Papá se sentó frente a mí, con toda la calma del mundo, pero con los nervios a flor de piel, cosa que veo en cómo tensa las manos en un puño sobre la mesa.
—Quedamos en algo: tú estudias y nosotros no te molestamos —expresó.
Mamá, sentada a un lado suyo, se abstenía de hablar. Sé que en su cabeza no hay precisamente algo amable.
—¿Elizabeth? —preguntó, tratando de seguirme los ojos, porque sabe que no le estoy prestando atención y, lo que me diga, mañana va a dejar de serme importante.
Me crucé de brazos, mirando a mi padre, como él me miraba a mí. Cuando ladeé la cabeza, cerró los ojos, frustrado.
—Vamos a cenar —anunció mamá al ponerse de pie.
Lo que yo quiero es irme de una vez.
Igual que siempre, se fueron acercando mis hermanos hasta estar seguros de que mis padres no seguían enfadados.
Con un brazo sobre mi estómago, removí la comida en mi plato, coloqué el pedazo de carne en medio y lo cubrí con el puré de papas, luego puse encima las verduras y limpié los bordes con un cuchillo.
—Julia, no muerdas eso —dijo mi madre mientras la niña trataba de hincarle el diente a un hueso que ya no tenía nada de carne.
—Esta semana haremos el evento del Día de las Madres, el viernes, ¿irás? —preguntó Celeste.
Mamá me miró por el rabillo del ojo y yo no despegué los ojos del plato. Si dijo que sí, si dijo que no, no me importó.
Después de la cena, me fui a dar un largo baño que me costó los rasguños de la preadolescente en la puerta, e igual no salí de ahí hasta que terminé.
No me fue muy bien en el primer año en la universidad, estoy debiendo siete asignaturas y pienso no seguir.
No es el hecho de que no tengo cabeza para estudiar o que ya perdí la cuenta de cuántos días llevo sin hablar, es más bien que no puedo ni respirar.
Creo que bien pude decirles que iba a desperdiciar el año en el momento en que deseé que no me hubieran aceptado en un principio.
Y eso que por lo menos me tomé el tiempo de elegir una carrera, no solo tomé la primera que vi.
La celebración de las madres la sobrellevé al igual que el cumpleaños de mi hermana el fin de semana. No sé por qué, no le di ningún regalo. Nunca lo hago.
Tal vez mi resentimiento hacia ella se deba a que me dejaron plantada en el evento del Día de las Madres en la primaria, porque justamente fue el día que Celeste nació.
Todo junio me la pasé en mi habitación, haciendo nada, cuando mis padres creían que estaba estudiando para aquellos exámenes de recuperación.
Solo pasaba horas sentada, sin hacer, decir o pensar en nada.
Pero por lo menos armé mis horarios al inscribirme al siguiente periodo.
Al concluir el mes de vacaciones, estaba en el patio delantero de mi casa, esperando que salieran mis hermanos y que llegara Lucero para dejar a cada uno en su escuela e ir a la mía.
En la universidad, avancé hasta el área profesional de Antropología. Hay un área para cada licenciatura, es para que los alumnos de bachillerato no se mezclen con los de nivel superior, sin embargo, la cafetería se comparte, así que los complejos no sirven más que para darle estética al instituto.
Luego de tres horas leyendo sobre corrientes filosóficas, fui al área de Sociología por la clase de Filosofía, luego a la de Gastronomía por Inglés y, finalmente, a la de Historia del Arte por Historia, precisamente.
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Vas a estar en mi corazón | EN PROCESO | ©
Romance💗 Porque siempre pasa lo que no debería y a tu corazón le importa muy poco si se puede o no. Cuando tu alma es quien elige, tu opinión sale sobrando. . . . Esta novela utiliza en su premisa el romance entre profesora-alumna. ⚠ Hay contenido +...