—Perdóname, no sé qué me pasa contigo, ¡no es usual en mí reaccionar así!
—¿Así cómo?, ¿cómo loco? —le pregunto.
—No, ¡no sé cómo explicarlo!, solo te diré que no quiero que estés con otro, ¡tú me perteneces! —dice besándome.
Me suelto de él y le respondo.
—De verdad no te entiendo, dices que soy tuya, que te pertenezco, pero haces cada cosa indicando lo contrario, o quizá sea solo por darme celos, pero quiero decirte, ¡que a ese juego podemos jugar los dos!
De inmediato se pone en tensión y me pregunta.
—¿A qué te refieres?
—Manejas un monstruo de empresa, señor Brown, no creo que no entiendas de que te estoy hablando —le digo cruzándome de brazos.
No quiero comportarme igual que él de tóxica, pero no puedo con esta espinita y tengo que sacármela de adentro.
—Ya te dije que lo del hotel se trató sobre algo más, te lo contaré, pero no aquí, ni en este momento.
—¿Y tu amiguita con la que saliste a almorzar qué?, te tardaste más de la cuenta y regresaste con el rostro muy sonriente.
—¡Se fija en cada detalle, señorita Winston! —me responde con sarcasmo, pero divertido.
—¡No es que yo quiera!, estaba de frente y no me pasó desapercibida la cara de satisfacción que traías.
—Ella es solo una amiga y tenía un par de años de no verla, no vive en la ciudad, ha venido para hacer una exposición de fotografías.
—Ya, ¡y supongo que se tardaron mucho tiempo, en ponerse al tanto sobre sus vidas!
—No hablamos mucho sobre nosotros, ¡Javier se pasó todo el rato tomándole el pelo! —me comenta aún riendo, ¡el muy idiota!
—¿Estaba con ustedes Javier? —le pregunto.
Avergonzada de haber sacado el tema, pero a la vez aliviada de que no hayan estado los dos solos.
—Sí, ella era el amor platónico de él, ¡hasta que se enteró de que competían por las mismas chicas!
—Quieres decir que a ella le gustan...
—Sí, ¡no soy para nada su tipo! —Dice interrumpiéndome y atrayéndome a sus brazos nuevamente—. Soy todo tuyo, ¡y tú eres solo mía! —dice antes de volver a besarme.
«No soy un coche», grita mi mente, pero no lo dice mi boca, porque está ocupada devolviéndole el beso; «Oficina, oficina», me ronda en la mente recordándome en donde estoy, me suelto de él y me alejo.
—Discreción, ¿recuerdas? —le digo.
—Contigo es tan fácil perder la cordura —me comenta más relajado.
—Tiene fama por su autocontrol señor Brown —le recuerdo arqueando una ceja.
—El único autocontrol que quisiera mostrarte ahora mismo, ¡es otro! —comenta viéndome lujuriosamente—. Ven conmigo —me pide.
—No puedo, quiero estudiar un poco —le respondo prestando atención al folleto que me acaba de entregar.
—Pero, ¡si estás de vacaciones!
—Sí, pero me gusta estudiar.
—¿Y si voy yo a tu apartamento? —me pregunta dudando.
—No, ya tengo planes —le miento—. ¡Es más!, me tengo que ir, ¿se le ofrece algo más, señor Brown? —le pregunto.
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Señor Brown no firmaré ese contrato.
Lãng mạnBianca, anhelaba con todas sus ansias ser aceptada en el programa de pasantías de BS Corporation, y sintió pánico, cuando estando en el sofisticado edificio, ya lista para su entrevista, un descuido la hizo caer con su trasero sembrado en el piso, a...