Capítulo 46 - Por Stefan Brown.

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¡Estoy que me llevan los diablos de encabronado!, nunca antes alguien se había atrevido a llevarme tanto la contraria como lo hace Bianca, ni mucho menos se habían resistido a estar conmigo en mis términos, ¡ni había representado un lío el estúpido contrato!

«Porque solo lo has utilizado con chicas que saben que deben firmarlo si quieren entrar en una relación contigo», me recuerdo a mí mismo. ¡Como sea!, tampoco es para hacer tanto drama, ¡dudo que le interese que todos en la oficina se enteren de que es mi querida!

Además, sé que ella también se muere por estar conmigo, tanto como yo me muero por estar con ella, me lo demostró ayer entregándose a mí y regalándome el privilegio de ser el primero en su vida, ¿cómo pretende qué después de eso, haga como si nada pasó entre los dos?, ¿cara de que me ve?

Desconozco si es esa la razón, por la que siento que no puedo ni debo renunciar a ella, me gusta y quiero cuidarla, ¿por qué tanto drama solo porque quiero proporcionarle mejores condiciones?; que de malo tiene que la vea la mejor ginecóloga de la ciudad, o que pase consulta con mi nutricionista, o que Boris le asigne a una entrenadora personal para que haga su rutina de ejercicio.

Sería ilógico decir que me estoy enamorando porque hace años que esa palabra abandonó mi vida, y sus efectos son muy complicados y yo amo mi tranquila y controlada existencia, el amor solo tiene cabida para mis padres, mi hermana y el idiota de Javier, ¡no, él no!, mucho jode.

Pero me ha tocado el hecho de que me permitiera ser el primero en su vida, y saber que ningún otro cabrón ha profanado su esbelto y perfecto cuerpo, hace que quiera continuar disfrutando de él por mucho tiempo más, solo debo de lograr que acepte firmar ese estúpido contrato como ella lo llama.

¿Qué le cuesta?, ¡si es solo una formalidad!, además debe de tener claro que si decidió ser mía, ¡será solo mía!, por ningún motivo puedo permitir que otro cabrón se le acerque; toda la semana pasada estuve que me subía a las paredes de tan caliente que andaba, solo de recordar sus besos y sus caricias, ¿qué quiere que haga ahora que he estado adentro de ella?, ¿Qué la olvide como si fuese tan fácil?

«No nena, tú eres mía, solo mía y no permitiré que ningún cabrón se te acerque». Digo estrujando unos papeles y tirándolos al cesto de basura. Y para colmo debo cancelarle la sala a Gabriel, «Solo falta que al cabrón le dé por burlarse de mí», pienso marcándole al teléfono.

—¿Qué más se le ofrece al soltero más generoso y codiciado? —pregunta con tono calmado.

—No me jodas, que no estoy para chistes, cancela la reunión que te pedí para más tarde, probablemente la realicemos mañana a las tres —le digo cortantemente.

—Como, ¿no tienes seguridad tampoco? —me pregunta con voz divertida.

—¡No me jodas!, ya te dije que no estoy para bromas, tú resérvala y ya veremos mañana que pasa —le pido.

—Mañana por la tarde no puedo hacerte espacio, tendremos todas las salas ocupadas, por la noche si quieres, de las seis y treinta en adelante estarán disponibles —me responde el muy cabrón.

—Bueno, entonces me prestas tu oficina —le pido.

—¿Y no puedes solo pagar un hotel y ya? —pregunta con sarcasmo.

—Qué más quisiera yo, pero se me está haciendo de rogar —le cuento cabreado.

—¿No te has puesto a pensar que quizá no le interese tu propuesta? ¡Quizá no le atraes como tú crees! —sugiere el muy cabrón sin ocultar su burla y sin imaginar, que ya es mía, pero que no lo quiere aceptar.

—Por supuesto que le atraigo y sé que me desea tanto como yo a ella, pero es una cabezota y no lo quiere admitir —le aseguro sin delatar que ya fue mía.

Señor Brown no firmaré ese contrato.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora