Capítulo 40 [+18]

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Dos semanas más tarde, luego de pensarlo mucho, de todas las formas posibles y buscar lo necesario e indispensable en internet, podría decirse que me preparé.

Quedé con Cynthia en su casa y me adueñé de la cocina por un rato, para hacerme cargo de la cena.

Mientras estuve cocinando, me sentí tranquila y que todo saliera bien era lo único que me importaba.

—¿Entonces? —le pregunté una vez que lo probó.

—Es perfecto.

Sonreí.

Me encanta poder hacer algo para ella y que le guste.

—¿Y tus padres?

Yo le pregunté si no iba a verlos este fin de semana, porque el 17 es lunes, y me dijo que no, que estaba libre.

—Iré a verlos después.

Asentí, para luego beber del vino.

Cuando terminamos, otra vez, en lo que el lavatrastos hacía su parte, fuimos al sofá y no estoy segura de cuánto tiempo llevaba en silencio, pensando en cómo proponerle lo siguiente.

No puedo solo decírselo de la nada.

Los programas de televisión me hicieron suponer que era a mí a la que le iban a proponer y pedir todo.

Jamás me pasó por la cabeza envolverme en una relación con una chica, una en la que nada funciona como creí.

—Cynthia.

—Mande.

—¿Cómo sabes que estás enamorada de mí?

Me miró por un momento, luego suspiró para devolver la vista al frente.

—Por lo que siento cuando te veo.

Respiré hondo.

—¿Qué sientes? —ladeé la cabeza.

Volteó a verme y extendió una mano. Le di la mía, solo que la tomó por el dorso para ponerla sobre su corazón.

Mis latidos se aceleraron al sentir los suyos.

—No parece —aludí a que jamás me habría dado cuenta de que su corazón late así, no se le nota.

Me soltó y bebió del vino.

—Lo sé —murmuró.

Hace tiempo me contó que, de niña, vivía con sus padres en casa de sus abuelos, y, por el trabajo de estos, que también hacían sus padres, tenían clientes entrando y saliendo de su casa.

Para no molestar a estas personas, era indispensable mantener la casa en silencio.

Básicamente, no dejaban a Cynthia hacer nada.

Y poco después de que me contara eso entendí por qué le fastidian tanto los sonidos de los teléfonos celulares, por ejemplo.

En clase, se molesta muy rápido con las risas escandalosas o cuando se supone están trabajando y están hablando.

Carolina una vez me dijo que ni siquiera está segura de haberla escuchado reír.

Me acerqué a ella y me incliné, porque solamente me miró, no volteó.

—Me gustas como eres.

No le estoy pidiendo que sea más expresiva, ni que me diga todo el tiempo lo que siente, me lo dijo una vez y, siempre que sea sincera, con eso me basta.

Mirando mis labios, ladeó la cabeza y se acercó a besarme.

A pesar de que le respondí, empezó a alejarse.

Vas a estar en mi corazón | EN PROCESO | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora