Capítulo 16 - Por Bianca Winston.

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—¡Por el amor a Dios Brandon!, cuando has preguntado si puedes quedarte aquí, ¡sabes que sí!

—Andrea insistió en que preguntara —se defiende.

—Lo siento —se disculpa Andrea, es que como a veces te reúnes para hacer tareas con tus compañeros de clases no queríamos incomodar, además uno no sabe si te ha aparecido algún príncipe azul.

—La niña no está buscando ningún príncipe azul —la reprende mi papá, Pilar ríe por lo bajo y Brandon dice.

—Si ese tal príncipe azul llega a aparecer debes presentárnoslo, si no es un tipo agradable contigo le partiré la cara.

—No les hagas caso cariño —dice Pilar—. Estos dos no quieren aceptar que has crecido y que tarde o temprano te enamorarás.

—¡Mejor tarde! —Dice papá—. Cuando tenga unos cincuenta años, ¡quizá ahí le dé permiso!

—Sigue siendo enana —dice Brandon—. ¡No quiero tener que partirle la cara a nadie! —en su voz no hay un ápice de broma.

—Tranquilos, cuando llegue el momento se los diré, y por supuesto se los presentaré, pero a menos que yo te lo pida tienes prohibido partirle la cara, ¿me has escuchado Bra? —Se queda en silencio—. Si no, nunca se los presentaré —les advierto.

—¡Bien!, pero si se la gana, ¡no habrá poder que lo libre! —me advierte él.

—Calma cavernícola —le dice Andrea—. El bebé te está escuchando y va a aprender a ser violento.

—¡Uf! Te imaginas si tienen una niña y cuando esta tenga novio —le digo a Andrea.

—Será monja ya lo decidí —contesta Brandon muy serio,

Todos reímos, menos él.

—Bueno cariño, te dejamos para que descanses, dulces sueños, primor —me dice Pilar.

—Bye, los quiero mucho —me despido de ellos.

Luego de colgar la llamada me pongo a leer un folleto de la clase de proyectos, y no tardo en quedarme dormida, trayendo en mi sueño un recuerdo de mi infancia. De cuando mamá nos abandonó y papá se dedicó a la bebida, descuidándose de mí por completo, bajé de peso casi a nivel de desnutrición e incluso dejé de ir a la escuela.

Yo estaba en kínder y Pilar era mi maestra, quien al notar mi ausencia consecutiva a clases, fue a buscarme a casa para ver si sucedía algo, ya que no era usual que faltara, cuando tocó la puerta fui yo quien le abrió y le permitió pasar. Recuerdo que se asustó al ver el desorden y sentir el mal olor que había, y al ver a papá durmiendo en el sillón completamente ebrio, con botellas de licor esparcidas por toda la sala, me tomó de la mano y me preguntó.

—¿Bianca donde está tu mamá?

—Dice papá que se fue con otro señor, ¡que ya no nos quiere! —dije y solté a llorar, estregando mis ojos con mis sucios dedos.

—¡No es cierto cariño! —Dijo Pilar arrodillándose junto a mí—. Seguro se fue porque tenía algo que hacer y va a regresar, ¡ya verás! —me aseguró consolándome.

—¡Sí, por favor!, así papá ya no tomará más y dejará de quebrar cosas —le dije llorando aún.

—¿Te ha lastimado tu papá? —me preguntó acariciándome la cara.

—No, solo me abraza, llora conmigo y se vuelve a quedar dormido —le comenté

—¿Has comido algo? ¿Cuándo fue la última vez que te bañaron? —me preguntó Pilar.

—Sí, me comí una pizza que estaba en la caja —dije señalando hacia la caja vacía que estaba en la sala—. Y mamá me bañó antes de irse.

—¿Quieres que te dé una ducha y te cambie de ropa? —me preguntó Pilar.

Señor Brown no firmaré ese contrato.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora