La peor noticia

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Elia gritó al despertar sobresaltada

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Elia gritó al despertar sobresaltada. Se incorporó con rapidez solo para ver que estaba en la habitación del hostal, vacía. Estaba acostada sobre su cama, vestida. Era de día. Había pasado una mala noche con pesadillas, y por eso había intentado dormir otra vez a aquella hora, solo para que otra pesadilla la volviese a despertar.

Se llevó las manos a la cara. Estaba asustada. Quería a su padre allí, como siempre estaba en casa para consolarla cuando tenía una pesadilla. Una lágrima cayó por su mejilla. Se la limpió rápidamente. Las pesadillas de las dos últimas noches parecían tan reales. Era un lugar oscuro, quizá bajo tierra, y de repente... Elia cerró los ojos con fuerza sacudiendo la cabeza. No, no podía recordarlo. Solo con pensar en ello un escalofrió recorrió su espalda.

Miró a la otra cama, vacía. No había visto a Tamara desde que había salido esa mañana a correr. Su padre por otro lado había salido un poco más tarde. Emma había llegado a la habitación. Habían hablado de algo fuera, y él se había marchado con ella. Elia mientras tanto había decidido intentar descansar un poco después de su horrible noche.

Se levantó. No quería intentar volver a dormir. Había tenido suficiente de las pesadillas por ese día. Salió de la habitación y bajó las escaleras. Ni siquiera sabía a donde iba. En la cafetería había bastante gente.

—Hola, Elia —la saludó Ruby con una sonrisa

Elia saludó levemente con la mano.

—¿Quieres algo? —preguntó Ruby

—No tengo dinero —dijo Elia—, y no se donde está mi padre.

—Creo que tu padre estaba ayudando a Emma a buscar a Regina —dijo Ruby—. No te preocupes por el dinero. Puedo traerte un chocolate caliente, ¿quieres?

Elia asintió. Se acercó a uno de los taburetes y, con un poco de esfuerzo pues estaba un poco alto, se sentó.

—¿Qué le pasa a Regina? —preguntó cuando Ruby volvió con el chocolate

—Creo que había desaparecido —dijo Ruby

—¿Desaparecido? —dijo Elia algo asustada

—No te preocupes, seguro que estará bien —se apresuró a añadir Ruby

Pero eso no tranquilizó a Elia, que ya sabía distinguir cuando alguien le decía eso solo por tranquilizarla. No había conocido apenas a Regina, no era por ella. Pero la idea de que alguien había desaparecido le asustaba. Podía desaparecer más gente. ¿Y si desaparecía su padre? No. Eso no pasaría. No podía pasar.

Dio un nuevo sorbo a su chocolate. Estaba bueno. Le recordaba al que su abuela siempre le hacía. Echaba de menos a sus abuelos, a su madre, casi incluso a Tom. Echaba de menos Nueva York, y echaba de menos ir a la escuela. Cuando volviera su padre, le preguntaría cuando tiempo más se quedarían allí. No podían quedarse para siempre. Ya había perdido muchas clases, ¿y es que su padre no pensaba volver a trabajar?

Ruby había tenido que volver al trabajo, así que Elia se terminó su chocolate tranquila y bajó de la silla. No sabía que hacer, ni a donde podía ir. A su padre no le gustaba que fuera sola por el pueblo aunque ya se había escapado un par de veces a explorar el sitio ella sola. Desde que habían llegado, tanto su padre como Tamara casi siempre estaban ocupados así que no se habían dado cuenta.

Decidió volver a subir a la habitación y cogió el móvil de su padre de su mesilla. Sabía que su padre lo había dejado allí para ella. Fue a la galería de fotos y sonrió. Había muchas fotos de ellos juntos, solos. Como el día que fueron a aquel parque de atracciones en Coney Island. Su padre también tenía una foto que tenían con su madre, era de hace bastante tiempo, uno de esos pocos días en los que Elia había podido fingir que los tres eran una familia normal. Hasta que el día había acabado.

Alguien llamó a la puerta. Elia no estaba segura de cuanto tiempo había pasado. Había estado viendo vídeos en el móvil, pero se levantó para abrir. Fue con Emma con quien se encontró al abrir la puerta. Su rostro era serio y con los ojos algo rojos.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Elia—, ¿y mi padre?

Emma respiró hondo. No iba a ser fácil comunicarle una noticia así a una niña de ocho años. Antes de responder, pasó al interior de la habitación y cerró la puerta.

—Elia.., ha pasado algo —dijo

—¿Qué? ¿Qué ha pasado? —preguntó Elia con cierta desesperación—. ¿Dónde está mi padre?

Emma suspiró agachándose a la altura de la niña.

—Lo siento...

—¡No, no lo sientas! —dijo Elia—. ¡Dime cuando va a venir mi padre!

—Elia, intenté sujetarlo, pero Tamara...

—¿Tamara? ¿Qué pasa con ella? —dijo Elia

—No es quien creías que era, ni quien tu padre creía que era —dijo Emma

—¿Qué quieres decir? —dijo Elia

—Ella... le disparó.

—¿Qué? ¡No, no, no! —titubeó Elia. Sus ojos se empezaron a aguar—. ¡Eso es mentira! ¡Mi padre vendrá ahora, ¿verdad?!

—Elia... no te miento, lo siento mucho, pero Tamara abrió un portal —dijo Emma. Elia ni siquiera pensó en que eran los portales—, tu padre cayó por él, yo intenté sujetarlo...

—¡No, no, no! ¡Mentirosa! —lloraba Elia mientras empezaba a pegar con sus puños a Emma quien no hizo nada por defenderse—. ¡El no está muerto!

—Elia, lo siento de verdad, pero es imposible que él...

—¡No! ¡Cállate! —sollozó la niña mientras continuaba pegándole—. ¡Esto es tu culpa! ¡Es tu culpa! ¡Te odio!

Emma no pudo decir nada más. No es que ella estuviera mucho mejor que la niña. Todavía resonaba en su cabeza ese último "Te amo" que le había dicho a Neal. No le importaban los golpes de la niña. En realidad, a pesar de ellos ella simplemente rodeó a Elia con sus brazos tratando de consolarla. Al principio Elia intentó resistirse con más golpes, pero finalmente solo pudo caer rendida en sus brazos, mientras sollozaba sin parar.

—Lo siento... —murmuró Emma

ONCE UPON A TIME (NEAL'S DAUGHTER)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora