El día del ritual, el aire estaba cargado de una electricidad que parecía provenir directamente de la tierra misma. Mi abuela y Helga pasaron el día conmigo en la biblioteca, estudiando el grimorio por última vez y asegurándose de que cada detalle estuviera perfectamente claro. Marcus y Connor se encargaron de reforzar las defensas alrededor del claro y organizaron patrullas constantes, asegurándose de que el lugar estaba protegido de cualquier amenaza.
La noche llegó al fin. Cada paso que daba hacia el claro me hacía sentir que algo irreparable estaba a punto de suceder, y aun así, no podía detenerme. Connor caminaba a mi derecha, Marcus a mi izquierda, ambos tan atentos a su entorno como a mis movimientos. Ninguno de los tres pronunció una sola palabra. Sabía que si volvíamos a hablar de lo que estaba a punto de suceder, mi determinación desaparecería. Por eso había guardado silencio.
Avanzamos hasta el claro del bosque. La luna llena colgaba sobre nosotros, bañando el espacio con su luz plateada. La brisa nocturna susurraba entre los árboles, trayendo consigo una calma engañosa.
Nos reunimos en el centro, rodeados por el círculo de piedras que marcaba el lugar del ritual. Helga y mi abuela comenzaron a preparar el altar: velas, símbolos trazados con tiza en el suelo, hierbas aromáticas que ardían en pequeños braseros . El olor de la artemisa y el romero se mezclaba con la humedad del bosque, creando un ambiente casi irreal.
—¿Estás lista, Tayen? —preguntó mi abuela, su voz firme pero llena de un matiz de tristeza que no podía ocultar.
Tragué saliva, asintiendo.
—Sí, estoy lista.
Mi voz apenas salió como un susurro, pero estaba decidida. Este era mi destino.
Nos colocamos en nuestras posiciones dentro del círculo, siguiendo las instrucciones del grimorio. Connor, Marcus, John, Erandi, mi abuela y Helga. Todos estaban allí, como una pared de apoyo que me daba fuerzas. El libro estaba abierto en el altar, las páginas antiguas iluminadas por el parpadeo de las velas. Comencé a recitar las palabras en el idioma ancestral. Mi voz, temblorosa, fue ganando fuerza con cada frase.
La energía del lugar parecía responder a las palabras, levantándose como una ola invisible que me envolvía. El aire se volvió más denso y una luz tenue comenzó a rodearme. Mis sentidos se agudizaron: podía escuchar el susurro más leve entre las hojas, sentir el latido de mi propio corazón como un tambor, y oler incluso el aroma de la resina en los árboles cercanos.
De repente, un crujido entre los arbustos rompió mi concentración. Levanté la vista, buscando el origen del sonido, pero no había nada allí.
—¿Va todo bien? —preguntó Connor, sus ojos clavados en el bosque justo donde yo había dirigido mi mirada.
Sacudí la cabeza.
—No ha sido nada —mentí tratando de quitarle importancia, aunque mi postura tensa decía otra cosa.
Decidí continuar. No podía permitirme detenerme ahora. Volví a concentrarme en las palabras del rito.
Mientras seguía recitando, una visión me golpeó con una fuerza inesperada. Cerré los ojos y me vi a mí misma en un espacio oscuro, rodeada por una luz cálida que emanaba de una figura familiar.
—Tayen, estoy aquí contigo —dijo mi madre, su espíritu radiante y lleno de amor—. Siempre estaré contigo, sin importar lo que suceda.
Sentí lágrimas quemando mis mejillas mientras sus palabras se grababan en mi corazón. La energía alrededor de mí seguía intensificándose, pero también sentía un dolor profundo en mi interior, desgarrándome por dentro, como si algo esencial estuviera siendo arrancado de mí dejando un vacío indescriptible.

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Tayen, la leyenda de las Lunas [Editando]
LobisomemCuenta la leyenda que cada mil años nace una luna tan fuerte y salvaje que ningún alfa puede controlarla. Una auténtica líder que amenaza las costumbres patriarcales que han imperado en nuestros clanes generación tras generación. Una luna destinada...