle marca.

—¡Uf!, esto estuvo intenso, hasta me tiemblan las piernas —me dice riendo y volviendo a besarme.

Con esa acción se mueve adentro de mí y me hace volver a gemir.

—¡Parece que estás muy sensible! —me dice riendo y repitiendo el movimiento.

—Y te parece poco, si no dejas de hacer eso —le respondo volviendo a gemir cuando vuelve a hacerlo.

No tengo idea como lo hace, pero no es nada extraño en él, querer más, cuando ni siquiera ha abandonado mi cuerpo.

En esta ocasión, lo siento deshacerse de su pantalón sin separarse de mí, y así como estamos, me lleva hasta el sofá más cercano, abandona mi cuerpo, haciendo que lo extrañe solo por un momento, mientras me acuesta, y a continuación poniéndose sobre mí, vuelve a llenarme, haciéndome suspirar.

En esta ocasión se toma su tiempo, y como si nada más en el mundo importara, dedica especial atención a amar cada lugar de mi cuerpo, y yo procuro devolverle el favor.

Cuando ya hemos terminado y ambos nos sentimos satisfechos, nos damos cuenta de que ya es pasada la hora de almuerzo y de que la mayoría ya debe de estar comiendo, así que nos disponemos a adecentarnos para poder volver con el grupo.

Por suerte hay una ducha en el baño, y podremos quitarnos el olor a sexo, que seguramente más de alguien nos sentiría, él quiere que nos bañemos juntos, pero yo, sabiendo lo que eso significa, me niego rotundamente a hacerlo.

Señor Brown no firmaré ese contrato.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora