Veinticinco

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Alguna vez Jihoon imaginó ese panorama, en donde él y Seungcheol -en su forma animal- paseaban en algún lugar desconocido, en medio de la noche donde ningún humano sería capaz de verlos. Había demasiados ruidos extraños, pero en lugar de causarle miedo, lo intrigaban y lo emocionaban por conocer lo desconocido; por primera vez conocía algunos animales nocturnos que solo había alcanzado a ver en la televisión o en internet, pero que no eran raros del ecosistema. Seungcheol estaba explicándole algunas cosas al vampiro, olvidando que este no era capaz de entenderlo, pues lo único que Jihoon oía eran ladridos y aullidos; a veces se burlaba de su pareja, expresando con ironía "¡asombroso!", o "¡fascinante!", hasta que Seungcheol se daba cuenta de que no era entendido y se callaba.

Así comenzaron su viaje, caminando durante las noches por los desconocidos bosques, a veces Seungcheol tomaba su forma animal, Jihoon lo montaba y avanzaban lentamente por el lugar, en otras ocasiones hacían pequeñas carreras, donde siempre el vampiro ganaba, solo a excepción de esas veces donde Jihoon perdía apropósito y Seungcheol lo sabía ya que no había manera de que él pudiese ganarle a la velocidad de los vampiros. También en ocasiones iban tomados de las manos, introduciéndose en las ciudades con las que se topaban, y Jihoon resistiendo las ganas de chuparle la sangre a las personas.

Durante el día, ambos ingresaban al mundo de Jihoon al amanecer, donde Seungcheol atravesaba el portal y visitaba a su manada por un par de horas antes de regresar al mundo de Jihoon y dormir en la habitación que el vampiro había preparado para ellos en la torre; lentamente llenaban aquella habitación con sus cosas, pues cuando necesitaban algo, iban por ello a la casa y terminaban dejándolo ahí. Mientras el hombre lobo reponía sus horas de sueño, Jihoon aprovechaba a pasar el día en casa, molestando a alguien, paseando por la casa, o entreteniéndose con alguna que otra cosa.

La primera vez que los habían visto de vuelta en casa, solo habían pasado dos horas desde que se habían marchado, la hora de la cena había llegado y Seungcheol tenía hambre; aún no llegaban a alguna ciudad, pues con el paso lento y la dirección que habían tomado, era de esperarse que tardaran más tiempo en llegar a algún destino, así que el hombre lobo le pidió a Jihoon que regresaran para que pudiera comer.

—¡Hey! ¡Creí que ya no los volveríamos a ver hasta en un par de días!— exclamó Seungkwan cuando vio a su primo cruzar la puerta del comedor.

—Tengo hambre y es la hora de la cena, no podía quedarme sin comer— se excusó Seungcheol yendo a la cocina a servirse.

—¿O sea que hiciste llorar a Seokmin para nada?— cuestionó Soonyoung acusándolo y señalándolo con la cuchara de su sopa.

—Les dije que no me iría para siempre— respondió Seungcheol desde la cocina mientras servía su comida, teniendo que hablar más fuerte para ser escuchado.

—¡Sí, y dijiste que tratarías de venir seguido, no que regresarías en unas horas!— exclamó Seungkwan.

—Hicieron tanto drama solo para dar un pequeño paseo— comentó Seokmin con un puchero.

—No es un pequeño paseo— dijo sentándose frente a él y al lado de Minghao —nos iremos a conocer todo el país.

—¡Bien, pues ya hubieran llegado a Seúl!— seguía exclamando con indignación su primo.

Mingyu comenzó a reír —¿y qué fue todo eso de la despedida? Para esto no hacían tanto show.

—A ver, yo llegué y les dije "chicos, llegó el momento de irme con Jihoon a conocer el mundo, pero no se preocupen, que seguiré aquí para no dejar de ser su alfa"— explicó Seungcheol.

—Sí, y cuando dijiste que seguirías aquí, no pensé que sería literal— Seungkwan realmente estaba molesto.

—¿Y cada vez que vengan y se vayan, tomarán un nuevo camino?— preguntó Soonyoung con curiosidad.

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