Fin de semana con mamá

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Elia se despertó

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Elia se despertó. Pero esta vez no estaba en Storybrooke. Le tocaba pasar el fin de semana con su madre, en Nueva York. Se frotó los ojos todavía algo somnolienta y se levantó. Se vistió rápidamente con una camiseta y un peto vaquero. Luego se recogió el pelo en una coleta. Ya hacía calor, estaba más cómoda así. Al llegar a la cocina, su hermanita, sentada en su trona, la recibió con emoción

—¡Lia, Lia! —exclamaba la niña

Elia sonrió y corrió junto a su hermanita jugando un poco con ella

—Elia, ¿quieres terminar de darle el desayuno? —dijo Tom—. Yo tengo que prepararme para el trabajo

—Vale —dijo Elia tomando la cuchara

Tom salió de la cocina, pero Elia no consiguió que Bree terminara su comida. La niña estaba muy alegre e inquieta, solo quería jugar, y Elia terminó con todo lo que le quedaba de su desayuno encima de la ropa.

—¡Bree! —exclamó, pero la pequeña solo rio

Sin poder evitarlo Elia rio también.

—Elia, ¿qué ha pasado? —preguntó su madre entrando a la cocina. Llevaba unas bolsas que dejó apoyadas en la pared

—Bree no quería comer más —dijo Elia—. ¿Qué es eso? —señaló las bolsas.

—Solo algunas cosas viejas —dijo su madre—. Tu padre me comentó lo de vuestros amigos, Robin y Marian, que se venían a vivir aquí. Y me pidió el favor de si podía ayudarles un poco a adaptarse. Y bueno, pensé que podría dejarles algunas cosas.

Elia frunció el ceño. Ella apenas conocía a esa familia. Aunque si que había visto a veces a su padre hablar con Robin. Pero se dio cuenta de que nunca le había preguntado de que lo conocía.

—¿Puedo acompañarte? —preguntó Elia—. Se que están viviendo en casa, y creo que papá se dejó algo cuando vino a por nuestras cosas.

—Claro —dijo su madre

A Elia le resultó raro volver al viejo edificio de Manhattan donde antes vivía con su padre. Ya no era su casa, pero al mismo tiempo seguía siéndolo. Aunque recordaba que su madre tenía llaves del apartamento, en cuanto llegaron a la puerta, Katherine llamó con un par de golpes con los nudillos. La mujer, Marian, abrió con una sonrisa. Aunque Elia sintió un escalofrío recorrer su espalda cuando ella la miró.

—Katherine, hola —saludó con alegría Marian—, no te esperábamos

—Lo se —dijo Katherine—, solo quería traeros algunas cosas. Pensé que os servirían.

—Oh, no hacía falta —dijo Marian—. No tenías que molestarte.

—Bueno, si no, las iba a tirar —dijo Katherine—. Mejor les doy otro uso

—Claro, pasad, pasad —dijo Marian

El pequeño Roland, que estaba sentado en el sofá, se giró a mirarlas. Y Robin enseguida apareció desde la otra habitación.

—Gracias por todo, de verdad —agradeció el arquero

—No es nada —dijo Katherine

—Eres Elia, ¿verdad? —preguntó Robin

—Si —dijo Elia

—Tu padre me ha hablado de ti —dijo Robin—. Iba a llamarle, la verdad.

—¿Por qué? —preguntó Elia

—Por su padre —dijo Robin

—¿Has visto a mi abuelo? ¿Está bien? —dijo Elia

Robin no respondió de inmediato. Suspiró, miró a su mujer y después a Katherine.

—¿Qué le pasa? —insistió Elia

—Está en el hospital, Elia —dijo Robin

—¿Qué? ¿Por qué?

—Se desplomó —dijo Robin—. El dice que es por algo de su magia.

—¡Mamá, tengo que ir a verlo! —pidió Elia

—Está bien —dijo Katherine. Por suerte para Elia, Neal no le había contado a su ex nada de las últimas hazañas de su padre. Solo le había pedido aquel favor. Ni siquiera podían imaginar que Gold también se había dirigido a Nueva York. Kath miró a Robin—. ¿Sabes en que hospital estaba?

—Si, claro —dijo Robin—. Está en Bellevue

Elia odiaba tener que volver a un hospital. Pero necesitaba ver a su abuelo, quería saber si estaba bien. Pero también quería que le explicara lo que había hecho, y porque. Porque no lo entendía. Su padre y Bella no habían visto necesario contarle todos los detalles. Siempre con la excusa de que era muy pequeña. Pero ella necesitaba entender.

Como Tom tenía que trabajar todo el día, Katherine había dejado a Bree con sus padres antes de llevar a Elia al hospital. La niña aferraba la mano de su madre mientras caminaban por los pasillos del hospital. La enfermera les había indicado que su abuelo estaba en una de las plantas superiores. Y una vez en la planta, otra les indicó la habitación.

—¡Abuelo! —exclamó Elia cuando por fin entraron a la habitación

Katherine miró al hombre con algo de preocupación, por su hija. La única vez que lo había visto había sido en la calle principal de Storybrooke, siendo controlado por aquella bruja. Así que no lo conocía bien. Y dado que las pocas veces que Neal le había hablado de su pasado, no solía decir nada bueno de su padre, no es que le inspirara mucha confianza, a pesar de que la última vez que Neal le había hablado de él, le había dicho que había cambiado.

—¿Elia? —dijo Gold confuso incorporándose un poco—. ¿Qué haces aquí?

—Quería verte —dijo Elia—. Robin Hood nos ha dicho que estabas aquí.

—¿Tú padre está aquí? —dijo Gold

—Está en Storybrooke —dijo Elia y señaló a su madre—. Ahora estoy con mi madre. Pero, ¿estás bien?

—Lo estaré —respondió Gold. Su nieta no necesitaba saber la verdad.

—Se lo diré a papá —dijo Elia—. Vendrá a verte, y Bella...

—No, no... Elia, no lo hagas —dijo Gold

—Pero...

—No tienen que saberlo, Elia —dijo Gold

—No lo entiendo —dijo Elia—. ¿Por qué no quieres que se lo diga?

—Estoy cansado, Elia —dijo Gold

—¡Abuelo!

Katherine tomó la mano de su hija.

—Elia, vámonos —dijo—. Mejor le dejamos descansar. Podemos venir otro día.

—Vale... —dijo Elia mirando a su abuelo—. Adiós.

En lugar de contestar, Gold desvió la mirada hacia la ventana de enfrente. No creía estar en el hospital para la siguiente visita, al menos eso esperaba. Sin su magia le resultaba más impredecible. Ahora que estaba solo, y sin nada, y con el tiempo que se le agotaba, tenía otros planes. Otros planes y otros aliados por los que era mejor no tener a su nieta cerca. Puede que su propia oscuridad se estuviera apoderando de él, pero todavía le quedaba suficiente luz para querer proteger a su familia, incluso de si mismo.

ONCE UPON A TIME (NEAL'S DAUGHTER)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora