Cuentos

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Ya estaban los tres abajo, en la acogedora salita de estar del hostal cuando Henry y Emma llegaron

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Ya estaban los tres abajo, en la acogedora salita de estar del hostal cuando Henry y Emma llegaron. Neal enseguida se levantó para recibir a Henry con un abrazo y hacer las presentaciones. En realidad eran Henry y Tamara los únicos que todavía no se conocían. Tamara había pasado por el apartamento a recoger a Elia, pero había sido algo rápido y no se habían llegado a presentar.

Neal se había sentado en uno de los sofás junto con Elia y Tamara, mientras que Henry y Emma habían ocupado dos sillones. Elia se encontraba acurrucada junto a su padre, no muy feliz de aquella reunión, todo lo contrario que Henry. Mientras Emma trataba de disimular su incomodidad. Ni siquiera estaba segura de porque estaba tan incómoda. Si, eran su ex y su prometida, pero habían pasado once años, el podía estar con quien quisiera y a ella no le importaba, ¿verdad?

En la mesa habían dejado algo de comida (dulces sobre todo) que Elia y Tamara habían comprado durante el viaje. Probablemente Henry, Neal y Tamara fueron los que más hablaron. Emma se metía de vez en cuando, y Henry intentaba conocer más a su nueva hermana.

—Elia, ¿te gustan los comics? —preguntó Henry

Elia lo miró, y se encogió levemente de hombros antes de responder —ante la mirada de su padre— con tono bajo.

—Me gusta leer, pero no leo comics.

—¿Qué libros te gustan? —preguntó Henry

—Me gustan muchos libros —dijo Elia como diciendo que no tenía un genero favorito

Henry no respondió. En su lugar, se inclinó a un lado del sillón, donde había dejado su mochila y sacó de esta un libro grande y grueso. 

—Por cierto, papá, he traído mi libro —dijo Henry entregándoselo.

—Gracias, Henry —dijo Neal

—Erase una vez —leyó Elia asomándose por al lado de su padre

—Son cuentos, pero diferentes —dijo simplemente Henry sonriendo

Elia frunció un poco el ceño mirando a su hermano

—Entonces, ¿cómo os conocistéis? —preguntó Henry a su padre y Tamara

—Bueno, yo llegaba tarde al trabajo —comenzó Tamara mientras ella y Neal intercambiaban una sonrisa—, corría como loca, con mi café, cuando chocamos y se me derramó todo el café sobre mi blusa. No tenía tiempo para cambiarme, así que Neal me prestó su bufanda para taparme las manchas. Me dijo que podía quedármela o llamarle para devolvérsela. Le llamé y estamos juntos desde entonces.

—Suena al destino —dijo Emma con un ligero sarcasmo en su tono, que apenas se notó—. Bueno, debo llevar a Henry con su abuelo. Gracias por la merienda.

—Encantado, Tamara —dijo Henry mientras se levantaba

—Lo mismo digo, Henry —dijo Tamara

—Henry —Neal levantó el libro para que el niño lo cogiera, pero el lo detuvo.

—Quédatelo.

—Está bien —dijo Neal

—¡Adiós! 

Henry y Emma abandonaron el hostal, y Elia pudo relajarse un poco en el sofá. Miraba curiosa el libro que Henry les había dejado. No entendía porque lo había hecho.

—¿Puedo subir a la habitación, papá? —preguntó Elia

Neal le dio permiso. Le venía bien que Elia no estuviera. Así podría hablar primero con Tamara, contarle la verdad. Luego iría con con su hija. Mejor ir de una en una. Sabía que era algo difícil de creer, y no le resultó extraño que Tamara se enfadara. Incluso se mostro estar celosa de Emma, y en el fondo, Neal sabía que no la podía culpar, aunque intentase negárselo a si mismo.

A Elia no le extrañó que su padre subiera el solo a la habitación más tarde. Ella se encontraba tumbada en su cama, leyendo un libro. Tamara podría haberse ido a dar una vuelta para conocer el pueblo. 

—Papá... —dijo Elia. Se acababa de acordar—, ¿está bien el abuelo?

Todavía no estaba segura de que pensar de ese hombre. Pero la visión de él en el sofá de su apartamento en Nueva York la había afectado mucho.

—¿Qué? —dijo Neal como si apenas hubiera oído la pregunta—. Ah, si, el está bien. No te preocupes.

Elia asintió.

—Elia, ¿por qué no lees el libro de Henry un rato? —dijo Neal

—¿Por qué? —preguntó la niña

—Creo que te gustará —dijo su padre

—Vale —dijo Elia mientras se levantaba a coger el libro

Enfrascada en aquel libro, Elia pasó sin darse cuenta gran parte de la tarde allí, tumbada sobre su cama, leyendo aquellas curiosas versiones de los cuentos que ya conocía. Ni siquiera supo en que momento abandonó su padre la habitación, no oyó como el se despedía o como le advertía que no saliera del hostal mientras el no estuviera. Tampoco supo nada de lo que estaba pasando en el pueblo. Y a diferencia de Tamara nunca vio a un hombre de madera, ni como una auténtica hada volvía a convertirlo en un niño.

ONCE UPON A TIME (NEAL'S DAUGHTER)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora