Capítulo 58

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Cuando la enfermera me mostró la fotografía de su tría de hijos, entendí que debí haberle prestado atención desde que comenzó a hablar.

Es que yo solo vine a la cafetería a desayunar, ella se sentó en la misma mesa y empezó a platicarme cosas de sus hijos.

Miré la hora en mi reloj.

—Tengo que ir a Guardia —me disculpé al levantarme de la silla—, pero luego seguimos —prometí.

La señora nada más asintió amablemente.

Y lo peor es que sí soy capaz de ir a buscarla yo misma para que termine de contarme.

No tengo el corazón para ignorarla.

No hay citas para mí el día de hoy, entonces, mientras mi pedido en la farmacéutica llegaba, estuve compartiendo el consultorio con el doctor Torres, solamente ayudándolo como asistente, él no me deja hacer más que revisar peso y altura, o pasarle cosas.

La verdad es que no me agrada, me trata como si estuviera a su servicio.

Y, si me quejo, voy a salir perdiendo yo, entonces prefiero aguantarme.

En comparación con otros médicos con los que me ha tocado estar, este es un encanto, a pesar de que ni siquiera se molesta en llamarme por mi nombre, solo me dice: "Eh, tú".

Cuando me cansé de la desvaloración hacia mi persona, me ofrecí a llevar las muestras de sangre al laboratorio.

Así no me iba a dar un tiempo exacto para regresar.

Mi hora de salida la perdí por acomedirme a ir a entregar y enviar por correo electrónico los resultados de esas mismas pruebas, por ende, era más de medianoche y yo seguía en el hospital.

Ya estaba guardando mis cosas y tocaron la puerta.

Estaba abierto, entonces no respondí, solo sacudí la bata que me quité y asomé la cabeza hacia la puerta.

La chica de pie en el umbral sonrió al verme.

—Se me hizo un poquito tarde —se disculpó Zu.

—Para nada, ni siquiera me han dejado salir.

Ya estoy guardando mis cosas, pero en realidad no me han dado permiso para irme.

Se suponía que tenía planes con ella, solo que ya fueron.

Entró a tomar asiento en la silla frente al escritorio.

—No te iba a avisar por mensaje que no iba a llegar a tiempo —explicó.

Quedamos a las nueve, de hecho, y definitivamente ya no haremos nada. Y sí estaba esperando salir y despejarme, a donde fuera y con quien fuera.

Zu vino a pasar unos días aquí y vi la oportunidad.

—Mañana tal vez pueda, si la cita que tengo no llega y pido permiso para salir —al agarrar mis cosas, ella se puso de pie.

Salió primero del consultorio y yo no cerré, porque vendrán los de intendencia.

—El punto era verte, no tienes que pedir permisos que ya sabemos no te van a dar.

Suspiré, con las manos al frente, sujetando el bolso.

A mí nunca me dan permiso para nada, solo voy y pido en balde.

Antes de irnos, pasamos a la cafetería para que ella comiera algo y yo llenara un formulario que me dejaron hace una semana y se me había olvidado.

Tal vez, solo tal vez, mañana descanse, entonces tengo que tener esto antes de irme.

Mientras llenaba la hojita, de reojo vi cuando Zu acercó una galleta hacia mí.

Vas a estar en mi corazón | EN PROCESO | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora