Capítulo 20 - Por Bianca Winston.

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 —Ya nos veremos mañana —le respondo—. Y muchas gracias por ayudarme con la llanta y por la cena, ¡estuvo, ¡riquísima!

—¡Bien por Mari! —responde agarrándome la mano y jalándome hacia él—. Dime que no me estoy imaginando la tensión sexual que generan nuestros cuerpos cerca —dice besándome—. Dime que me deseas tanto como yo te deseo —me pide.

Sin tanto jaleo le correspondo de inmediato y nos fundimos en un beso apasionado, me aprieta más contra él y no tardo en sentir su dura erección apretando contra mi vientre, gimo por los placeres que mi cuerpo comienza a sentir, miles de sensaciones viajando por todo él y estacionándose en mi bajo vientre. Mis sentidos se alocan, y me hacen perder en el tiempo y espacio, mi mente me ordena solo sentir y disfrutar.

Siento la dureza del sofá en mi espalda, pero no fui consiente de cómo llegamos hasta aquí, solo puedo pensar en lo que el roce de su erección me provoca allá abajo y de los suspiros que se me escapan cada cuanto en cuanto.

El short que cargo es corto y me queda algo flojo, por lo que no tardo en sentir como va bajando por mis caderas, e incluso levanto mi pelvis para facilitárselo, el lado responsable en mí, comienza a hacerse presente y me grita «Has algo, detenlo». Pero el lado atrevido y curioso me dice «déjalo, queremos experimentar», y es al que termino haciéndole caso.

Así que me entrego al momento, y yo también quiero conocer su cuerpo con mis manos, acaricio sus hombros y su espalda, su cuerpo es firme y musculoso, aprieto sus brazos y suspiro al sentir sus labios mordisquear mi pecho por encima de la camisa. A continuación siento sus labios subiendo por mi cuello hasta llegar a mis orejas, acaricia y mordisquea mis lóbulos, provocando descargas placenteras que viajan hasta mi entrepierna. Mientras hace esto, presiona más fuerte su erección contra mi vientre. Sin embargo a mi lado responsable le resulta imposible de creer que en mi parte de abajo ya solo esté cubierta por mi braguita negra.

Sin apartar su boca de mi cuello, su mano comienza a hurgar por debajo de mi braga y con sus dedos explora en mi centro, haciendo que las sensaciones que he venido experimentando se incrementen en un tanto por ciento. La guerra interna entre mi lado responsable y mi lado curioso sigue desatándose. Una continúa gritándome que reaccione que pare esto y la otra le da un codazo y la manda al fondo, para que guarde silencio y me deje disfrutar.

—Estás tan húmeda —Me dice Stefan volviendo su atención a mis labios, tragándose los gemidos causados por las caricias que sus dedos están provocando allí abajo entre mi entrepierna.

—¡Me encantas, me traes loco!, No tienes idea de cuánto uso de razón he tenido que hacer para no colocarte sobre mi escritorio y hacer esto contigo en la oficina —me dice metiendo un dedo en mi interior, mientras su pulgar acaricia mi botón del placer.

Sus acciones y sus palabras, pero más que sus palabras, el sonido de su sexi voz, hacen que el cúmulo de sensaciones en mi vientre no tarden en estallar y me permiten experimentar mi primer orgasmo verdadero. Antes al tocarme había experimentado una que otra sensación, pero había terminado por darme por vencida y le perdía interés. Por tanto, nunca antes logré experimentar nada parecido a esto. Gimo y me retuerzo debajo de él.

—Quiero que seas mía, ¡solo mía! —lo escucho decir.

—Ajá —me escucho contestarle entre gemidos.

El sonido insistente de mi teléfono despeja la neblina de pasión que se ha formado en mi mente y envuelve mi cuerpo, hago el intento por sentarme, pero él me detiene.

—No contestes —me pide.

—Debe de ser papá o Brandon preocupados porque no les he llamado —le respondo avergonzada por lo que acaba de suceder.

Veo mi cuerpo y estoy prácticamente desnuda, mi camisa enrollada arriba de mi abdomen, y mi braga enrollada a un lado, mientras que él sigue con toda su ropa y solo se ha desabrochado el pantalón, veo hacia ahí y la punta de su miembro erecto asoma por el elástico de su bóxer.

Siento un calor terrible recorrer mi cuerpo, pero esta vez no se instala en mi entrepierna, sino en mi rostro que se cae ante la vergüenza por dejarlo que me vea y verlo en estas condiciones. Una cosa es que me guste, e incluso que fantasee con él, y otra es llevar muestra relación a este nivel.

Dándole la espalda recojo mi short y me lo pongo, luego arreglo mi sostén colocándolo bien y me bajo la blusa. Él se queda sentado en el sofá observándome y puedo ver en sus ojos, la misma llama de deseo y pasión que debe de haber en los míos.

Cojo mi cartera y saco el teléfono, contesto a una del sin fin de llamadas que tengo, me ha marcado papá, Brandon y Andrea.

—Hola —respondo tratando que mi voz se escuche lo más normal posible.

—¡Enana por Dios nos tenías preocupados!, ¿por qué no contestabas?

—Perdón me quede dormida —le miento, alejándome un poco de Stefan.

—¿Pero estás bien? —me pregunta con tono preocupado.

—Sí, solo vine cansada —le respondo dirigiéndome hacia el ventanal para ver hacia afuera, ¡Las luces de la ciudad se ven lindísimas desde aquí!

—Bueno, dice mamá que no olvides meter la comida en la nevera —me recuerda.

—¡La comida! —le respondo preocupada de que se me pueda arruinar.

—Sí, no me digas que no la bajaste, ¡hay enana te está pasando factura la edad!

—¡Si debe de ser eso! —le respondo sin reírme, sintiendo de pronto como el peso de lo que acabo de hacer va acentuándose de a poco.

—Enana, ¿estás bien? —me pregunta Brandon, noto en su voz verdadera preocupación.

—Si solo adormitada, no te preocupes, voy a bajar a traer la comida —le digo para indicarle que voy a colgar.

—Muy bien, no te olvides de ella y vuelvas a quedarte dormida, guárdala y luego descansa abuela —me dice queriendo hacerme reír.

—Bien buenas noches, saluda a todos ahí por favor —le pido colgando.

—¿Todo bien? —pregunta Stefan llegando hasta adónde mí.

—Sí, con mi familia sí pero no estoy segura de que esto esté bien —le comento sin verlo a los ojos

—¿Por qué no? Somos dos adultos y sabemos lo que queremos —responde sin tocarme.

—Debo irme, mañana será un día pesado y usted tiene que viajar —le respondo, queriendo salir de aquí y oxigenar mi mente.

—Ven conmigo a Miami —me pide él.

—¿Lo acompañaría Any en este tipo de viajes? —le pregunto.

—No.

—Entonces, sería extraño que de pronto tuviera que ir yo.

—No, si yo pido que me acompañes —responde seriamente.

—Aún estoy en periodo de aprendizaje, preferiría quedarme, también hay que preparar la cena del viernes —le recuerdo.

—¡Como tú quieras!, ve con cuidado a tu apartamento —me dice acompañándome al ascensor.

—Antes de que entre vuelve a besarme, y mi cuerpo reactiva todos sus sensores que generan placer.

—No debería de dejarte ir —me dice agarrando mi mano y llevándola a su erección por encima de la ropa. Sin pensármelo lo aprieto y a la vez me aprieto contra él.

—No te vayas quédate esta noche conmigo —me pide entre besos.

—No, me tengo que ir —le respondo, haciendo uso de la última chispita de coherencia que me queda.

—Entonces te veo mañana —se despide soltándome.

Bajo al estacionamiento y mi pichi ya está allí, entro y no sé cómo va a abrirse el portón para que salga, pero confiando en que sea con sensor me acerco a él y se abre de inmediato.

Llego a mi apartamento, bajo todo lo que traigo y guardo la comida en la nevera, luego me voy a mi habitación, ya son más de las diez de la noche, así que me pongo mi ropa de dormir, me lavo los dientes y me acuesto, no tardo en entrar en un profundo sueño. 

Señor Brown no firmaré ese contrato.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora