Capítulo 11

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Seguía sin poder acercarme a Dánae. Sé que ella no me va a rechazar, es solo que no sé bien cómo empezar una conversación con ella. No tengo nada de qué hablarle que no involucre los motivos por los que nos separamos en primer lugar.

Lo intenté dos veces, el lunes, una al verla en la cafetería, donde no pude ni levantarme de mi sitio, y otra cuando la vi en un pasillo, pero me fui por otro lado.

—Solo salúdala —me dijo Carolina al darme un café.

—No es tan fácil —bebí un sorbo.

—Eso dices tú —tomó asiento detrás del escritorio.

—No puedo saludarla como si nada luego de años sin hablarle, es soberbio.

—¿Quieres que la traiga y "accidentalmente" te la encuentres aquí?

—Hazlo y no volveré.

Rodeó los ojos.

—¿Cómo vas con Noah entonces?

—Mejor.

—Muy bien —bebió de su café—. Es Celeste la que me preocupa.

Con ella de por sí mi relación nunca fue buena.

—Alguna oportunidad tengo que tener —dije para mí.

—¿Y Alisson?

Respiré hondo y me escondí en el vaso de café.

—La última vez que hablé con ella fue —lo pensé—, hace tres meses, cuando me preguntó si era un problema seguir llevando a Lucero a la escuela.

De lo único que he hablado con ella es sobre Lucero.

—A Alisson la tomaremos con más calma —indicó al estar de acuerdo conmigo en que con ella es más complicado.

Para la segunda clase con la profesora Cynthia, ella estaba leyendo el trabajo que le envié el martes, mientras que yo hacía lo mismo de la última vez con las ahora dos lecturas que le dije conocer y conseguí por mi cuenta.

Yo terminé antes porque solo era marcar las hojas y ella además estaba calificando mi trabajo.

—¿Por qué no participas en clase? —preguntó al levantar la mirada del móvil, donde leía mi análisis, sentada en el pupitre a un lado.

—No tengo nada que decir.

—Según esto, sí tienes y bastante —aludió a lo que entregué.

—Espero que no lo hubiera pensado —dije de antemano—, pero no soy tonta. Sí entiendo de lo que la gente me habla, más bien es que prefiero mantener la mente en blanco.

Me observó en silencio.

—¿Qué te pasó? —preguntó de la nada, a lo que fruncí el ceño—. Me refiero a por qué eres así —se explicó, todavía mirándome.

—Acabo de decirle que mantengo la mente en blanco.

Por eso es que no respondo cuando me preguntan algo, por lo que no hago preguntas y por lo que no puedo aprobar un examen.

En mi mente no hay nada.

—Y de mi vida solo hablo con Carolina, si quiere, pregúntele, pero a mí no me diga nada —completé.

Desvió la vista y suspiró antes de tomar las hojas de mi mesa y hacer lo mismo que con el texto anterior; revisar lo que marqué. Sobre eso iba a ser mi análisis siguiente.

Si bien no estaba segura de si se ofrecería una vez más a llevarme a mi casa, antes de que lo hiciera, cuando terminó la hora, le dije que me tenía que ir porque mi hermano me esperaba afuera.

Vas a estar en mi corazón | EN PROCESO | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora