Capítulo 37 - Por Bianca Winston.

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Su boca baja a mi cuello mientras con su mano sube mi blusa, para luego tomar prisionero entre sus labios a uno de mis pezones que al instante se ponen más duros, las sensaciones en mi cuerpo están deslocadas.

—Hermosos —comenta—. ¿Tienes idea lo difícil que ha sido concentrarme en esa puta conferencia? Cuando todo lo que quería era estar así contigo —me pregunta con ojos brillosos por el deseo.

Mientras tanto yo lucho con los botones de su camisa, si él está tocando yo también quiero hacerlo.

—Um... —me hace gemir cuando mordisquea el otro pezón.

Mete su otra mano debajo de mi chándal, acariciando entre mis piernas y haciéndome presión en el clítoris, descargando corrientes de placer que viajan a todo mi cuerpo.

—Aw... —vuelvo a gemir.

—¡Creí que no llevarías bragas! —comenta mordisqueando nuevamente mi pezón.

—No llevo —le respondo con una leve y pícara sonrisa, recordando que es su bóxer el que aún traigo puesto. Toca la cinturilla de mi chándal y lo baja levemente, revelando la cinturilla de su bóxer.

—¡He sido asaltado en mi propia casa! —comenta riendo, subiendo a mi boca para darme otro beso mordisqueando mis labios.

—Iba a devolvértelo —le miento.

—Quiero verlo —dice comenzando a bajar mi chándal—. Te debe de quedar mejor que a mí, —vuelve a reír.

Y me deja solo en su bóxer y mi blusa, se separa un poco de mí para observarme y dice.

—¡Eres espectacular! Y me traes loco de deseo.

A continuación vuelve sus labios a los míos mientras yo continúo mi faena de deshacerme de su camisa, logrando un poco de ayuda por su parte; se medió levanta para terminar de quitársela y deja al descubierto su hermoso y definido torso, que recuerdo haber tocado en más de una ocasión, pero que nunca logré disfrutar a plenitud, lo veo embobada deseando poder hacer lo que él hizo conmigo.

—¿Te gusta lo que ves? —Me pregunta volviendo junto a mí y quitándome la blusa, trato de cubrir mis pechos con las manos al sentirme desnuda—. No te cubras de mí, eres hermosa nunca niegues a mis ojos el placer de verte —me pide alejando mis manos de mis pechos y metiendo un pezón en su boca, logrando que mi cuerpo se contorsione hacia él

—¿Lo ves?, tus pechos son perfectos —comenta acunándolos en sus manos—. Llenan a la perfección mis manos —luego baja su cara hacia ellos y los acaricia con sus labios mordisqueando mi piel sensible, haciendo que las sensaciones que sus caricias transmiten lleguen hasta mi bajo vientre.

Mientras tanto yo continúo con mi lucha por desvestirlo e intento quitarle el cinturón, ante mis torpes intentos termina por hacerlo él y de una vez desabrocha el cierre de su pantalón. Meto mi mano adentro de su bóxer acariciando sus firmes y respingonas nalgas, paso mis manos por sus caderas y me aventuro hacia adelante, palpando su miembro, que está tal como lo recordaba, caliente y duro.

Por inercia y con movimientos torpes llego a su cabecita y la siento húmeda y viscosa, la aprieto suavemente tratando de limpiarla, pero surge el efecto contrario haciendo que una nueva gota de humedad estalle en mis dedos.

—Despacio, nena o vas a matarme —me comenta él estregando su cara en mis pechos.

Debí de lastimarlo con ese apretón, sé que es una parte sensible para los hombres, con más cuidado bajo mis manos hasta sus testículos y con suavidad los acaricio, son suaves pero a la vez están tan duros como su miembro.

—Suficiente —dice Stefan alejando mis manos de la exploración que estaba haciendo, y bajando mi bóxer, instintivamente cubro mi vientre y vagina con las manos, no es como que no me haya visto antes así, pero aún no me acostumbro a mi desnudez frente a él—. ¿Qué te dije? ¡Nada de esconderte de mí!

Vuelve a bajar con su boca desde mi abdomen pasando por mi ombligo y llegando a mi monte de venus, recuerdo como su boca me hizo sentir el día que estuvimos juntos en el baño y eso sumado a lo que ahora me está haciendo, me hacen casi estallar de placer. Lo siento introducir un dedo en mi interior al tiempo que su lengua continúa con su exploración.

—Um... nena estás tan húmeda y tan apretada para mí —comenta al tiempo que incrementa las acometidas con su dedo y las caricias con su lengua, lo cojo por los cabellos sin saber si acercarlo o apartarlo, las sensaciones que ahora siento son incluso mayores que las que sentí ese día.

—Vamos nena demuéstrame cómo te vienes, dame tu placer, córrete para mí —dice presionándome un pezón con los dedos de una mano, mientras un dedo de su otra mano entra y sale de mi interior de forma rítmica, y su lengua vuelve a sus caricias.

—¡Stefan por favor! —Suplico rogando.

Y como si él supiera lo que necesito, lo siento tomar mi botoncito del placer entre sus dientes, y eso hace que el fuego que se había venido acumulando en mi vientre estalle de una vez por todas, enviando miles de vibraciones placenteras a cada una de las terminaciones nerviosas de mi cuerpo, me agarro más a él y cerrando los ojos echo mi cabeza hacia atrás. Mientras por mi mente solo cruza su nombre y mi boca con casi un grito lo externa.

Cuando por fin terminan las contracciones de mi cuerpo, él sube a mi altura y sus labios se posan en los míos, dándome casi nada de tiempo a que coja suficiente aire, pero a decir verdad su boca me hace no extrañarlo; tiene sabor y olor a mí, sin bajarse por completo el pantalón lo siento liberar del todo su miembro que está aún más duro y caliente que cuando lo acaricié con mis dedos, lo coloca sobre mi sexo y con su cabecita acaricia mi clítoris y su sensibilidad está a flor de piel.

—Um... —vuelvo a gemir retorciéndome contra él.

—Eres tan sensible, tan receptiva —dice haciendo presión por querer entrar en mí, cosa que no logra y termina deslizándose hacia mi clítoris, y me hace volver a gemir.

—Um...

—Estás tan apretada, que incluso me cuesta entrar, y lo peor es que me tienes tan empalmado que temo hacerte daño —dice volviendo a colocarse en mi entrada, al tiempo que escuchamos que suena el timbre del apartamento y nos detenemos—. ¡Mierda! —exclama—. ¿Esperas a alguien? —me pregunta con ojos brillosos.

—No, pero es usual que mis amigos se pasen sin avisar —respondo tratando de incorporarme.

—No abras, que piensen que no estás —dice volviendo sus labios a los míos, vuelve a sonar el timbre—. ¡Mierda! —vuelve a exclamar—. Tu habitación pregunta poniéndose y poniéndome en pie.

—Ahí —respondo indicando el mini pasillo, me toma de la mano y me lleva hacia el pasillo.

—¿Cuál de las dos es? —pregunta.

—Esa —le digo señalando mi habitación—. La otra es de Brandon o para invitados.

Entramos y se sienta en el borde de la cama, atrayéndome hacia él y comenzando a acariciar mis sensibles pechos, luego con sus manos vuelve a acariciar mi sexo empapado, me toco yo misma y al sentir lo húmeda que estoy me da vergüenza.

El timbre vuelve a sonar.

—¡Maldito timbre! —vuelve a decir.

—Puede ser algo urgente, ¡tengo que abrir! —le digo, retorciéndome al sentir uno de mis pezones entre sus labios.

—Esto es más urgente Bianca —responde—. Lo que está pasando entre nosotros es más urgente, mira cómo me tienes —dice agarrándose su miembro y acariciándome una nalga—. Sabes que muero por estar adentro de ti, cada día de esta semana ha parecido burlarse de mí, poniéndome algún obstáculo cuando por fin pareciera que estaremos juntos, y hoy no podemos permitir que pase lo mismo.

Me pide enterrando su boca en mi cuello y chupeteando cerca de mi clavícula, me suelta y toma su miembro con su mano subiendo y bajando por su longitud.

—Um... —gimo al verlo porque es realmente alucinante, «¿cómo pretende que eso entre en mí?», me pregunto, sin decirle nada.

Señor Brown no firmaré ese contrato.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora