Desesperado

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Neal había pasado la mayor parte de su vida huyendo de la magia

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Neal había pasado la mayor parte de su vida huyendo de la magia.

Pero tres de las personas más importantes para él tenían magia y no quería que sus propios miedos se interpusieran (una vez más), por eso había estado haciendo su mayor esfuerzo por aceptar la magia, al menos la que no era oscura. Pero aquella tarde cuando la pared de la comisaría se desmoronó por culpa de la magia y vio a Emma tan angustiada por no poder controlar su poder, se sintió impotente.

Había pasado toda su vida rechazando la magia, no tenía ni idea de como ayudarla. Y eso lo mataba. Ahora Emma había desaparecido, había cogido su coche y se había ido a algún lugar del pueblo que ellos no sabían. Y el no podía hacer nada. Así que ahí estaba en casa de David y Mary Margaret con ellos dos y Elsa después de haber pasado horas buscando a Emma. Algunos amigos estaban ayudando a buscarla por otras zonas del pueblo, como Ruby o Garfio.

Estaba desesperado. No sabía que más podían hacer.

—No creí que costaría tanto localizar ese artilugio amarillo —dijo Elsa con un suspiro

—Lo bueno es que gracias al muro de hielo Emma no puede salir de la ciudad —dijo David

—Aun así, podríamos tardar demasiado en encontrarla —dijo Neal

—Pero cuanto más se aísle en si misma, peor para ella —dijo Elsa—. Su magia seguirá descontrolándose

—Tienes razón —dijo Mary Margaret—, y deberíamos seguir buscándola por todos lados.

—Oye, tu no tienes la culpa, ¿me oyes? —le dijo David—. Llevamos buscando toda la noche, todos están agotados, incluida tú. Así que repondremos fuerzas y luego... seguiremos buscando a nuestra hija, ¿de acuerdo?

—Vale —aceptó Mary Margaret

En ese momento, escucharon la puerta.

—No sigáis buscando —dijo Henry entrando

—Henry —Neal se acercó a él. El chico tenía una herida en el cuello—, deberías estar durmiendo. ¿Cómo te has hecho eso?

—¿Qué ha pasado? —preguntó David

—Que me escapé, ¿de acuerdo? —dijo Henry. Neal suspiró, pero sonrió levemente. No iba a culparlo por querer buscar a su madre—. Lo siento, pero la he encontrado.

—¿Dónde está?

—¿Qué tal está? —dijo Blanca

—¿Está bien? ¿Está herida? —preguntó David

—Estaba en el bosque —dijo Henry—. Creí que yo la tranquilizaría, pero... cuando me vio empeoraron las cosas

Mary Margaret se acercó también a su nieto para examinarle la herida del cuello.

—Ven, te limpiaré en el lavabo —dijo

—Que mal asunto —dijo David mientras ellos dos se iban—. Si alguien puede tranquilizarla, es Henry

—Si no controlas tus poderes, el mundo se te derrumba y prefieres alejarte de aquellos a quieres amas —dijo Elsa

—Tiene que haber algo que podamos hacer —dijo Neal

—A mi me aterraba hacerle daño a Anna —dijo Elsa—. Hasta que me di cuenta de que no puedes huir de quienes te aman, porque al final, solo ellos pueden salvarte.

Habrían pasado algunas horas. Neal no había podido dormir nada, pero no podía estar más en aquel pequeño apartamento. Necesitaba salir a tomar el aire. Ni siquiera sabía a donde iría. Solo podía pensar en lo que Mary Margaret les había dicho después de que Emma la llamara. Quizá un año antes se hubiera sentido aliviado de saber que Emma pensaba deshacerse de la magia. Pero la verdad es que no lo estaba. No quería que Emma se deshiciera de su magia. Esa magia era parte de ella. No creía que esa fuera la solución.

Pero, ¿cuál era la solución?

Se llevó las manos a la cabeza. Tenía que hacer algo. Tenía que encontrar a Emma, hablar con ella, disuadirla. Y se puso en marcha hacia la tienda de su padre. ¿Quién mejor para ayudarle a entender la situación? El problema fue cuando se encontró la tienda cerrada. Lo llamó al móvil pero no contestó. Llamó a casa, pero Bella le dijo que solo estaban Elia y ella. Suspiró llevándose una mano a la cabeza.

—Bae —escuchó una voz por detrás de él

Se volvió y vio a Garfio.

—Killian, ¿qué haces aquí? —dijo Neal—. ¿Has visto a Emma?

—No, no he visto a Swan —dijo Killian—, pero no he venido por eso.

—¿Qué ocurre? —preguntó Neal

—Es tu padre —dijo Killian—. No puedes fiarte de él

—¿Qué?

—No ha cambiado, Bae —dijo Killian—. Tengo que irme.

—No, espera, ¿qué quieres decir?

—No puedo decir más —dijo el pirata—. Lo siento

—Pero...

—No te fíes de él —insistió el pirata antes de alejarse

Neal lo observó marcharse confundido. No parecía que estuviera tratando de engañarlo. De hecho, Garfio se estaba comportando bastante. Pero no entendía porque le había dicho eso. Por supuesto el que las cosas hubieran mejorado entre ellos no significaba que fuera igual entre el pirata y su padre. Quizá solo era cosa de esa rivalidad suya. Pero... por mucho que lo intentó no se le fueron de la cabeza sus palabras por el resto del día.

Pero su padre había cambiado, se lo había demostrado. Se había casado con Bella y hasta le había entregado su daga a ella. Pero por alguna razón no pudo evitar que un mal presentimiento aflorara. Y se sintió mal por ello. Era su padre. Decidió que le daría un voto de confianza. Estaría alerta, por si acaso, pero de momento seguiría confiando en él.

Esa misma tarde, Elia sabía que todos estaban ocupados buscando a Emma. Bella se había ido a la biblioteca dejándola sola en la casa. Por eso aprovechó para salir. Se esforzó por recordar el camino hasta la casa de aquel hombre, Michael, había algo que quería preguntarle y se alivió cuando por fin avistó la casa. Echó a correr hacia esta y llamó a la puerta en cuanto llegó.

No hubo respuesta. Nadie abrió la puerta. Pero Elia insistió. Nada. Supuso que habría salido, pero se echó a un lado para mirar por la ventana. Las cortinas estaban corridas, pero todavía quedaba un hueco por donde podía ver la habitación. Parecía estar algo desordenada, con una silla y algunas cosas más tiradas por el suelo. Era extraño, porque por lo que había podido ver la última vez desde la puerta, aquel hombre parecía bastante ordenado. Pero eso no tenía porque significar nada.

Se apartó de la ventana y miró alrededor. Y vio un brillo en el suelo del porche. No recordaba haberlo notado la última vez. Confundida, se agachó para ver que era. Pero no lo distinguía bien. Parecía que había algo bajo las tablas de madera del suelo. Intentó meter la mano por un hueco que había, pero no llegaba. Así que lo intentó con magia. Aquella cosa se elevó, pero chocó con la madera. No parecía muy grande, pero tampoco cabía por el hueco. Elia resopló. Quizá si intentaba romper la madera... Se concentró en ello. Oyó los crujidos y se formaron algunas gritas, pero la madera siguió entera.

No entendía que pasaba. La madera del suelo no parecía muy resistente. Debería haberla roto. Pero había algo que se lo impedía. Algún tipo de magia, quizá algo de protección. Pero, ¿por qué? ¿Qué era aquello? Se preguntó si el hombre que vivía allí sabía que aquello estaba allí. Pero al final se rindió. No conseguía sacarlo, y el hombre tampoco volvía a la casa. Tenía que volver antes de que su padre volviera. Pero tenía que averiguar que era eso.

ONCE UPON A TIME (NEAL'S DAUGHTER)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora