Capítulo 33

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No es que no suela hacer nada en mi cumpleaños, pero no lo disfrutaba. Más bien no decía nada para que mis hermanos pudieran tener sus propias celebraciones sin culpa, además, Julia cumple años un día antes que yo y siempre nos lo celebraban juntas.

Fue agradable, Alisson y Lucero estuvieron y con que Julia lo disfrutara como antes fue más que suficiente para mí, pero Cynthia me había prometido una cita muy especial y era lo que llevaba toda la semana esperando.

Vino por mí el sábado a las 6 y media y me llevó al Centro de la ciudad, a cenar en uno de los hoteles.

La atención se recibe en una habitación, en el balcón y todo fue más que perfecto.

La vista de la ciudad fue embelleciendo conforme oscurecía.

—No creas que no me encanta —de pie, bebí lo último del vino blanco en la copa y la dejé en la mesa—, pero siento que es demasiado.

Entré por el frío que empezó a hacer afuera.

Entiendo que no tiene un ingreso fijo, por mucho solvento que pueda tener ahora. Me incomoda la idea de que gaste en mí.

Le dije de mi cumpleaños porque quería salir con ella.

A mí me basta con una caminata por la ciudad y, ahora que veo que a ella no, no sé de dónde voy a sacar para cuando a mí me toque armar una cita.

—Si es para ti, no es demasiado —cerró las puertas del balcón.

Respiré hondo y solté el aire poco a poco porque de por sí el vestido es muy ajustado, para tomar asiento en la orilla de la cama.

—Cynthia, quiero saber qué sientes por mí. Sé que te gusto y no tengo duda, pero, ¿sientes algo más fuerte que eso?

—Si lo que quieres saber es si estoy enamorada de ti, sí.

El aire en el pecho no lo retuve porque quise, solo dejé de respirar.

Todavía no me acostumbro a la sensación de quedarme sin palabras.

—Escucha, me gustas y nunca nadie me había hecho sentir como tú, pero no sé lo que se siente estar enamorada de una persona y mucho menos cómo se ama a alguien.

Lo que sentía por Santiago era muy diferente. Sigo queriéndolo mucho y nunca voy a dejar de desear que no hubiera pasado lo que pasó, pero no tuve tiempo de descubrir si realmente lo amaba.

Cynthia se sentó a mi lado.

—¿Qué sientes ahora? —preguntó con tranquilidad.

Me enderecé, puse las manos en mi vientre y presioné un poco.

—Casi no puedo respirar y siento cosquillas en el estómago.

Sonrió para sí, luego recogió mi cabello y sujetó mi mentón.

—¿Te molesta que te toque? —murmuró.

Pasé saliva.

—No.

—¿Y que te bese? —se acercó.

Respiré hondo.

—No, tampoco.

Me besó.

Conforme me dejé llevar, me acosté en la cama, sin detener el beso.

Al tomarme de la cintura, se acercó más y supe que sí era el latido de su corazón lo que escuchaba además del mío.

Llamaron a la puerta para ofrecer el servicio a la habitación.

Dejó de besarme y volvió a sentarse en la orilla, mientras que yo igual me levanté.

De todas maneras, esta persona no puede entrar hasta que no le abran y, por ser un hotel, si no le contestan, se va a ir.

—¿Me trajiste aquí esperando ir más lejos? —pregunté.

Volteó a verme.

—Te mentiría si te dijera que no quiero hacerlo —respondió—, pero te lo habría preguntado antes.

Cuando me dijo que íbamos a cenar en un hotel, creí que su intención era otra.

Y no es que hubiera estado dispuesta a hacerlo, sino que confiaba en que no me obligará a nada.

—¿Qué querías que pensara si me trajiste a un hotel?

Sonrió.

—No reservé la habitación, reservé el servicio.

Me reí para mí, por la vergüenza más bien.

—Sí he pensado en ir más lejos, solo quiero que me tengas paciencia. Hace mucho que no estoy con nadie en ningún sentido. Todo esto es nuevo para mí.

Todo lo que siento, porque poco no es, no tiene punto de comparación con lo que viví con Santiago.

Con él era diferente, lo que sentía por él estuvo ahí desde el principio.

Las cosas que siento por Cynthia las estoy descubriendo y acostumbrándome a ellas.

Ya se volvió parte de mí el querer verla todos los días.

Y ya entendí que no son nervios ni ansiedad el latido de mi corazón cuando se acerca, es lo mucho que me gusta.

Todavía puede decirme si no está dispuesta a esperar.

No me voy a enojar.

Me había comprometido con mi mamá a ir a la tienda al día siguiente, entonces Cynthia no me llevó tan tarde a mi casa.

Me dejó en la entrada del condominio, para que no tuviera que darle toda la vuelta a la calle para salir.

Caminando, busqué mis llaves en el bolso, pero ni veo nada ni las siento.

Me detuve a sacudir la bolsa y ni siquiera las escuché.

Creo que no las traigo.

Seguí caminando y saqué mi teléfono para enviarle un texto a Noah de que me abriera.

—Elizabeth...

Levanté la vista.

Primero me encontré con sus ojos y no necesitaba observar más allá para recordarla, no la había olvidado.

—Zu —dije en un suspiro.

Nota de la autora ☄️:

Eso es todo por hoy jajaja.

Vas a estar en mi corazón | EN PROCESO | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora