El señor Gold

271 27 0
                                    

Elia miró por la ventana de la tienda

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Elia miró por la ventana de la tienda. Ahí estaba su abuelo, detrás del mostrador. Parecía ocupado con algo. No había nadie más en el interior. Se sentía culpable por sentir curiosidad, pero desde que sabía que era Rumpletiltskin no podía evitarlo. No se había atrevido a decírselo a su padre. El se había sincerado sobre la relación de ellos. Y ella había leído la historia. Él había abandonado a su padre.

Pero tenía magia. No podía evitarlo. Había tenido que ir a verlo, pero no se atrevía entrar en la tienda aun. Aunque fuera su abuelo, aquel hombre la intimidaba un poco. Lo observó un rato más hasta que vio que se metía en la trastienda. Decidió que ese tenía que ser el momento. Se acercó a la puerta y colocó la mano en el pomo. Estaba nerviosa. Lo giró despacio.

La campanilla sobre la puerta sonó mientras entraba. Era un lugar extraño. Tantos objetos extraños alrededor. A un lado había dos muñecos horribles. Vio hasta una espada. En el mostrador de enfrente, donde su abuelo había estado hasta hace unos segundos había algo. Una especie de... palo. Era recto, de color negro, y con una especie de hilo plateado que lo rodeaba. Era algo curioso.

Elia se acercó al mostrador observando el objeto. Cuando llegó al mostrador, se puso de puntillas apoyando los brazos sobre el mostrador para examinarlo mejor. Extendió una mano y apenas hubo rozado aquellos anillos plateados que rodeaban el palo negro cuando algo sucedió. Fue todo muy rápido. Primero hubo una luz blanca que la cegó, como un flash, luego unas imágenes pasaron a toda velocidad por la mente a la vez que sentía como algo la empujaba a unos metros del mostrador y caía de espaldas contra el suelo. Ante el golpe, cerró los ojos fuertemente.

Los ojos se le aguaron por el dolor. Abrió los ojos dejando que las lágrimas salieran y se encontró con que Gold se encontraba ahí de pie, mirándola con rostro serio. ¿Cómo había llegado tan rápido? Ni siquiera lo había oído llegar. Si solo había cerrado los ojos un segundo... ¿o no?

—No deberías tocar los objetos que no reconozcas —dijo el hombre con tono serio mientras volvía tras el mostrador

—L-lo siento —titubeó Elia mientras se levantaba despacio—. ¿Qué es eso?

—Una varita —respondió Gold mientras abría una funda para guardarla—, una muy poderosa.

—¿Una varita? ¿Para hacer magia de verdad? —preguntó Elia

—En efecto —dijo Gold—. No creo que tu padre esté muy feliz de que estés aquí.

—¿Por qué lo abandonaste? —preguntó Elia

Gold se quedó estático unos segundos antes de reaccionar y terminar de cerrar la funda de la varita.

—Si.

—Pero lo buscaste, eso dice el libro —dijo Elia—, por eso estabas en casa en Nueva York, ¿no?

No es que la niña quisiese decir que eso lo compensara. La verdad, ella no estaba segura, pero para su padre estaba claro que no. Solo había atado algunos cabos entre la historia del libro y la de su padre.

—Las cosas nunca son tan sencillas, jovencita —dijo Gold

—Papá dijo que habíais discutido —dijo Elia

—Deberías volver con él —dijo Gold

No fue el tono más amenazante, aun así, Elia no se atrevió a contradecirlo. Lo miró una vez más, un poco intrigada, pero después salió de la tienda. Aunque mientras volvía al hostal no podía dejar de pensar en lo que había sucedido con aquella varita. Había algo extraño en ella. Había tenido curiosidad, pero también era como si algo en la varita la hubiera atraído. Quizá algún tipo de magia. En realidad no podía estar segura.

Elia se dirigió de vuelta al hostal. Desde que había llegado, pasaba la mayor parte del tiempo allí en la habitación, normalmente leyendo algún libro, cuando no iba con su padre a pasar un rato con Henry, y a veces también con Emma. Además, también había ido un par de veces más a jugar con Pinocho, el niño era de su edad y se habían hecho algo así como amigos. Elia nunca había sido muy buena para hacer amigos, pero le gustaba pasar tiempo con él. Sin embargo, la verdad es que era a Tamara a quien apenas había visto desde que había llegado, solo la veía por la noche en la habitación y para cuando ella despertaba, Tamara ya se había ido. Le gustaba salir a correr temprano por las mañanas.

Elia se llevó una sorpresa cuando en las escaleras del hostal se encontró a Emma y Henry que bajaban.

—¿Qué hacéis aquí? —preguntó

—Hemos venido a ver a tu padre —dijo Emma

—¿Por qué? —preguntó Elia

—Creemos que... —comenzó Henry pero Emma le agarró del hombro interrumpiéndolo

—Henry, vamos, tenemos que irnos —dijo Emma. No es que no quisiera que Henry se lo contara todo a Elia, pero sabía que Neal preferiría que Elia se quedara aparte de todo. Ella haría lo mismo con Henry si el niño no fuera tan... insistente—. Adiós, Elia.

—¡Adiós! —dijo Henry

Elia los observó pasar por su lado mientras bajaban las escaleras. Pero una vez abajo, Henry se detuvo diciéndole algo a su madre y volvió a subir corriendo donde Elia. Se acercó a ella y le susurró al oído:

—No te fíes de Tamara.

Elia frunció el ceño y lo observó bajar corriendo de nuevo las escaleras. No los vio salir por la puerta, pero la escuchó cerrarse. No sabía que pretendía Henry. Claro que se fiaba de Tamara, mucho más que de él y Emma. Los acababa de conocer. Pero, ¿por qué le había dicho eso? Negó con la cabeza. Henry no sabía nada. No conocía a Tamara.

—¡Papá! —Elia entró corriendo a la habitación—. ¿Qué hacían Emma y Henry aquí?

—Nada, solo pasábamos un poco de tiempo juntos —dijo Neal

—¿Sabes qué? Henry me ha dicho que no me fie de Tamara —dijo Elia

Neal suspiró.

—Seguramente sea por mi y por Emma —dijo—. Tu también querías antes que tu madre y yo estuviéramos juntos. ¿Recuerdas lo que te costó fiarte de Tamara? ¿O de Tom?

—Vale —dijo Elia. Tenía sentido lo que decía su padre. Sin embargo...—. Papá, ¿todavía te gusta Emma a ti?

Neal se quedó un tanto sorprendido por la pregunta, pero en lugar de responder, prefirió cambiar de tema.

—Oye, ya casi es la hora de cenar, ¿por qué no vamos bajando a ver que quieres pedir hoy? —dijo

Para Elia no pasó desapercibido el extraño cambio de tema de su padre, no obstante simplemente asintió y los dos salieron de la habitación. Y mientras bajaban a la cafetería, Elia se encontró pensando en un debate interno sobre si debería contarle a su padre lo que había pasado en la tienda de su abuelo.

ONCE UPON A TIME (NEAL'S DAUGHTER)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora