Cuarenta y dos

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Lo que le había ocurrido a los Yoon-Choi no tenía sentido para nadie, los vampiros seguían buscando la manera de devolver todo a la normalidad, pero cada vez que hallaban algo que podía funcionar, o que al menos podría explicar lo acontecido, terminaba yéndose a la basura por algún defecto. Además, Jeonghan y Joshua no estaban poniendo demasiado empeño en buscar una manera de resolver las cosas, pues ambos temían que si lo hacían, algo podría salir mal con el parto y su hija podría no llegar a nacer o podría alterar la familia que ahora tenían. Eso frustraba mucho a Jihoon, quien sentía que era el único empeñado en resolver el asunto, cuando no lo era, los demás también lo hacían a su manera.

El vampiro nacido salió enfadado de la habitación de reuniones cuando Samuel y Chan tiraron a la basura su idea de que Samuel viajara al pasado y observara cada detalle de su alrededor para descubrir lo que ocurrió, pero era muy riesgoso para el vampiro, y podría quedarse atrapado en un bucle por el hecho de repetir una y otra vez los acontecimientos hasta encontrar el origen. Su idea no había sido mala, y no fue descartada hasta no hablar de las desventajas, pero su enfado había explotado debido a su mal humor y su mal humor era provocado por su falta de sexo.

Ya había pasado un mes desde lo acontecido, y desde entonces no había tenido ni un poco de acción, ni siquiera masturbándose o ayudándose de su mundo, pues su cabeza seguía dando vueltas y vueltas en hacer que todo volviera a la normalidad, y si aquello era imposible, mínimo conseguir que los licántropos obtuvieran de vuelta sus recuerdos y todos vivieran como antes en esa nueva alternativa de vida que tenían. Caminó furioso hasta salir de la casa, donde caminó y caminó hasta llegar a los terrenos que solían ser de los hombres lobo, recordando la primera vez que visitó a la manada y se quedó en la habitación de Seungcheol.

Entró a la casa de la familia del alfa, forzó la cerradura y caminó por el inmueble abandonado, subió las escaleras y entró a la habitación de Seungcheol; sus cosas seguían ahí, intactas y llenas de polvo acumulado por cuatro años, pues luego de que la manada de Siwon se marchara de los terrenos, había decidido no llevarse las cosas de sus hijos, pues era un peso extra por el cual no tenía sentido cargar. Se sentó en la cama, se miró en el espejo, y recordó la primera vez que se miró a través de ese espejo.

—¿Me puedo llevar esto?— preguntó Jihoon cuando se colocó una sudadera del mayor, la cual le quedaba muy, muy grande.

La risa de Seungcheol retumbó en su cabeza —pareces un duende.

Jihoon se miró de pies a cabeza frente al espejo —no es cierto, no estoy tan enano— miró a Seungcheol, quien se paró junto a él frente al espejo.

—Mmm... es cierto, parece que creciste un poco.

—Todos los días crezco, puedo sentirlo.

—¿En serio?

El vampiro asintió —mis huesos y carne se estiran lentamente. Papá dice que si sigo creciendo así de rápido, en menos de siete años habré llegado a mi edad adulta.

—Eso es sorprendente.

—Lo es.

Sacudió su cabeza al entristecerse con ese recuerdo y miró a través de los ojos de Seungcheol, esperando que esta vez el hombre lobo cediera a su intrusión; el mayor se encontraba cazando la cena con Seungkwan y Minghao, y aunque le asustó un poco sentir una extraña presencia en su interior -como ya había sentido en varias ocasiones pasadas-, esta vez no hizo nada para intentar expulsarla, pues necesitaba que la caza fuera perfecta, y hacer un ruido o un movimiento repentino, ahuyentaría su cena. Con éxito los tres lograron cazar varios conejos y un venado de buen tamaño para alimentar a toda la manada, y Seungcheol se acostumbró tanto a la presencia de Jihoon durante todo ese tiempo, que terminó olvidando que estaba acompañándolo.

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