41. CAPITULO

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Al otro día por la mañana Killian amanece de muchísimo mejor ánimo cuando lo irritable nadie se lo quita, le hacen sus últimos exámenes y un último chequeo para darle el alta, se supone que no debemos volver en una semana pero le advertí al doctor que lo llamaría por cualquier duda o problema que tenga, Killian casi me mata con los ojos cuando me dio su número pero no dijo nada ya estaban en pleno chequeo. Está terminando de alistar sus cosas cuando me mira antes de salir de la habitación.

—¿Todo bien?—pregunto extrañada.

—¿Puedo ver lo que te dio el doctor?—pregunta frunciendo el entrecejo haciéndome confundir más.

Saco el papel de mi bolsillo pero es más rápido que yo y antes de que se lo muestre me lo arrebata de las manos metiéndolo a su boca y tragándose el trozo de hoja donde estaba el número del doctor, lo veo tragar y darse unos pequeños golpe en el pecho para ayudarse a pasarlo, abro los ojos como platos y la boca indignada con su comportamiento.

—¿¡POR QUÉ HICISTE ESO?!

Me toma del cuello pegándome a la pared más cercana, me saca un jadeo y el hecho de que no ejerza presión y que en cualquier momento pueda soltarme me pone a arder.

—Te he dicho millones de veces que nadie más puede tener tu atención, no me gustan que otros hombres tengan lo que es mío—susurra sobre mi boca—. No me hagas enfadar porque me conocerás Monarca, deja de provocarme. Advertida estás.

Me suelta pero él piensa que las cosas han terminado aquí, quiero hablar pero toma sus cosas y sale de la habitación dejándome paralizada, más enamorada que nunca y mojada.

Salgo detrás de él y sabe que lo miro ya que voltea repetidamente para asegurarse que voy detrás de él, no pienso ir a su lado y menos cuando me tiene en abstinencia desde hace un mes, soy capaz de saltarle en cima y respetar cero su reposo pero soy buena novia y sigo las instrucciones del doctor. Cuando llegamos al parking donde un anillo de hombres nos esperan para irnos a casa, todos sonríen cuando ven a su líder, hacen una pequeña reverencia y mi hombre niega airoso.

—¡Bienvenido a casa rey!—hablan unísono—. ¡Lealtad al rey! ¡Lealtad a la mafia negra!

Nos ayudan a subirnos a la camioneta que manera Jimmy, Killian ríe.

—Lo entrenaste, idiota.

—Se que no te gustan estas clases de cosas, tenia que cobrarme el haber cuidado a la fiera un mes entero.

Dice con dramatismo, abro la boca de nuevo llevando mi mano a mi pecho ofendida.

—No fue tan malo.

—¡No!—niega irónico y Killian estalla en una sonora carcajada haciéndome que no mire mal.

—Lo siento muñeca pero tienes que aceptarlo, no eres fácil.

Alzó mis hombres desinteresada en el tema y veo a la ventana, arrancamos y nos ponemos en marcha a la mansión. En el camino le contamos a Killian un poco sobre este mes de su ausencia, sobre el negocio y la empresa ya que insiste en saber. Hablan sobre mi noticia y mi "apodo"  si es que se puede llamar así. Cuando llegamos todos los reciben entre abrazos, sonrisas y Judith con mucha comida, pasamos un rato en familia hasta que a Killian le tocan sus medicamentos y subimos para curar las heridas que aún no sanan.

—Quítate la camisa.

Digo cuando se sienta en la cama, me mira y levanta una ceja.

—No soy tan fácil, por lo menos invítame un café.

—¿Una cachetada no quieres?

—Prefiero el café.

Alza sus hombros y quita su camisa, a pesar de los golpes y cicatrices su cuerpo sigue siendo hermoso, sus pectorales están duros y fuertes, mira su cuerpo y pasa saliva bruscamente al verlo tan maltratado, veo como se tensa y entiendo que todo esto le traigan recuerdos. Busco el botiquín de emergencias en el baño y saco la casa llenándola de alcohol, beso su pecho antes de colocar el algodón en la herida haciéndolo gruñir.

Monarca |+18| (borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora