Capítulo 18

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Abrí mi armario de par en par y, mientras hurgaba entre las chaquetas viejas, encontré el gas pimienta.

Lo sacudí no muy cerca de mí, para ver si todavía tenía.

Saqué cajas de zapatos, bolsos, sudaderas, pantalones, encontré hasta una chamarra de Celeste, misma que, de hecho, fue por la que nos peleamos cuando no creyó que yo no la tenía.

Fueron muchas cosas las que saqué de mi habitación y no las pienso tirar.

El domingo, Dánae me dijo que nos viéramos en la plaza, porque quería que la acompañara a comprar unas cosas.

Tampoco tenía muchas ganas de salir, en cambio, es parte de mi reintegración a la sociedad.

Era ella la que estaba eligiendo, sin tomar en cuenta el tiempo, y yo solo le daba mi opinión.

—Alguien me invitó a salir —murmuró, acomodándose la blusa que se estaba probando—, y no sé qué ponerme.

—¿Lo acabas de conocer?

—No —negó—, está en mi clase y me cae bien, pero... —hizo una mueca—, no sé.

—¿Sabes qué plan tiene?

—Un concierto.

—Entonces algo con lo que estés más cómoda —busqué entre las prendas que eligió y que yo le estoy sosteniendo—, habrá mucha gente —le acerqué otra blusa.

Sonrió al tomarla.

—¿Quieres venir con nosotros?

—Es una cita —le recordé—. Quiere estar a solas contigo.

Se quitó la blusa para ponerse la que le di.

—Yo sé que vas poco a poco, pero..., ¿piensas salir con alguien en algún momento?

En serio pensé en mi respuesta.

—No es que no lo piense, más bien no sé qué puedo ofrecerle a alguien en estos momentos.

—¿Has escuchado el término "la mujer del proceso"?

Asentí. Lo he visto en internet. Si no mal entiendo, es la compañera que está ahí sin importar nada, con ella, un hombre busca convertirse en su mejor versión.

—Creo que no es culpa de nadie no estar bien al momento de conocer a una persona —por sí misma, tomó otra de las prendas que yo sostenía—. Claro, se lo tienes que decir antes de aceptarla y dejarla decidir si te quiere acompañar en todo el proceso.

—¿Y si no quiere?

Se encogió de hombros.

—No hay nada que hacer. Aunque creo que, las personas que esperan a que la comida esté lista para llegar a casa, no valen la pena.

Al final, Dánae compró bastantes cosas y el taxi en el que volvimos me dejó a mí primero en mi casa para luego seguir hacia la casa de Dánae.

Ella vive en la avenida siguiente.

Entré y saqué de mi bolsillo la bolsita con aretes que Dánae me dio. Cuando los compró, supe que no eran para ella.

Fui a sentarme en el sofá, encendí la televisión y en realidad no estaba viendo nada, estaba más concentrada en ponerme los aretes.

Tenía las dos perforaciones en ambos lóbulos y dos más en la parte de arriba, en ambas orejas.

Y todavía estaban ahí.

Luego de ponérmelos, tenía la vista fija en el sobre de los aretes, el oído en la televisión y la cabeza en lo mismo de los últimos días.

Santiago fue quien me dijo sobre Rubén, porque yo nunca me habría dado cuenta y él me lo dijo en una de tantas que le mencioné el complejo que tengo de nunca haberme creído linda en realidad.

Vas a estar en mi corazón | EN PROCESO | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora