Capítulo 8 - Por Bianca Winston.

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—Eres más interesante de lo que crees —me dice desviando la mirada de mí—. Según tú, ¿escogieron el mejor equipo? —me comenta volviendo a un terreno seguro.

—Sí. Estoy segura de que sí.

—¿Me dirás cuál fue?

—Prefiero no hacerlo

—¿Por qué? —me pregunta enarcando una ceja.

—No quiero que digan que influí en su decisión —le digo arrepintiéndome de inmediato del mal comentario.

—¿Supones que podrías influir en mis decisiones? —me pregunta mirándome directamente a los ojos.

—No, por supuesto que no —le digo abochornada por mi atrevimiento—. Pienso que nadie puede hacerlo cambiar de opinión una vez haya tomado una decisión —Él sonríe como dándome la razón.

—En los negocios, si quieren hacerme cambiar de decisión tienen que presentarme un argumento que no pueda refutar —me aclara.

—Dicho así, pareciera que siempre tiene la razón.

—Soy el jefe —me dice riendo, lo miro divertida por la poca falta de humildad que tiene—. Fuera de broma, ser el jefe conlleva una gran responsabilidad, las decisiones que tomas repercuten en los resultados de la empresa, que se derivan en miles de fuentes de trabajo, así que no puedes darte el lujo de tomar malas decisiones, ¡así que no me mires así! —me pide.

—¿Así cómo? —le pregunto avergonzada, comprendiendo que él tiene razón, una empresa exitosa no solo representa el éxito del dueño o de sus dirigentes, sino también los miles de empleos que generan de modo directo e indirecto.

—Como si quisieras burlarte de mí —concluye.

—No me quise burlar de usted, ¡nunca lo haría!, su empresa es muy exitosa y se cotiza entre las mejores del país, así que le doy la razón, sus decisiones deben de ser acertadas para lograr mantenerse ahí.

—Sí, para lograr ese éxito no basta con que uno sea bueno, hay que rodearse de gente competente y comprometida, ¿y tú eres comprometida? —me pregunta.

—Sí, siempre lucho por mis ideales y no suelo conformarme con resultados a medias, ¡me gustan las cosas bien hechas! —le respondo.

—Suenas exigente contigo misma, eso es bueno, si tienes tus metas claras, ve y lucha por ellas, vas a conseguirlas, y a nivel personal, que quieres hacer con tu vida, ¿por qué no tienes novio? —me pregunta.

—De momento estoy concentrada en los estudios, no me interesa estar con nadie —le comento por si Julio tiene razón y el señor Brown tiene alguna intensión de que yo sea su entretenimiento—. Y usted Señor Brown ¿cómo se considera a nivel personal? —Le cuestiono devolviéndole la pregunta que él me hizo.

—Ya que estamos hablando de temas personales, llámame Stefan, dejemos el Señor Brown para la oficina o para mi papá, para los amigos soy simplemente Stefan —Me pide viéndome a los ojos nuevamente.

—No somos amigos señor Brown —le digo—. Y si voy a trabajar en su empresa debemos mantener las formalidades.

—¿Y si quiero ser tu amigo? —me pregunta enarcando una ceja.

—¿Por qué querría alguien como usted, ser amigo de alguien como yo?

—¿Qué tiene de malo?, ¿Y a qué te refieres con alguien como tú? ¿Hay algo que te impida ser mi amiga? —me pregunta con semblante serio.

—No, pero entiendo que los Jefes de los jefes no son amigos de uno.

—La verdad es que no es usual, pero tú eres amiga de la hija de Sanabria y has sido recomendada por él, así que no eres una extraña, podemos ser amigos, además ya nos habíamos visto en la casa de él.

Señor Brown no firmaré ese contrato.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora