Capítulo 41 - Por Bianca Winston.

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¡Wow! Y yo de idiota, creyendo que podría surgir algo bonito entre ambos, creí que lo nuestro no era solo atracción, porque si algo es cierto es que nuestros cuerpos se atraen como el metal y el imán, pero al parecer el gran señor Brown tenía otros planes, ¡él lo único que anda buscando es una muñequita viviente a la que vestir, calzar y follar cuando se le dé la gana!, ¡a!, pero eso sí ¡qué nadie se entere!, ¡semejante cabrón!

Dejo los papeles sobre la mesa y voy al refrigerador por más agua para tomar, necesito que me baje este nudo que tengo en la garganta, no voy a llorar, al menos no enfrente de él, no le voy a dar ese gusto, ¿un contrato de confidencialidad? ¡Confidencialidad mis ovarios!

Me termino el vaso con agua y me dirijo a la habitación, encuentro al grandísimo señor idiota poniéndose la camiseta que yo me traje puesta de su apartamento.

—¿Puedes explicarme qué significa esto? —le pregunto enseñándole el documento. Lo veo contrariarse pero responde enseguida.

—Es algo que quería hablar contigo, es por el bien de los dos, creo que no quieres a nadie murmurando sobre nosotros a nuestro alrededor.

—¿Por el bien de los dos?, ¿lo has leído acaso? —le pregunto

Y empiezo a enunciarle lo que pienso de cada CLÁUSULA.

—Cláusula primera, ¡de confidencialidad!, sin necesidad que me lo pidieras por escrito, habría estado totalmente de acuerdo, ¡no me interesa que todos se enteren de que soy la querida del snob de mi jefe! —le digo indignada.

—Cláusula segunda, ¡exclusividad!, creo que te acaba de quedar claro que no soy del estilo de irme acostando por ahí con el primer tipo que se me cruza por enfrente, o ¿aún piensas que soy una puta? —le pregunto ondeando el contrato frente a él

—No se trata de eso, por supuesto que nunca pensé eso de tí, y hoy menos que nunca lo pensaría, ¡solo es una formalidad! —Se excusa—. Por favor no te enojes —me pide con ojitos de perrito regañado.

«¡Idiota controlador!»

—¿Que no me enoje?, espérate que falta lo mejor aún no termino —le respondo alejándome de él y continuando mi apreciación sobre el documento que tengo en la mano—. Cláusula tercera, ¡prevención de embarazo!, ¿de verdad crees que estoy en la edad de tener un bebé?, apenas y tengo veintidós años, ¡ni siquiera me he graduado de la universidad!, ¿en qué mundo vives? —le pregunto.

—Es una cláusula necesaria, ya han intentado amarrarme con un hijo y no quiero que vuelva a ocurrir —se defiende.

—¿Crees que voy a intentar amarrarte?, ¿qué tipo de mujer consideras que soy? —le casi grito.

—¡Una muy especial!, acabo de darme cuenta, por favor no continúes, podemos modificar las cláusulas con las que no estés de acuerdo —me ofrece.

—¿Las que no esté de acuerdo? —Le respondo y continúo con mi interpretación—. Cláusula cuarta, ¡disponibilidad de tiempo para estar juntos!, ¡prácticamente me estás pidiendo que me esclavice a ti!, según tu antojo, ¿y mis necesidades qué?, ¿y mis amigos qué?, ¿a qué horas supones que voy a estudiar?, no por gusto Sofía te llama ¡megalómano! —le digo frustrada.

—Dice que podemos ponernos de acuerdo, no tiene que ser como yo quiera siempre, si tienes compromisos nos adecuamos y tú sales con lo tuyo y luego nos vemos, no es como si estuviese estableciendo horarios fijos —me comenta como si fuese una gran concesión la que me ha hecho.

—Wow, señor Brown, ¡muy generoso usted! —le respondo con sarcasmo y continúo leyendo—. Cláusula quinta, ¡relación basada en placer!, ¿acaso te parece que soy un robot como tú?, ¿crees que me entregue a ti, solo porque ya me estorbaba mi virginidad? —le pregunto sintiendo como el nudo en mi garganta va incrementando nuevamente.

—¡Por supuesto que no!, pero tampoco es algo que esperaba, te confieso que ha sido toda una novedad para mí.

—¿Una novedad?, ¡wow!, que alago es saber que me percibes como una novedad, ¡gracias! —le digo con sarcasmo y continúo leyéndole—. Cláusula sexta, ¡duración del contrato!, mínimo seis meses, ¿y después podre irme con todo lo que me regales? ¡Wow! Sí que eres que generoso —le comento deseando poder tirarle algo a la cabeza.

—Solo es un número, no tiene que terminar ahí, podemos durar tanto como tú quieras —me ofrece.

No le respondo, porque no hace más que embarrarla, ¡el muy idiota!

—Cláusula séptima, reglas generales: alimentarme, ejercitarme, vestirme, descansar, ¡y no sé qué idioteces más!, ¿crees que puedes venir a disponer que cambie mi estilo de vida?, solo porque según tú debo de estar en condiciones para follar cuando y cuanto tú quieras —le reprocho casi llorando, pero me contengo, porque no voy a darle gusto.

—Es solo para garantizar tu salud, no le veo nada de malo a eso, ¡no comprendo el drama! —dice el muy idiota.

—¡Wow!, sí, tienes razón, yo he montado un drama redactando esta estupidez de contrato, ¡permíteme continuar con mi drama! —Le digo leyéndole la octava Cláusula—. ¡Todo un filántropo tú!, ¡No necesito tu puto dinero!, para eso mi papá y Pilar me están ayudando para que termine mis estudios y pueda valerme por mí misma, y en todo caso si no hubiese estudiado, ¡para eso tengo buenas mis manos!, ¡puedo trabajar! —ahora si le grito y le tiro los papeles por la cara.

—No quise ofenderte con lo del dinero, sé que eres diferente a las demás, pero igual a qué chica no le gustan las cosas buenas —me pregunta como si nada el muy idiota.

—Eres un imbécil y ¿sabes qué? señor Brown, ¡no firmaré ese contrato!, ni lo sueñes, es más, ahora mismo no quiero verte, por favor vete de mi apartamento —le pido luchando contra las primeras lágrimas que salen de mis ojos sin que pueda contenerlas.

—Bianca por favor no te pongas así, entiéndeme solo quiero que estés bien.

—Si realmente quieres que esté bien, vas a olvidar que me entregué a ti, vas a olvidar todo esto y me vas a dejar terminar mi pasantía en tu empresa, mañana pediré al señor Suazo que me ayude trasladándome a otro departamento, y la única relación que nos unirá es la laboral.

—¿Realmente quieres que olvide esto? —me pregunta acercándose amenazadoramente a mí. Me abraza, y nos hace caminar hasta la pared más cercana, dejándome de espaldas a ella y me besa, al tiempo que mete la mano debajo de mi camisa y presiona uno de mis pezones haciéndome gemir de deseo.

Luego baja con su boca por mi cuello y llega hasta él sustituyendo sus dedos por sus labios, lo agarro fuertemente y la llama en mi vientre vuelve a activarse. Es por demás que intente resistirme con él, mi cuerpo tiene vida propia y no puedo hacer otra cosa que disfrutar lo que me hace sentir.

Después mete una mano dentro de mi short, y gracias a que me lo puse sin braga no le cuesta tener acceso a mi muy humedecido centro, me contorsiono contra su mano y gimo contra él, empieza un vaivén con sus dedos en mi clítoris; eso más la presión que ejerce en mis pechos con sus labios, no tarda en hacerme estallar en un alucinante orgasmo. Sube hasta mis labios mordisqueándolos sin causar daño y luego dice

—¿Acaso tú puedes hacer como si nada de esto?, —me pregunta con los ojos inyectados en coraje—. No te cierres al contrato, revísalo bien y en lo que no estés de acuerdo y se pueda modificar lo modificamos, y si no estás de acuerdo en nada haremos como dijiste, y la única relación que nos unirá será la laboral —me asegura con voz suave mientras acaricia mi rostro—. Con lo único que no cuentes es con que Suazo vaya a cambiarte de área, si lo único que quieres conmigo es una relación laboral, eso tendremos —comenta alejándose de mí y terminándose de vestir.

—Quizá sea lo mejor —digo abrazándome a mí misma y temblando por el coraje y la excitación que aún hay en mi vientre.

Señor Brown no firmaré ese contrato.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora