La verdad al fin

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Para Elia era raro ver a su padre tan enfadado como aquella tarde cuando llegó a la habitación

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Para Elia era raro ver a su padre tan enfadado como aquella tarde cuando llegó a la habitación. Por eso, dejó el libro que leía a un lado y se levantó de la cama para acercarse a él.

—¿Papá? —dijo

—¡Elia! —Neal se giró a mirarla sorprendido—. Creía que estabas con Henry.

—Se tuvo que ir —dijo Elia

Era mentira. Se había ido ella en cuanto había podido. No había admitido en voz alta que la otra tarde la había pasado bien con él, pero eso no significaba que ya estuviera feliz de tener un nuevo hermano. No necesitaba más familia. Por suerte, su padre estaba demasiado frustrado con otra cosa como para darse cuenta de que mentía.

—¿Qué ocurre? —preguntó Elia

—Nada, no ocurre nada —dijo Neal tratando de calmar su tono, restándole importancia

—Pero estás enfadado —dijo Elia

—Oye, Elia, no te preocupes, ¿vale? —dijo Neal—. Todo va bien

—Ya nunca me cuentas nada —dijo Elia cruzándose de brazos

—Mirá, solo... he discutido con tu abuelo —dijo Neal

—¿Por qué? —dijo Elia

Neal suspiró.

—Creía que había cambiado, y me equivoqué —dijo—. Ni siquiera ha intentado conoceros a ti o Tamara.

—Antes también estabas enfadado con él —dijo Elia—, ¿por eso me dijiste que había muerto?

Neal respiró hondo. Se dio cuenta de que era hora de responder a todas las preguntas que su hija probablemente tendría. Pero la verdad, no podía imaginar como se lo iba a tomar.

—Si, mi padre y yo... teníamos una relación complicada —dijo Neal

—¿Por qué? —preguntó Elia

—Bueno... Dime, ¿tienes todavía por ahí el libro de Henry, verdad? —dijo Neal

—Está en el cajón de mi mesilla —dijo Elia

Neal fue al pequeño mueble de madera, y sacó el libro de este. Luego se sentó en la cama individual e indicó a Elia que se sentara a su lado. Abrió el libro y empezó a pasar las páginas.

—Responderé a todas tus preguntas —dijo Neal

—¿Y para qué es el libro? —preguntó Elia

Neal no respondió. No dijo nada hasta que llegó a la historia que quería en el libro. Aguantó la respiración unos segundos cuando llegó a aquella fotografía en la que se reconocía a si mismo, con trece años, casi catorce. Quizá del día que se llevaron a Morraine. Todavía recordaba todo aquel miedo que pasó.

—¿Has leído esta historia? —dijo Neal

—Si, la historia de Rumpletiltskin —dijo Elia—, como el de Shrek.

Neal rio levemente.

—Bueno, también es mi historia —dijo

—¿Qué? —dijo Elia—. No lo entiendo, papá.

—Este libro... no es un libro normal —explicó despacio Neal—. Cuenta la historia de la gente de este pueblo.

—Pero son cuentos —dijo Elia

—Exacto —dijo Neal

Elia frunció el ceño mirando a su padre confundida. Luego miró el libro, la imagen de aquel muchacho, Baelfire, según la historia. Y se acordó de algo.

—En casa... el abuelo te llamaba Bae —dijo pensativa—, y Henry dijo que si eras Baelfire

—Y lo soy —dijo su padre

—Pero...

—Pero me cambié el nombre cuando vine a este mundo —dijo Neal

—¿Este mundo? —dijo Elia—. Papá, ¿de qué estás hablando?

Elia se estaba asustando. No entendía nada. ¿Acaso su padre se estaba volviendo loco?

—Se que es raro —dijo Neal—, pero no te estoy mintiendo. Este chico que ves aquí en el libro... soy yo.

—Esto... ¿tiene algo que ver con lo que Emma dijo el otro día de vuestro mundo?

—¿Nos oíste? —dijo Neal sorprendido

Elia se encogió de hombros y asintió despacio.

—Si, todas las personas de este pueblo, todas las personas que aparecen en este libro son... somos de otro mundo —dijo Neal—. Un mundo donde... donde la magia está mucho más presente.

—Entonces, ¿te vas a ir? —dijo Elia con tono triste, desesperado—, ¿quieres volver? ¡No te puedes ir, papá!

Aunque una parte de la niña pensaba que su padre quizá estaba perdiendo la cabeza, otra parte, como cualquier niño, estaba fascinada por la idea de un mundo con auténtica magia, porque confiaba en su padre más que en nadie y si él lo decía, podía ser verdad. Sin embargo, recordaba algo más que Emma había dicho.

—Oye, oye, yo no me voy a ir a ningún lado, ¿vale? —dijo Neal sonriendo mientras la rodeada con un brazo—. No es tan fácil librarse de mi

Elia rio levemente.

—¿De verdad hay magia? —preguntó la niña con ilusión. Todavía no estaba segura de que pensar, pero la idea le gustaba.

—Ah.., si —dijo Neal—, pero no es tan maravillosa como parece en los cuentos de hadas.

—¿Por qué lo dices? —preguntó Elia—. ¡Es magia!

—Elia... la magia es la razón de que mi padre y yo tengamos tan mala relación —dijo Neal—, la razón por la que me fui, y la razón por la que te dije que estaba muerto. La magia arruinó mi vida.

El rostro de Elia había ido cambiando conforme escuchaba a su padre

—Lo siento, papá —dijo

—No te disculpes —dijo Neal—. Tu no has hecho nada malo

Elia bajó la cabeza. No sabía que más decir. No quería disgustar más a su padre. Sin embargo, no aguantó en silencio demasiado rato.

—¿De verdad todos aquí son personajes de cuentos? —preguntó

—Si, bueno, algunos —dijo Neal

—¿Cómo quien? —dijo Elia—. Espera, ¿Pinocho... es Pinocho, el del cuento?

—Si —dijo Neal. Recordó que una de las últimas veces que había visto a August en Nueva York, Elia lo había conocido, pero decidió que revelarle que eran la misma persona ya sería demasiado para empezar—, y Marco, su padre, es Geppetto.

—Y la abuelita es... la abuela de Caperucita Roja ¿verdad?, así que Ruby es...

—Caperucita Roja —dijo Neal—. Si.

—Esto es muy raro, papá —dijo Elia

—Lo se, se como suena, se que es muy difícil de creer...

—Te creo, papá —dijo Elia—. Se que no me mentirías.

Neal sonrió y la abrazó con fuerza.

—Pero, eso si, es mejor que mamá no lo sepa —dijo—, al menos aun.

—¿Por qué? —dijo Elia

—Como has dicho, es raro —dijo Neal—. Mejor que el resto del mundo siga creyendo que todo son cuentos.

ONCE UPON A TIME (NEAL'S DAUGHTER)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora