Hidden 2

Cuarenta y cinco

Para Jihoon era extraño sentirse excitado y no poder acudir a Seungcheol para calmar esa hambre, pero sobretodo, era extraño caminar desnudo entre su mundo con la tenue luz de una pequeña luna iluminando el lugar como lo hacía la real en plena noche. Había cerrado temporalmente el portal que conectaba a la casa, así nadie lo interrumpiría en medio de algo; mientras caminaba a paso lento, las ramas, raíces, lianas y todo tipo de plantas se acercaban a él, demostrando un poco de curiosidad y excitación, tal como Jihoon se sentía. Llegó a ese campo amplio de pasto verde, con pequeñas florecillas creciendo al raz del suelo y emocionándose como lo hicieron en aquella ocasión cuando Seungcheol tomó su forma animal y se revolcó en el piso demostrándole a Jihoon un poco de su amor debido al celo que se le había presentado.

Una cama de hojas se extendió para él, se recostó mirando al cielo, viendo esa nube de lobo que había creado hacía un tiempo atrás al pensar demasiado en Seungcheol en su forma animal; suspiró y unas cuantas lianas se enroscaron en su cuerpo, acariciándolo suavemente, tal como lo haría Seungcheol. Cerró los ojos cuando una liana acarició su mejilla, erizándole la piel y haciéndolo jadear suavemente; deslizó su mano por su cuerpo, tocándose lentamente, deteniéndose por unos breves minutos en juguetear con su pezón, para luego continuar el camino hacia su pene medio erecto. Su mano se movió de arriba a abajo en un suave movimiento, tratando de evitar el glande por el momento, pues por primera vez, quería masturbarse sin prisa.

Sus piernas se separaron un poco, sus pies estaban apoyados en la cama de hojas, y las tersas lianas aprovecharon de enredarse en sus muslos, ayudándolo a no perder fuerza y no cerrar las piernas cuando fuese cansado. Abrió los ojos y se sentó, colocando su mano libre en el suelo, ligeramente hacia atrás de su cuerpo, su cabeza se acostó en su hombro y miró su pene necesitado, su pre-semen comenzaba a chorrear y sólo deseaba tener la lengua de Seungcheol deslizándose en el falo, causándole un ligero escalofrío que provocaría hasta el más suave gemido de sus labios.

—Mgh... ¿qué estarás haciendo?— jadeó cerrando los ojos, y al abrirlos, comenzó a ver a través de los ojos del licántropo.

Seungcheol se encontraba bajo tierra, en la pequeña madriguera que habían hecho; al tener un lugar seguro, habían preferido quedarse ahí, comiendo de la caza que tuvieron temprano por la noche, y platicando de cosas triviales antes de irse a dormir. El hombre lobo de inmediato sintió la presencia de Jihoon en su interior, suspiró sintiéndose un poco harto de ser fastidiado de esa manera, miró hacia sus manos, jugando con ellas mientras escuchaba a Soonyoung contando una anécdota divertida. Para Jihoon fue placentero ver esas gruesas manos, logrando imaginar perfectamente envolviendo su pene, ayudándolo a masturbarse, así que la acción que estaba imaginando, estaba haciéndola con su mano.

Por ratos, Seungcheol desviaba la mirada a los demás presentes, y eso molestaba a Jihoon, quien sólo quería ver el cuerpo de Seungcheol, tomar sus manos y besarlas; tocar su piel y lamerla; besar sus labios y morderlos; quería sentir su pene enterrándose en su interior, provocando el mayor de sus placeres, así que con esos pensamientos en mente, una liana se deslizó primero por su pene, tomando un poco de lubricación antes de introducirse en su ano, abriéndose paso suave y delicadamente, siendo delgada, pero a medida que se dilataba el agujero, iba engrosándose.

—Agh... mgh Cheol, ven a hacerme tuyo— gimió con una ligera voz ronca.

No podía concentrarse demasiado con el bullicio que Seungcheol escuchaba, y menos si el hombre lobo miraba cosas o personas que no eran del interés del vampiro nacido; estaba excitado, y ver a Seungkwan y Soonyoung peleando graciosamente no iba ayudarlo en nada, así que dejó de mirar por los ojos del hombre lobo, haciéndolo sentir más relajado. Suspiró y comenzó a desesperar, la liana comenzó a entrar y salir de su abertura, cada vez con más intensidad, haciéndolo gemir fuertemente, sin querer contenerse.