Capítulo 38

45 8 0
                                    

CONNOR

El eco de mis pasos resonaba en las paredes de piedra del castillo, cada golpe de mis botas era un latido más en mi pecho desbocado. Acababa de comprobar que Tayen estaba ya durmiendo en su habitación, ni siquiera me había percatado de que había abandonado la fiesta. Los emisarios de las distintas manadas me habían mantenido ocupado y lejos de ella toda la noche. Pero las conversaciones que había estado oyendo, los murmullos apagados que se desvanecían cuando yo pasaba cerca, daban ahora vueltas en mi cabeza como las piezas de un rompecabezas que comenzaban poco a poco a encajar.

Bajé las escaleras apresurado. Los pasillos estaban desiertos, las luces apenas iluminaban los tapices antiguos que colgaban como testigos mudos del poder de mi familia. Pero todo lo que podía pensar era que todo aquello, todo lo que veía era falso, una ilusión que había sostenido durante años sin cuestionar. Hasta ahora.

Mis manos temblaban. No sabía si era de rabia o de miedo. Tal vez de ambos.

Las puertas del despacho de mi padre estaban cerradas, imponentes. Me detuve frente a ellas, mi respiración se condensaba en la fría penumbra del corredor. Apreté los puños, las uñas se me clavaron en las palmas. No podía permitirme dudar. No ahora.

Abrí las puertas de un empujón, sin anunciarme. Mi padre estaba de pie junto a la gran chimenea, su figura recortada contra el brillo anaranjado del fuego. No se giró de inmediato, como si ya hubiera sabido que vendría.

— ¿Connor? — su voz era suave, casi paternal, pero había una nota de burla en ella — ¿A qué debo el placer?

Cerré la puerta tras de mí con un golpe seco y me adentré en la sala.

— Deja de jugar conmigo, padre — escupí las palabras — ¿Qué estás haciendo con Tayen?

Malcom se giró entonces, sus ojos azules, tan parecidos a los míos, me miraron con una mezcla de decepción y diversión. Vestía su traje oscuro, impecable, como si ni siquiera la ira de su hijo pudiera arrugarlo. Se llevó un vaso de whisky a los labios y bebió con una calma que me enervaba aún más.

— No entiendo a qué te refieres — dijo, dejando el vaso en una mesa baja de mármol — Tayen es nuestra invitada. Solo trato de asegurarme de que se sienta bienvenida.

— No juegues conmigo — avancé un paso, mi voz se alzó sin poder evitarlo — La manadas están hablando. ¿Por qué la quieres aquí realmente?

Una sombra cruzó el rostro de mi padre. Por un momento, el disfraz de padre amable se resquebrajó, y vi al verdadero Malcom Howard, al gran jefe alfa, al hombre que mantenía a las manadas unidas bajo un puño de hierro.

— Creía que eras más inteligente, hijo — suspiró, pero su voz había perdido el tono dulce — Supuse que ya lo habrías descubierto. ¿O es que tu atracción por esa chica te ha nublado el juicio?

Me mordí la lengua, pero no retrocedí.

— Explícate — exigí.

Malcom se acercó, sus pasos eran lentos, medidos. Se detuvo a pocos centímetros de mí, obligándome a alzar el mentón para sostener su mirada.

— Todo comenzó con un Howard y una Luna Alfa — comenzó, su voz adquirió un tono casi narrativo, como si contara una historia alrededor de una hoguera — Nuestro linaje pasó a ser el más poderoso de todos. Nuestro antepasado, Jason Howard, se unió a una Luna Alfa, prometiendo protegerla y honrar su poder. Pero era demasiado estúpido y dejó que el amor cegara la verdadera visión del nuevo mundo que podían construir.

Las palabras caían sobre mí como piedras, cada una golpeaba un rincón diferente de mi mundo, agrietándolo, rompiéndolo.

— Jason y su luna tuvieron mellizos, un niño y una niña. La niña heredó el poder de su madre y cuando ambos niños alcanzaron la madurez el niño, Rodric, lo comprendió. Vio todo el potencial, todo lo que podría conseguir con solo una pizca del poder que su hermana poseía. Un poder que debía ser suyo, del primogénito del alfa, y lo tomó. Tomó lo que le pertenecía por derecho de nacimiento — continuó Malcom, su rostro no mostraba emoción, como si recitar una traición ancestral no le afectara en absoluto — Pero su madre le maldijo en su lecho de muerte y los espíritus de las lunas que la precedieron honraron esa maldición. Toda nuestra sangre quedó manchada. Desde entonces, cada generación de Howards ha nacido más débil. Nuestro poder se marchita con cada nacimiento. Así que nuestros antepasados tuvieron que buscar la manera de mantener nuestra posición... a través de otros medios.

Tragué saliva, un sabor amargo me llenó la boca.

— ¿A qué te refieres?

— Ritos de transferencia de poder — respondió, con la misma naturalidad con la que podría haber hablado del clima — El mismo rito que Rodric usó contra su hermana. Las Lunas Alfa son... — hizo una pausa, buscando la palabra correcta —... conductos. Su energía puede ser absorbida, su poder transferido. Lo hemos intentado durante siglos, pero nunca hemos logrado restaurar completamente lo que perdimos.

La habitación comenzó a girar. Apoyé una mano en el respaldo de una silla para mantenerme en pie.

— Por eso las cazaron... — mis pensamientos eran un torbellino — Por eso las mujeres eran obligadas a participar en las ceremonias de emparejamiento, para encontrarlas... ¿Por eso...?

— Exacto. — Malcom sonrió, una sonrisa helada, vacía — Y tú, mi querido hijo... tú eres mi carta ganadora.

Mis puños se cerraron con tanta fuerza que sentí un pinchazo en las palmas.

— No.

Malcom no se inmutó.

— ¿De verdad creías que tu vínculo con Tayen era natural? — su voz era un susurro venenoso — La verdad, Connor, es que tú no eres su compañero legítimo. Ese vínculo fue... facilitado. Mi sangre en tus venas, unida a los antiguos rituales, ha creado un lazo artificial. Eres mi herramienta para acercarla a nuestra familia. Eso fue lo que falló en los otros ritos, el motivo de que no funcionara con ninguno de nuestros antepasados como funcionó con el padre de Rodric. Jason y su esposa estaban vinculados. Solo hemos tenido que forzar un poco las cosas.

Mi respiración se volvió irregular. Mi vínculo con Tayen... ¿era falso? Todo lo que había sentido, la conexión, el impulso... ¿todo era mentira?

Algo se rompió dentro de mí. Sentí cómo mi mundo se desmoronaba, los cimientos de mi identidad se resquebrajaban. Había traído a Tayen aquí, creyendo que era lo correcto, que mi padre podría protegernos. Pero no había hecho más que entregarla en las garras del lobo que sería su fin.

— No... — murmuré, incapaz de articular nada más.

— No importa lo que pienses ahora, hijo. Si no vas a hacer lo que se espera de ti, lo haré yo mismo. — Su tono no dejaba lugar a dudas.

Una oleada de pánico me recorrió. No sabía qué significaba aquello, pero estaba seguro de que Tayen no estaría a salvo. Tenía que advertirla. Tenía que sacarla de allí.

Retrocedí un paso, y Malcom me miró con desprecio.

— Eres débil, igual que tu madre. Pero no importa. Ya no te necesito. Al menos su muerte ha servido de algo. Sin una compañera, estoy listo para volver a vincularme.

Aquel último dardo me atravesó el corazón. Mi madre había fallecido hacía menos de un año. No me permití perderme en ese dolor. No en ese momento. Sin darle la oportunidad de detenerme, me giré y salí corriendo del despacho. Intenté contactar con Tayen pero una niebla espesa inundaba el lugar que nuestro lazo ocupaba en mi cabeza. Probé con Marcus, tirando con fuerza de su parte del vínculo. Él era el único en el que podía confiar. Mi mente iba más rápido que mis pies. Tenía que llegar hasta Tayen. Tenía que sacarla de allí. No importaba lo que me costara, no volvería a fallarle.

 No importaba lo que me costara, no volvería a fallarle

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Tayen, la leyenda de las Lunas [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora