Capítulo 47

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El aire fresco me acariciaba el rostro mientras caminaba por el patio de entrenamiento de la fortaleza de Selene. La luz cálida del sol alto en un cielo despejado, proyectaba sombras largas sobre las antiguas piedras del castillo. A pesar de la serenidad del paisaje, mi cuerpo estaba tenso.

Las guerreras de Selene ya estaban allí, alineadas en una formación perfecta, como un maldito ejército perfecto, con sus rostros impasibles y la mirada afilada como cuchillas. No había ni un murmullo entre ellas, solo la brisa silbando entre las murallas y el sonido de sus respiraciones controladas. Pero me miraron, todas me miraron de arriba abajo en cuanto entré en su campo de visión, y tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para no echar a correr. Vestían ropas ajustadas y funcionales, en tonos oscuros, con correas de cuero que sujetaban cuchillos y dagas en sus muslos y cinturas. Algunas llevaban el cabello trenzado con precisión, otras lo mantenían corto. Todas emanaban una fuerza cruda y disciplinada.

La guerrera que nos había escoltado hasta Selene al llegar a la Yatch House estaba allí, al frente del grupo, observándome con su perpetua expresión de evaluación, como si todavía estuviera decidiendo si valía la pena perder el tiempo conmigo. No había ni rastro de Selene y eso, en cierta medida, me hizo sentir aún más incómoda. Pensaba que la líder estaría allí en persona para evaluarme, para decidir si era digna o no de obtener su ayuda. Dejé escapar el aire con fuerza y sacudí mis brazos a ambos lados de mi cuerpo para desentumecerlos justo antes de llegar.

— Mi nombre es Atriel y soy la comandante de las Hijas de la Luna y segunda al mando — dijo con voz firme la mujer mientras me miraba de arriba abajo — Antes de que te unas al entrenamiento con mis guerreras quiero saber con qué contamos.

Me hizo un gesto para que me adelantara.

Tomé aire y me coloqué en el centro de la arena de combate.

—Kara —llamó la mujer.

Una joven guerrera de mi estatura, con ojos oscuros y cabello castaño en una trenza apretada, avanzó hacia mí con seguridad. Me estudió con calma antes de inclinar ligeramente la cabeza.

—Pelearéis hasta que una de las dos ceda —explicó la segunda—. Sin transformaciones. Sin garras. Solo habilidad.

Asentí. Pude notar la expectación en las demás guerreras, como si estuvieran midiendo cada uno de mis movimientos.

Kara atacó primero, rápida como una serpiente, lanzando un puñetazo dirigido a mi rostro. Me agaché justo a tiempo y giré sobre mi eje, esquivándola por centímetros. Pero en el momento en que intenté contraatacar con una patada, ella ya se había movido, deslizándose con elegancia fuera de mi alcance.

Rápida. Precisa.

Me obligué a no pensar demasiado y confié en mis reflejos. Intercambiamos golpes y bloqueos durante lo que parecieron minutos interminables. Kara era buena, pero yo era más rápida. Aproveché una apertura y la derribé de un barrido, haciéndola aterrizar de espaldas en la arena.

Cuando levanté la vista, esperando ver aprobación en los ojos de Atria, lo único que encontré fue una mirada calculadora.

—Interesante —dijo con voz neutra—. Pero no te emociones demasiado. Kara aún es una novicia.

Mi satisfacción se evaporó de inmediato. Le tendí la mano a la joven que la tomó con un gesto de agradecimiento.

— Buena suerte — me susurró antes de salir de la arena.

—Sienna —llamó la mujer.

Una mujer de cabello rubio y cicatrices en los nudillos, avanzó con paso seguro. Era mucho más bajita que Atria, quizás no midiese más de un metro sesenta, pero su presencia era igualmente intimidante. Tenía una mirada feroz y su cuerpo parecía curtido por años de batalla.

Tayen, la leyenda de las Lunas [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora